29: Con la banda

364 44 7
                                    

Enero, 1969

— Haber pasado el año nuevo con ustedes ha sido lo más extraño que me ha pasado en la vida — suspiré, lanzándome al sofá de la sala en Cotchford farm. Era tarde y habíamos llegado hace poco desde mi nuevo apartamento, el cual Brian había estado ayudándome a amoblar y acomodar.

Había sido un día cansador.

— ¿Por qué lo recuerdas ahora? — preguntó él, cayendo a mi lado como derrotado.

— Porque recuerdo que Keith se inventó que haría la segunda parte de su cumpleaños este 18 de enero, y falta poco para aquello — expliqué y luego solté una risa. — Pero estábamos todos ebrios...

— Sí, todos — me miró acusatoriamente.

— Creo que ha pasado lo suficiente como para que pueda embriagarme una vez cada mes o qué se... — dejé de hablar porque se había dado vuelta para besarme, y estoy segura de que lo hizo para que dejáramos de hablar de algo que me incomodaba.

Sonreí y tomé su cara entre mis manos.

— ¿Fuiste al cumpleaños de Keith...? El primero, digo, si es que habrá segundo — murmuré sin querer alejarme de él.

— No — dijo. — Anita...

Suspiré.

— ¿Aún no puedes verla? — pregunté, apartando la mirada.

Tomó mis manos entre las suyas, apartándolas de su cara, y las besó. 

— ¿Estás celosa?

Negué.

— Soy insegura... ¿No lo ves? — dije calladamente. No era muy usual que lo dijera en voz alta porque de algún modo sentía que más se materializaba cuando soltaba las palabras, pero el momento hizo que salieran con tanta facilidad. Pensar en Anita Pallenberg y lo que sé de ella es extraño. — No hablo tres idiomas, para empezar.

— Ni yo — fue lo único que dijo él. Nos miramos y me abrazó fuertemente. Uno de esos abrazos que me hacen sentir pequeña. — No necesito que mi Minerva Pound hable tres idiomas, ni que sea como otra mujer...

— Oh, tu Minerva Pound...

— Claro, nos pertenecemos el uno al otro — razonó.

Intenté no sonreír con ternura, lo abracé con más fuerza para que dejara de mirarme y descansé sobre su pecho. ¿Quién diría que había sido el mes más tranquilo de mi vida al lado de una persona descrita como un caos, una revolución en sí misma?

* * *

— Pequeño encanto...

Me giré sabiendo de antemano a qué me enfrentaría cuando mirara quien estaba tras de mí. Sonreí amablemente y me dejé abrazar.

— Deja de decirme así solo porque mido menos que todos aquí — le pedí. — Y no quiero llamar la atención, solo vine por Brian porque hoy nos quedaremos en mi apartamento, no quiero que nadie me vea.

— ¿Por qué eres así, pajarillo? — Keith pasó un brazo por mis hombros y me obligó a caminar hacia adentro. — Estoy seguro de que Mick estará feliz de verte y de saber que le quitarás a Brian de encima.

Me detuve.

— Keith... — dije.

Se giró como si hubiera sido culpable de todo lo que se le pudiese culpar. Hubiese sido gracioso, pero estaba un poco harta de lo que hablaban y necesitaba saber por qué.

— ¿Por qué dirías eso? — pregunté.

— Tu novio no está colaborando en las sesiones de estudio, no está haciendo nada sin que se lo ordenen, es un niño — me dijo, un poco exasperado al final. Me pasé una mano por el cabello, sin poder creerle. En casa, al menos, Brian era otra cosa.

— Keith, Brian no es mi novio... y no creo que eso sea tan cierto, estás exagerando...

Me miró como si se apiadara.

— Estás ciega, pequeño en... Minerva — se lamentó. — Y, de todos modos, ¿no han estado follando ustedes dos...?

— ¡Keith! — exclamé ahogada.

Sonrió y volvió a acercarse y pasar su brazo por mis hombros para que camináramos juntos. Era como una costumbre suya y por más que lo intentara, ya no podía deshacerme de él.

— No lo sé, estoy preocupado — confesó.

— ¿Por qué? — pregunté.

— Brian... ya no es un elemento de... de valor para la banda ¿Entiendes?

Me quedé callada y Keith finalmente también. Me dejé guiar por él sin dejar de pensar en lo que dijo. Entonces era un hecho, estaban pensando seriamente en deshacerse de él, no hay que ser un genio para darse cuenta, pero ¿Qué pasaría? ¿Cuándo lo harían? ¿Qué sería de Brian?

Pronto llegamos al estudio en donde estaban y, al verme, Mick dejó sus audífonos para saludarme, pero Brian fue más rápido.

— Nos vamos — dijo, y pude presentir que estaba molesto.

En alguna otra ocasión hubiera peleado por ese tono autoritario. No me gustaba que lo usara conmigo y se había cuidado de dejarlo desde el día en que me echó a los gritos de su granja el verano que pasó, pero ahora sentía que teníamos un gran motivo para desaparecer y cuando desvié la mirada cortamente hacia Keith pude ver que él también apoyaba la moción.

— En un momento — le dije.

Me tomó de la mano y me arrastró hacia la salida sin ser brusco, solamente podía sentir que tenía urgencia por largarse cuando tironeaba de mi brazo como un pequeño aburrido de jugar y pelear con sus amigos. ¿Qué tan amigos eran ellos? Ni idea. Un amigo no hace lo que estos cinco se hacen a diario, apuesto.

Recuerdo que Maureen sabía cosas peores de los Beatles, de todos modos. Supongo que cada banda tiene su propio infierno y la amistad se vuelve una cuerda floja desde donde caen todos tarde o temprano.

— Fue un placer verte, Minnie Mo — escuché la voz de Mick, quien ni siquiera había llegado a mí antes de mi retirada.

— ¡Lo mismo digo! ¡Hola Charlie, Hola Bill! — dije y la puerta se cerró tras de mí.

Keith no había dicho nada.

* * *

— ¿Qué pasó? — lo urgí cuando entramos al carro y nos quedamos adentro en silencio. Brian ya se había calmado. Fue como si salir de ese lugar fuera un alivio instantáneo para él.

— No soy feliz — dijo mirando hacia el horizonte, supuse que recién lo había descubierto por la expresión en su rostro. — No soy feliz haciendo lo que hago.

— ¿Y estando con quienes estás? — sugerí.

— No tiene que ver contigo — me aseguró, mirándome. Asentí de manera comprensiva, era obvio que se refería a la banda. — Estoy haciendo esto más difícil de lo que es ¿No?

Hice un gesto con la boca, pero finalmente asentí.

— No sé cómo renunciar a... los Rolling stones — murmuró francamente perdido. Fue realmente triste verlo en ese estado sabiendo lo que sé, que mientras él forcejea y se esfuerza por encontrar una solución a un problema, los demás ya tienen una decisión lista y solo están esperando el momento para disparar.

— Si quieres mi opinión — hablé, conflictuada. — Estás haciéndolo muy bien solo, en casa, con tus proyectos, ¿Por qué no...?

— ¡Por que son los Stones! ¡Mi banda! — miré hacia otro lado. No creo que nadie más que él pensara que esa seguía siendo su banda.

— Por favor, considéralo — le dije y encendí el carro.

Suerte que había sacado la licencia de conducir hace unas semanas y Brian confiaba en mí para que condujera su carro. De otro modo no sé cómo habría conseguido que manejara en el estado en que está. 



Cotchford Farm || Brian JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora