32: La invitación

361 43 11
                                    

— ¿Desde cuándo?

— George — gruñí.

— No. Minerva, acordamos hacer esto, necesito que seas sincera conmigo — me pidió. Nos encontrábamos frente a frente en un estudio vacío, el que había estado ocupando él esa tarde para hacer una sesión de improvisación con otros músicos.

Lo había estado observando desde que llegué. Me había invitado con el único propósito de acorralarme y hacerme las preguntas que jamás me imaginé responder, y que aún dolían al pensar en el desenlace de las cosas. Hubiera sido agradable pensar que me invitó solo para ver a los músicos y pasar una tarde agradable, pero fue tan evidente.

En el fondo, accedí solo porque era lo que tenía que hacer en algún momento. Quizás solo así conseguiría dormir en paz por las noches.

— Desde... no lo sé, probablemente un par de semanas después de conocerte.

— ¿Por qué?

Lo miré con saña.

— George, nunca pensé que eras el tipo de persona que necesita subir su ego a costa de la humillación y vergüenza de otras, otras personas a las cuales llamas "amigos" — dije, molesta.

Resopló.

— Minnie, quiero saber todas esas cosas porque siento que... que pude haberlo evitado.

— Tú no puedes evitar los sentimientos, menos los de otras personas — me exasperé. — Si estás preocupado por... qué se yo, quizás haber hecho algo que me diera pie para sentir lo que sentí, la respuesta es: no, no hiciste nada, jamás me coqueteaste, ni siquiera ebrio o drogado. No fuiste nada más que un buen amigo, uno que vela por mí, cuida de mis pasos, y eso bastó.

Me miraba con la cabeza levemente ladeada, conmovido.

— El resto ya lo conoces, ningún muchacho de mi edad cuido jamás de mí desinteresadamente. Estaba... encantada contigo, no sé si enamorada es la palabra ahora que lo veo desde lejos, George — añadí, intentando defenderme de las palabras de Brian, quien básicamente gritó a los cuatro vientos que estaba locamente enamorada de George y que así lo fue por años.

— Tú sabes que soy el menor de cuatro hermanos, y que la única hermana que tengo me pasa por más de diez años — comentó. — Tú llenaste ese vacío, de algún modo... ese vacío de sentir que todos cuidaban de mí, pero yo no podía cuidar de nadie porque ya no había nadie más. Minerva, tú eras como mi hermana pequeña.

Eso hubiese dolido en algún otro momento. Hoy me encontré sintiendo de todo menos tristeza o frustración. Era lo lógico, al final; algo que no podía ver con los ojos vendados, como antes.

— Desearía haberte visto como mi hermano... yo ni siquiera tengo uno. Hubiera hecho mucho más sentido que todo esto ¿Verdad? Pero no... — me encogí de hombros. — No suelo ser muy inteligente con mis emociones.

— No digas eso — me acarició la rodilla amistosamente, mirándome con una sonrisa queda. — Yo... si tan solo me hubieras dicho antes.

— No, no, no... — empecé a negar. — Hubiera sido un desastre peor. Me hubieras dicho en ese tiempo que solo me veías como una hermana pequeña y probablemente te daba un puñetazo por herirme y nuestra amistad acababa ahí mismo.

— ¿Y era tu idea que jamás lo supiera? — preguntó.

Me quedé en silencio durante un momento, pensando.

— No — murmuré. — Pero era yo quien debía decírtelo, si es que lo hacía.

Nuevamente ambos nos callamos y pude sentir y ver que él quería preguntar algo, quizás comentar algo, pero no lo hizo. No pude evitar pensar que se trataba de Brian, pero últimamente todo dentro de mi cabeza se trataba sobre Brian, y estaba cansada, así que agradecí que mantuviera su boca cerrada.

Lo vi ponerse de pie y ofrecerme su mano para que yo también lo hiciera, cosa que acepté y me levanté.

— Te llevaré a tu casa — dijo. — ¿Sigues trabajando en la librería?

Asentí.

— Ajá, y mañana trabajo en el turno de apertura — añadí, mirando mi reloj de mano. Supuse que afuera ya debía estar oscuro, pero como estábamos cerca de la primavera, el frío se estaba volviendo soportable y las noches no eran tan terribles en la calle.

* * *

El viaje hacia mi apartamento fue tranquilo. Escuchábamos algo de Muddy Waters y George parecía disfrutarlo bastante; no pude evitar que mi mente volviera a Brian. Él adoraba los viejos Blues que comenzaron con Robert Johnson, esos que se propagaron como fuego luego con artistas como Muddy Waters, Elmore James, Son House y muchos más, todos ellos en su colección favorita y más preciada.

Supongo que los guitarristas de esta era estaban bastante influenciados por ellos, son las raíces del rock n' roll. Había oído incluso a Keith hablar con entusiasmo sobre ellos una de las pocas veces que lo vi junto a la banda, pero no hablaba con tanto entusiasmo como lo hacía Brian.

Necesito dejar de pensar exclusivamente en Brian cada vez que escucho o veo cosas que a él le agradan. No es tan único. No es tan especial.

Y tengo que olvidarlo. Tarea número uno de mi lista interminable de quehaceres.

— Estamos aquí — me avisó George, advirtiendo que, a pesar de tenerme a su lado, ya no estaba allí. Volví inmediatamente al sentir su voz y lo miré.

— Gracias por traerme, y por dejarme ver una sesión tan creativa como la de hoy — dije.

— Son tonterías — se encogió de hombros. — Mientras esté en la banda tengo que limitarme a seguir con ellos, las sesiones como esta son para liberar un poco mi mente de esa cárcel.

Sonreí.

— Suena a tortura ser un Beatle estos días — bromeé.

Me sonrió de vuelta.

— Escucha, Mine... estaba pensando que podrías, bueno... que podrías ir a Kinfauns en un par de semanas, para mi cumpleaños — soltó de pronto.

Mi primera reacción, la de mis instintos, fue la de horrorizarme. Kinfauns suponía ir y plantarme frente a la persona que más odie — injustamente — durante años: Pattie Boyd. También, probablemente, frente a otros amigos de George, incluyendo a los Beatles, si es que estaban en buenos términos y querían aparecerse a rendir homenaje por el día de nacimiento de George.

No me agrada el panorama, si he de ser sincera.

— ¿Sabes? Eric estará allí — añadió, como si fuera un incentivo. Lo miré y enarqué una ceja, entonces elaboró un poco más: — Ya me contó que se conocieron en el Rock n' Roll circus, y me contó también que conociste a casi toda la carpa, así que no tienes excusa para decirme que ya no quieres conocer a más famosos porque bien lo hiciste allí...

— No conocí a John ese día, ni quiero hacerlo — me defendí.

— Vamos, no es tan malo — me animó. — Y te lo dice alguien que ha pasado años al lado de ese monstruo.

Eso me hizo reír un poco.

— Bueno, lo pensaré...

— Y si es por Pattie, si te incomoda por...

— George no, ni siquiera la conozco, ¿Cómo me incomodaría? — lo detuve de inmediato y después de un momento de considerarlo mejor, supuse que debía ir. No dejaría que pensara ni por un minuto que quizás, solo quizás, podría seguir enamorada de él y por eso evadir juntarme con los suyos.

Eso jamás.

— Uh, lo pensaré ¿Vale? — dije, y eso fue un sí rotundo, aunque él todavía no lo supiera. 

Cotchford Farm || Brian JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora