Esta vez mamá y papá no aguantaron tanto como cuando era un par de años más joven que ahora y aún no me independizaba. Menos de una semana y tan solo dos días llegando a casa bastante mareada —el resto de los días simplemente esperaba que se me quitara en casa de Peter— y ahora estaban esperándome a primera hora en la mesa del comedor.
¿Cómo sé que es serio? Nunca usan esa mesa. En la cocina hay una mesa más pequeña, como para cuatro personas, y en esa se sirve el desayuno y todas las comidas del día. La mesa del comedor solía usarse cuando aún se celebraban las fiestas en familia y papá invitaba a todo el clan Pound a casa, era para celebraciones o para avisarte algo muy grave, y esto era grave.
— ¿Hola? — dije, apoyada en el umbral de la puerta.
— Ven, siéntate, Minerva — respondió mi papá con las manos juntas sobre la mesa, bastante tranquilo. Mamá asintió mirándome.
Suspiré.
— Escuchen, antes de que comiencen con algún discurso o regaño, debo decirles que no volverá a pasar, y si me quieren fuera de casa necesito al menos un poco más de tiempo para buscar algún piso económico y... — comencé a penas me senté, pero papá alzó una de sus manos y me callé.
— Estamos preocupados por ti otra vez, sí, pero... — dijo mamá.
— Encontré una buena oportunidad de trabajo para ti — la interrumpió papá con severidad, con esa voz de: vas a ponerte a trabajar o van a pasar cosas peores aquí y tu cabeza probablemente va a rodar, maldita alcohólica.
Sacudí la cabeza después de imaginar al mismo hombre que tenía en frente diciendo eso con la voz más terrorífica que podría escuchar.
— ¿Qué? — pregunté, desorientada.
— Lo que oyes. ¿Recuerdas a mi amigo Ted Scott? — asentí. Conozco a ese señor desde que tengo memoria, solía traernos pequeños regalos para navidad y otras ocasiones. Ni idea en qué rubro trabaja o por qué está conectado con esta oferta de trabajo. — Bueno, él tiene una librería bastante grande y tan solo tiene a un dependiente de tienda ayudándolo, le comenté que tenías estudios en letras y me dijo que te ofreciera el puesto.
Abrí bien los ojos, no estaba nada mal. Había pensado que querrían que me pusiera a trabajar en cualquier cosa tan solo para conseguir una fuente de dinero, pero este trabajo podría ser bueno para mí, al menos estaría rodeada de libros todo el día.
— ... y tienes que aceptarlo, hija. No podemos dejar que sigas así y desperdicies la educación que tanto nos costó darte — me suplicaba mamá cuando volví a enfocarme. Asentí varias veces.
— Claro ¿Cuándo puedo hablar con él? ¿Cuándo empiezo? — dije.
No me había sentido así de sobria en días. Y de pronto, el dolor de cabeza por la borrachera de anoche ya no parecía tan mortificante.
— Pues la otra semana — contestó papá.
— Pero recién es lunes, ¿Por qué esperar? — me pregunté un poco decepcionada. Mi peor enemigo era quedar sola con mi tiempo libre y mis pensamientos, esos malditos pensamientos que me llevaban a despreciar el estar encerrada aquí y escapar a beber algo por ahí con el grupo de siempre.
— Porque vas a volver al médico — gruñó papá entonces, y ahí venía la segunda parte del por qué estaban en esa mesa esperándome desde quizás qué hora a que diera señales de vida: me había pasado otra vez y ahora ellos ya no estaban para soportarme. No más.
Asentí quedamente.
— No te preocupes, Minnie — mamá extendió su mano a través de la mesa y, tras suspirar, estiré la mía y dejé que me tocara con afecto. — Estoy segura de que van a modificar tu medicamento y vas a tener con quién hablar sobre por qué está pasando otra vez... ya sabes...
— Y no tenemos dinero para un grupo de apoyo, así que es lo único que podemos hacer — siguió papá.
Me forcé a no entornar los ojos y volví a asentir.
— Haré lo que sea necesario para estar mejor — les aseguré con algo de vergüenza. Cualquier padre querría a una hija exitosa que a mi edad estuviera lejos de casa viviendo bien y sintiéndose realizada.
Bueno, ellos me tienen a mí, y entiendo lo que se debe sentir.
— ¿Qué fue lo que pasó? Ibas muy bien con todo... — curioseó mamá sin soltarme, pero al oírla la solté yo a ella y me encogí un poco en mi asiento.
— Nada... es decir, no lo sé — respondí. — Supongo que fue demasiado para mí.
¿Cómo podrían ellos entender todo lo que había pasado? ¿Cómo podrían siquiera digerir que, además de tener el corazón completamente deshecho por las mentiras y los malos entendidos, ya no tenía a nadie? No sé cómo, pero ingenuamente había convertido a George en mi único amigo, pensando que él era incondicional, que siempre estaría ahí ignorando que tiene una vida para nada convencional, una esposa, una banda en crisis y puede irse cuando se le dé la gana.
Me enteré de que los Beatles estaban en la india hace ya tiempo por la radio y un artículo en el periódico reciente. Ni siquiera se despidió y ya no puedo decir que me duela. He desarrollado cierta inmunidad con él desde que conocí a Brian.
Brian, el otro gran error. Al parecer, Minerva Pound no se contenta solamente con ser horrible para tener y conservar amigos, sino que cuando "dice" encontrarlos, lo que encuentra es "amistad" en la gente más jodida del mundo. No puedo mentir, Brian fue la persona que me hizo considerar dejar el alcohol e intentar encontrarle un rumbo a la vida, pero ¿Cuánto duró esa pequeña esperanza? ¿Cuánto duró la tranquilidad, los despertares con una sonrisa, la ingenuidad?
Después de esa tarde en el jardín de Cotchford Farm, le cerré todas las puertas a alguien que ni siquiera quiere atravesarlas. Yo no lo busqué, él a mí menos. Nadie podría entender el vacío que me dejó después de eso.
La oportunidad que hoy se abrió ante mis ojos es la única esperanza para demostrar que ya no necesito del impulso de nadie para dejar de estar jodida. Quizás eso es lo único bueno de la decepción: es casi un deber aprender de ella.
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Cotchford Farm || Brian Jones
FanficSe había enamorado de George Harrison en cuanto Maureen los presentó, años atrás. Lástima que había una Pattie Boyd en medio. La vida no es siempre como uno desearía que fuera. Ahora: sin trabajo, sin hogar y con una fuerte adicción al alcohol, Min...