10: La puerta secreta

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Me desperté con el fuerte aroma de un desayuno bastante típico, difícil no distinguir los huevos y el tocino, el café recién hecho y una calidez que no sentía hace mucho sin que yo lo hiciera a solas y en silencio, pero incluso oía música. Me pasé la mano por los ojos y seguí la emisora antigua para que me guiara hacia donde había vida en esa gran casa de ensueños.

— ... No tenía idea que cocinaras también —llegué finalmente y, confiando que sería Brian a quien encontraría ahí, solté sin medir mis palabras hasta que vi una figura desconocida haciendo un tosco desayuno. Me quedé de piedra en el umbral de la puerta mientras esta nueva persona se giraba y me ofrecía una sonrisa torcida.

No había rastro del cabello color oro, ni los ojos traviesos. Lo que rompió todo mi ensueño fue que al hablar tampoco había huella del sonido de su particular voz sino que un ronco:

— Brian Jones no cocina, ni hace esas cosas que ves en las películas, chica.

Presentí que pensaba que estaba ahí por las razones equivocadas, como todos en esta industria, y es por eso que no me interesó presentarme, porque seguramente de todos modos estaría pensando que era una groupie o una chica de una noche para Brian y no le interesaría mi nombre. Suspiré intentando no parecer tan desencajada como lo estaba.

— Bien —dije y me di media vuelta.

— ¿No quieres comer? —preguntó —. Brian luego nos acompañará, supongo.

— No tengo hambre —me negué tajantemente a comer con ese hombre, había algo en él que me hacía desconfiar por completo de la situación, de todo —. Con permiso, tengo que irme.

No comentó nada y yo apuré el paso para salir de su campo visual. Cuando llegué al lugar en donde había comenzado, reuní todas mis cosas y me dispuse a encontrar la puerta de salida para largarme de ahí. Quizás Brian ni siquiera estaba y me aterraba la idea de estar a solas con el desconocido en aquel gran lugar.

— Wow, espera un minuto, ¿Ya te vas?

Casi dejo caer mi bolso al suelo cuando me volteé y lo vi en pijama, con el cabello revuelto, mirándome desde la puerta. No puedo describir el alivio que me llenó el simple hecho de verlo.

Supongo que no muchas personas dicen eso al ver a Brian Jones. En especial las mujeres.

— Creí que... —intenté explicarme sin parecer algo paranoica, es decir, si ese hombre estaba adentro era porque Brian le dejó entrar, tampoco era un asesino o alguien peligroso para mí —. Disculpa, pero ¿Quién era ese de la cocina?

Jones sonrió.

— Tom. Nadie preocupante —respondió como si leyera mis pensamientos —. ¿Te ibas por su culpa? ¿Pasó algo? —. reformuló su pregunta inicial.

Lo miré y negué. Realmente no quería irme, no sin antes explorar las maravillas que me había prometido mostrar sobre ese lugar; tampoco quería volver a la calle, ya que no quería estar en el apartamento de George nuevamente, así que luego de terminar aquí mi destino era incierto y lo que más quería era aplazar esa incertidumbre.

— Tuve la leve impresión de que no estabas en casa —de algún modo terminé compartiendo mi estúpido miedo con él sin vergüenza alguna. Lo vi sonreír con los labios juntos, pero de un modo en el que me hizo pensar que me veía como a una niña.

¿Por cuántos años nos llevaríamos él y yo?

— ¿Por qué te dejaría sola? —preguntó vagamente.

Inevitablemente pensé en George, en las veces que se iba sin decirme, en todas y cada una de esas veces en las que tenía que decirme que me iba a dejar sola porque Pattie lo necesitaba, o porque simplemente él la necesitaba a ella, ¿No es así como funcionan las parejas? ¿No es así como me doy cuenta de mi realidad?

— No es... No es eso —murmuré —. Olvídalo, son traumas que vienen del pasado.

— Algún día explícame esos —me pidió y avanzó hacia mí. No me di cuenta, al estar tan ida y con los pensamientos revueltos, que él llegó a mi lado y tomó mis cosas como cuando llegué, pero yo me resistí a dárselas —. Déjame llevarlas adentro.

Lo miré y solté mis cosas. Nuestros ojos se encontraron por unos breves segundos y pude ver que le había contagiado mi confusión, pero sabiamente había optado por el silencio. Avanzó con mis cosas hacia la puerta que llevaba al resto de la casa y observé su espalda.

Me sentí ausente, pero era como si él estuviera trayéndome nuevamente a la vida con urgencia. Y resultaba.

— ¿Tom se quedará? —pregunté en voz baja. Pensé que ni había escuchado por lo mucho que tardó en responder, y mientras le seguía el paso, sentí su risa.

Se volteó levemente y me esperó para que ambos fuéramos al mismo paso, lo alcancé y me ofreció su brazo como un caballero antiguo queriendo que la princesa de turno paseara a su lado, cercana.

— No —respondió antes de que yo aceptara el gesto y le dejara guiarme —. No se quedará más allá del mediodía, Minerva.

Oír mi nombre con ese tono secreto y cómplice me hizo sentir escalofríos.

Cotchford Farm || Brian JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora