Desperté a la mañana siguiente y Brian se encontraba a mi lado, dormido profundamente. Lo observé durante un momento pensando si había hecho bien o no, pues todavía tenía que resolver muchas cosas en la vida. Luego pensé que Brian no querría que me tomase las cosas tan en serio, quizás para él era una cosa de una noche y ya, lo que no me sorprendería porque así son los músicos.
Él había dicho que eran miserables y yo sabía claramente lo miserable que podía llegar a ser él.
Suspiré, le besé la mejilla por un impulso y tras unos segundos de silencio comenzó a sonar el teléfono, despertándolo.
— ¿Quién mierda...? —bufó, levantándose. Observé su cuerpo con una sonrisa traviesa y avergonzada mientras no me miraba. — ¿Sí? ¿Qué diablos haces llamado a estas horas, hombre? Yo... Sí... ¿Qué te importa?
Me levanté, enrollando una sábana a mi cuerpo y caminé hacia él. Justo antes de llegar a su lado, se voltea y me entrega el auricular. Sorprendida, lo tomé.
— ¿Hola?
— ¿Por qué estás allí nuevamente? — era George. — ¿Volviste a caer en la bebida?
— ¡No! —exclamé. — George, ¿Por qué estás llamando aquí?
— Llamé a tu casa...
— ¿A mis padres? ¿Qué te ocurre? — exclamé escandalizada. — ¿Les dijiste que eras tú?
— No, solo pregunté por ti y colgué cuando me dijeron que no estabas desde la noche anterior.
Mamá. Ella siempre daba más información de la que debía dar, incluso a desconocidos que preguntan por su hija.
— No debiste — bufé.
— Me preocupé cuando oí que no estabas en casa desde ayer — explicó.
Qué lindo.
Es ironía.
Me volteé y miré a Brian, quien me hacía caretas desde la cama, apoyado en una pose que le hacía ver tan sensual. Nunca me había fijado en todo el atractivo que se gastaba este hombre, y me di cuenta, justo en ese momento tan inadecuado, que al menos por esa mañana era todo mío.
Diablos, ahora me estoy sonrojando.
— ¿Minnie? — escuché a lo lejos, era George al teléfono.
— Uh... — musité.
— Te decía que esperaba verte pronto. Nos iremos a la India y quería...
— Claro — respondí sin dejarle seguir, pensando en Maureen. ¿Podría verla antes de que se fuera? Tenía que encontrar el valor de decirle todo lo que había sabido, todo lo que sentía, o lo que había sentido en algún momento. No sé si podré. — Escucha, tengo hambre, comeré algo y luego volveré a casa... ¿Te llamo a tu casa o al departamento luego?
Lo pensó un momento.
— Al departamento, tengo que ir a ver algunas cosas que dejé allá — explicó y no dejé pasar que la explicación estuvo de más. Yo jamás le pregunté por qué. Quizás se quería explicar a sí mismo qué tenía que hacer realmente en ese lugar... quizás con ella.
— Bien, adiós George...
— Saludos a Jones — lo escuché antes de colgar.
Volví a mirar al Rolling stone.
— Saludos desde allá — dije, caminando hacia él hasta dejarme caer en la cama, desprendiéndome de la sábana, la cual quedó alrededor de mi cuerpo, pero suelta.
— ¿Tienes hambre? — preguntó sin tomar en cuenta los saludos. Lo miré confundida al comienzo, pero luego recordé que le comenté algo así por teléfono a George.
— Oh, ¿Estuviste escuchando? — pregunté con una sonrisa.
Estiró uno de sus brazos hasta que su mano alcanzó mi rostro. Me acarició tranquilamente sin dejar de mirarme con algo extraño en sus ojos, algo de duda.
— ¿Qué? — pregunté bajito.
— Tienes que hablar con él — soltó.
Me lo había repetido mil veces, como pregunta cada vez que me decía ¿Y? ¿Has hablado con George? O como aseveración, como ahora. No acabo de entenderlo.
— ¿Por qué? — pregunté finalmente.
Acarició parte de mi cabello, dejando un mechón tras de mi oreja con cuidado.
— Quiero que seas feliz, Minerva — respondió. — Y esto... y George, tienes que resolver cosas.
— Esas son palabras grandes para alguien que me conoce hace... solo meses — murmuré, asombrada. No podía mentir, si me preguntaran qué es lo que quería para Brian Jones, probablemente fuera algo parecido, su felicidad y, quizás, más que eso, su libertad. Su completa libertad en todo sentido, de los Rolling stones, de la vida, de los errores que le persiguen a diario y le hacen ser como es.
Lo que yo quería para Brian era la comprensión de que podía tener el mundo entero, que lo tenía, pero necesitaba quitarse la venda de los ojos, ser libre. Ser feliz.
¿Eso quería para mí?
— Creo que entiendes a lo que me refiero — susurró de vuelta y apartó su mano de mí, la cual yo atrapé antes de que se alejara demasiado y la sostuve entre mis dos manos. Él sonrió quedamente y la retiró de todos modos, dejándome sola en la cama tras levantarse. — Al parecer, también tengo hambre... — anunció y abandonó la habitación.
Me eché hacia atrás y cerré los ojos. ¿En realidad era necesario hablar con George? ¿Acaso no había cambiado todo ya?
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Cotchford Farm || Brian Jones
FanfictieSe había enamorado de George Harrison en cuanto Maureen los presentó, años atrás. Lástima que había una Pattie Boyd en medio. La vida no es siempre como uno desearía que fuera. Ahora: sin trabajo, sin hogar y con una fuerte adicción al alcohol, Min...