¿Cómo terminé así? Era una escena que no se me había pasado por la cabeza jamás en la vida hasta ahora que estaba viviéndola. La espontaneidad lo era todo en esta casa y una de las primeras obras del día fue ver a Brian echando a los jardineros de la propiedad para tener privacidad.
Pero ¿Qué pasó desde ese entonces hasta que terminamos en una tina conmigo echándole shampoo en el cabello? Bueno...
— ¿Y ahora qué, Brian Jones? — pregunté, medio acostada en la mesa del comedor en donde acabábamos de comer. Estaba exhausta.
— Pues te cargo hacia la cama y duermes un poco, luces cansada — dijo él contemplativamente. — Yo tengo que hacer unas llamadas y dejar listo un papeleo. En unos días tengo que ir a juicio por posesión de drogas.
Comencé a reír.
— Diablos, Jones, eres todo un caso — observé como si estuviera admiraba.
— Cállate — me lanzó un pedazo de pan y seguí riendo. Luego de un momento en donde casi me quedo dormida allí mismo, sentí que me tomaba con cuidado y me levantaba en sus brazos al estilo de dos recién casados. Bostecé sonriendo y apoyé mi cabeza sobre su pecho sin abrir los ojos.
— Lamento arruinar el idilio de amor este, pero necesito un baño — musité, frunciendo el ceño.
— Casualmente yo también, Pound — me contestó con alegría.
Reí.
— No pienses que haremos eso juntos, tú me quieres matar... — me quejé teatralmente, aunque no me oponía en absoluto a que hiciéramos todas las actividades del mundo juntos. Él rio y me dejó en el suelo. Me di cuenta de que habíamos llegado a la puerta del baño del segundo rellano.
— Podemos usar la tina — sugirió tras de mí, reposando sus manos en mis hombros, comenzando a masajearlos. — Imagina el agua a la temperatura correcta, algo de música, relajarnos...
Me volteé y lo tomé de la mano.
— ¿Y lavo tu cabello, y somos felices? — seguí.
— Hm... no me gusta que me toquen el cabello, ¿Sabes? Tendrás que pagarme muy bien si te dejo.
— Ok, príncipe Jones, adentro.
Abrí la puerta del baño y lo empujé hacia el interior mientras él seguía quejándose sobre su fabuloso cabello.
Su cabello era suave y delicado, y ahora que lo tenía más largo era una maravilla tocarlo. No lo escuché quejarse en todo el baño, por lo que me burlé de él hasta que nos pusimos pijama y nos metimos en la cama como ancianos ya que el frío, a pesar de la chimenea encendida, nos tenía un poco congelados.
Bueno, Brian decía estar bien, se había metido algo, estaba segura, pero no había alterado su ánimo así que quizás no era preocupante.
— ¿Qué harás en el futuro? ¿Seguir en la banda?
— Minerva, ya tienen mucho en mi contra. Están muriendo por ir a América y yo no puedo salir del continente, por eso estoy metido en juicios y cosas que solo provocan peleas entre nosotros — me contestó con algo de resignación en la voz, aunque estaba segura de que si ellos decidieran finalmente hacer realidad eso de "echarlo", Brian no podría con ello.
Es muy distinto decirlo que vivirlo, y no creo que esté preparado para salir de una banda que prácticamente creó y modeló como quiso, en especial —y sorprendentemente— en la parte estética. Los Rolling Stones no tenían una identidad al comienzo: se vestían un poco como los Beatles, un poco como todos, pero Brian hasta ahora tiene un ojo tremendo para combinar trajes y vestir como si estuvieran dándole una asesoría de moda.
Y ellos absorbieron su estilo, el estilo de Brian Jones. No, diablos no, él no podría con tal injusticia, a pesar de tener un porcentaje de culpa por llegar drogado a las grabaciones, no llegar incluso en algunas ocasiones y ser generalmente odioso con todos.
Es complicado.
— Bueno, el presente luce bien — lo animé.
— Lo adoro — me aseguró. Besé su nariz, luego sus mejillas, finalmente su boca. Me gusta besarlo, lo descubrí la primera vez que lo hice y fui capaz de admitirlo, para mí misma por ahora, hoy.
— Mañana recién es jueves, tengo que volver a madrugar así que no me mantengas despierta hoy — le pedí.
— Es por eso que nos pusimos nuestros pijamas, señorita Pound. Verás, cuando uso mi pijama de seda, no me lo quito hasta el día siguiente — me comentó. Comencé a reír.
— ¡Me das tantas ideas para molestarte por el resto de mi vida! — exclamé, entusiasmada. Brian me atrapó en sus brazos y me inmovilizó debajo de él. — No me hagas esto o me obligarás a romper tu ritual quitándote ese pijama de seda — solté y me ocupé de soltar las palabras "pijama de seda" de un modo bien cantado y molesto. — Demonios, sí que dicen la verdad cuando te llaman príncipe...
— ¡Que no lo soy! — dijo y al mirarlo de frente y de cerca pude notar su inseguridad.
— Lo eres — sonreí dulcemente. — Y puedo hacer que pierdas el hábito con los pijamas de seda.
Al escucharme, recuperó la sonrisa traviesa y altanera.
— Sé que podrías — murmuró y me besó cortamente. — Pero mañana debo llevarte al trabajo sin narcóticos en la sangre y es jodidamente difícil permanecer despierto así.
Fruncí un poco el ceño.
— ¿Qué te impide tomarlos? Que yo sepa, sigues consumiendo lo que se te place y yo decidí no involucrarme a no ser que eso ponga en riesgo tu vida, ¿Entiendes? — expliqué un poco nerviosa. — No quiero que nada te pase por cualquier cosa que estés consumiendo. Tengo experiencias demasiado coloridas con el alcohol como para preocuparme.
Lo pensó un poco y se quitó de encima suavemente. Ambos nos recostamos de tal modo que quedamos frente a frente.
— No voy a consumir nada mientras manejo contigo al lado — declaró. — No te arriesgaría a eso.
Sonreí.
— Piensa en ti también... cuídate cuando no pueda cuidarte — le propuse.
Asintió y besó mi frente, luego de eso me volteé y busqué sus brazos para que me abrazara. No creo que pasara más de unos minutos cuando ya no supe nada más y caí dormida. Había sido un día que aún no termino de creer.
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Cotchford Farm || Brian Jones
FanfictionSe había enamorado de George Harrison en cuanto Maureen los presentó, años atrás. Lástima que había una Pattie Boyd en medio. La vida no es siempre como uno desearía que fuera. Ahora: sin trabajo, sin hogar y con una fuerte adicción al alcohol, Min...