— Gracias por dejarme pasar el tiempo aquí — dije, un poco avergonzada de haber tenido que recurrir a él en vez de quedarme en la calle porque perdí mi trabajo y mi jodido arrendatario me botó del edificio en donde rentaba un pequeño y sucio piso económico.
George sabía sobre mi pequeño problema con el alcohol, pero rara vez decía algo. Sabía también que me habían despedido del trabajo por llegar semi-ebria, y sabía que ese había sido mi peor error con la bebida; la cosa es que me estaba costando un poco más de lo normal controlarlo y ni hablar de dejarlo.
— No es nada, Minerva — respondió él tras enseñarme el lugar. Me contó que este fue su primer apartamento tras dejar la casa de sus padres y las giras envueltas en precariedad, es decir, este lugar fue su primer lugar después de convertirse en un beatle. Luego conoció a Pattie, se casaron, todo pasó como en un flash y terminaron viviendo en una residencia muy privada y enorme en algún bonito lugar de Inglaterra que no recuerdo ya. Había llegado con resaca y estaba haciendo un gran esfuerzo por lucir compuesta ante él. — Puedes quedarte el tiempo que quieras ¿Ok?
— ¿Por qué no te quedas ahora y comemos algo? —pregunté, esperanzada por poder pasar un poco más de tiempo con él, pero le vi negar con rapidez.
— Prometí salir con Pattie — explicó cortamente. — Pero si te comportas, te lo compensaré — me prometió, yo sonreí con resignación y negué caprichosamente. — Minerva, tienes veinticuatro años, demuéstrame al menos que sabes controlarte, ¿Vale?; me preocupas. Me preocupa dejarte aquí a solas y con mucho tiempo libre y luego encontrarte en urgencias o peor.
Ante eso, reí.
— Deberías ir andando. Pattie no se casó con un hombre que se atrasa en sus citas porque está demasiado preocupado de si su amiga muere o no. Además seguramente no le agradaría la idea de saber que conservas tu departamento de soltero y me lo has prestado para vivir — dije, empujándolo hacia la salida y olvidando su charla sobre auto control.
Chico, mi whisky me llama, y es maravilloso. Él ha estado metido en drogas, alcohol, cosas peores, y me las ha contado. No sé por qué se ha puesto tan paranoico de pronto, pero de seguro no le gustaría saber que mi adicción comenzó cuando aprendí, de una manera dura, que sin importar lo que hiciera, él estaba enamorado de una persona y esa persona no era yo, era Pattie Boyd.
Mi corazón todavía no encuentra manera de superarlo, me encuentro en todo momento comparándome con ella, esa preciosa criatura que pertenece a su mundo, pues es como un código eso de que los músicos salgan con actrices o modelos, es lo suyo.
Y yo no era actriz, modelo ni tenía nada musical en el cuerpo. Era una escritora y era un fracaso, me habían despedido del asilo en donde iba a hacer clases a niños y ancianos, a los primeros básicamente les contaba cuentos y los hacía participar en ellos; a los segundos les enseñaba a escribir autobiografías, pues había descubierto que les encantaba.
Bien hecho, Minerva, los perdiste por tu amado whisky y una noche de locuras.
El asunto amoroso más ese me tenía de los nervios y lo único que provocaba era que bebiera más. Extrañaba a mis niños, a mis abuelos contándome sus historias de vida. Amaba a un hombre que solo me consideraba una buena amiga y confidente. No tenía un hogar y mis padres ni se preocupaban de mí, como yo tampoco de ellos.
Había incluso considerado borrarme de la vida de George Harrison para siempre, pero me encontré a mí misma sumida en una angustia tremenda de solo pensarlo. Me enamoré de él cuando me ví a mí misma en sus ojos y me sentí comprendida, como en el hogar que nunca tuve, pero siempre deseé. Él se convirtió lentamente en mi mejor amigo y todavía ni siquiera averiguo si es algo mutuo, tan solo sé que confía en mí y eso se basa principalmente en mi nula inclinación a conocer a ningún famoso aparte de él, Ringo y Maureen, de hecho, esta última fue la que me lo presentó.
No sé de John, ni de Paul, de nadie en su círculo, y no me interesó decir que sí cuando tanto él como Maureen me ofrecieron conocerles, ir a alguna sesión en el estudio o a compartir con ellos y sus esposas.
No sé cómo, años más tarde, terminamos aquí, con él convirtiéndose en mi niñera, ofreciéndome un hogar y una amistad que no merezco.
Al menos Pattie no es una alcohólica sin oficio, y si se droga lo controla muy bien. Están hechos el uno para el otro, supongo.
— Prométeme que no harás nada que te haga daño — dijo él, rehusándose a dejar el tema. Entorné los ojos y dejé de empujarlo hacia la puerta de salida, mirándolo con seriedad.
— Mira, voy a dormir todo el día probablemente. Si quieres la verdad, me siento como la mierda porque ayer estuve de fiesta y recuerdo menos de la mitad, fue salvaje. Supongo que me pierdo bastante rápido ¿Huh? — bromeé al final.
Por la mirada que me dio, la sinceridad no resultó con él.
— Siempre te pierdo "bastante rápido", Minnie — dijo, resoplando. — Solo desearía que te detuvieras porque no deseo esta vida para ti, ¿Entiendes?
Mantuve el silencio porque no sabía qué decir, entonces él continuó:
— Ahora promete que me llamarás si sucede algo ¿Ok?
Estaba bastante empecinado en hacerme prometer que no moriría en el intento de vivir en esta vida basura que me tocó, al parecer.
— O-key — dije de un modo gracioso, restándole importancia como una niña que no desea escuchar que debe crecer. — Prometo que mejoraré. No sé por qué deberías confiar en mí, pero créeme.
Él sonrió, vencido por mis tonterías.
— Lo hago.
+
Y así es como se esfumó de vuelta a su vida de ensueño con la mujer que amaba, dejándome a solas con mis sombras y demonios. No pude arreglármelas para que las lágrimas que se arremolinaron en mis ojos no cayeran; tan pronto como la puerta sonó, anunciando su salida, las dejé caer hasta que me acosté en su cama y me dormí.
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Cotchford Farm || Brian Jones
FanfictionSe había enamorado de George Harrison en cuanto Maureen los presentó, años atrás. Lástima que había una Pattie Boyd en medio. La vida no es siempre como uno desearía que fuera. Ahora: sin trabajo, sin hogar y con una fuerte adicción al alcohol, Min...