Capítulo XXXVII: Corte Eterna.

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Si la Corte Feérica resplandecía en magia y vida, la Corte Eterna se oscurecía entre sombras y secretos

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Si la Corte Feérica resplandecía en magia y vida, la Corte Eterna se oscurecía entre sombras y secretos. El viento silbaba entre las altas montañas que se alzaban como picos hacia el cielo y la hacían abrazarse a sí misma en busca de calor. El calor del Sol no les llegaba vívido, sino que se perdía en la inmensidad del escenario frente a ellos. De cualquier forma, había claridad y aquello, de cierta manera, la aliviaba enormemente, pues lo que menos quería era estar a oscuras en un sitio desconocido como aquel.

El puente tampoco era el mismo de aquel lado, la madera mucho más oscura se encontraba tallada con extraños diseños que Caslya nunca había visto. En otra circunstancia ella habría alcanzado al joven de cabellera dorada para preguntarle, pero en aquel momento, lo que menos quería era hacerse notar. Él le había pedido que hiciera como si no hubiera escuchado sus palabras, pero su mente no paraba de recordarlas y su corazón no dejaba de latir al ritmo de esos sentimientos. Quería hablarle y preguntarle sobre ese sueño, sobre lo que él sentía al respecto..., sin embargo, sabía que no podía y no debía hacerlo. Así que, en su lugar, se esforzó en pasar de todo lo que sentía y preguntó:

—¿Qué sabes acerca de la Corte Eterna?

Kyriel tardó un momento en responder, y al hacerlo no la miró.

—En el Edén no existe mucha información acerca de la Corte Etera, las hijas de Vreya son muy reservadas en cuanto a ello —explicó—, sin embargo, leí que toda la Corte se construyó alrededor de la Montaña Ewig.

—¿Al rededor de una montaña?

—Se dice que allí Alice obtuvo su poder —respondió—. De entre todas, la Montaña Ewig simboliza la eternidad de la Corte. De ahí su nombre, en realidad.

Caslya mordió el interior de su mejilla mientras su mente maquinaba.

—¿Has leído algo acerca de algún sitio en la Corte Eterna donde sea siempre de noche? —Kyriel meditó sus palabras durante unos segundos antes de negar—. Vreya no me diría algo que no pudiese descifrar con ayuda, ¿no crees? —Caslya suspiró pensativa. Luego, observó el cielo en busca de aclarar sus pensamientos—. «Encuéntrame allí donde la noche por siempre presente está», no tiene por qué ser literal, ¿no es así?

—Hasta ahora todo lo ha sido, ¿por qué esto sería diferente? —observó él.

—Lo sé, pero si no hay constancia de un lugar así en los libros, jamás podría descubrirlo.

—¿Entonces a qué lugar crees que se refiere?

—Pienso en todo lo que conlleva la noche. La noche es oscuridad, así que quizá debamos buscar un lugar oscuro, un lugar a donde no llegue la luz del Sol. —explicó ella—. Un lugar como... ¡una cueva!

Él se tomó un momento para pensar.

—Bajo la montaña —dijo—. Ese es el lugar al que debemos ir.

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