21- La fiesta.

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Falta una hora para que empiece la fiesta y yo aún no tengo idea de que ponerme.

Toda mi habitación se encuentra desordenada, toda mi ropa del armario en mi cama o en el suelo. Es un completo desastre. Sarah esta conmigo tratando de ayudarme, pero nada de sus consejos de moda me sirven.

  —quizás podrías usar esta remera y este short, no quedan tan mal...

   —es una horrible combinación Sarah. —suspiro y me siento en mi cama. Arriba de toda mi ropa.—no se para que acepte ir a la fiesta.

  —y no vayas.

  —me pidieron ayuda —hago una mueca —tengo que ir si o si.

  —no siempre podrás ayudar a todos, Grace.

  —eso ya lo sé, pero quiero hacerlo ahora, es mi mejor amiga, no puedo decirle que no la ayudaré porque no quiero ir a la fiesta.—mi hermana niega con la cabeza mirándome —vamos a tu habitación, quizás puedas prestarme algo de tu ropa.

  —tengo un vestido que creo que podría gustarte, ven.

Me cruzo hasta su habitación junto con ella, busca en su armario por unos minutos y después saca un hermoso vestido que me deja con la boca abierta.

El vestido es hermoso, de color bordo con un escote en forma de corazón, y en la cintura tiene pequeñas piedritas de colores que lo hace aún más hermoso de lo que ya es.

  —ten, pruébatelo.

Lo agarro con cuidado y vuelvo a mi habitación a cambiarme.

Al ponérmelo me doy cuenta de que es justamente de mi talle, voy hasta el espejo de mi habitación y veo que el vestido no me queda ni muy largo ni muy corto.

¡Es perfecto!

Me saco el vestido y Vuelvo a ponerme la ropa que tenia antes. Guardo el vestido y camino nuevamente hasta la habitación de mi hermana.

  —¿y? ¿Cómo te ha quedado?

  —bien, ¿podrías prestármelo?

  —claro que si.

  —gracias, Sarah. Es perfecto.

  —de nada, Grace. Por cierto, ¿le avisaste a papá que irás a la fiesta? —abro los ojos sorprendida.

Diablos. Sabía que me olvidaba de algo. Camino hasta la cocina y me encuentro con mi padre haciendo la comida, me acerco hasta el y papá se pone frente a mi mirándome fijamente mientras yo sonrío.

  —¡hola papi!

  —¿que vienes a pedirme, frutillita?

  —en realidad, no te voy a pedir nada. Quería avisarte que hoy voy a ir a una fiesta.

  —¿sin pedirme permiso?

  —lo estoy haciendo ahora —me encojo de hombros.

  —¿quien te llevará? Aún no sabes manejar y yo estoy haciendo la cena, cariño.

  —vendrá a buscarme Mia, no te preocupes por eso. Pero, ¿puedo ir?

  —por supuesto. Solo no vuelvas tan tarde.

  —te aseguro que antes de las dos de la madrugada  estaré aquí.—le doy un beso en la mejilla —gracias.

(...)

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