18: Bajo el agua

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Estaba soleado como nunca. No es el clima favorito de mi país, de hecho, es muy extraño, pero no me quejo. Me da tiempo de desempolvar vestidos y ropa más ligera. Tomé mis gafas de sol, mi bolso y me subí al primer bus que me dejaba cerca de la casa de Brian, pero no tan cerca como para evadir el sol, lo que me dejó un poco acalorada y cansada con la caminata, así que al momento de pararme en el porche de Cotchford Farm, ya estaba comenzando a sentir que si no me echaba un vaso de agua encima moriría.

Odio estar tan acostumbrada al frío, me pregunto cómo sería para mí vivir en algún país un poco más tropical.

Suspiré, me quité las gafas y me quedé a la sombra bajo el pequeño tejado ante la puerta de entrada del hogar de Jones. Observé la madera, el tallado de la puerta, el pomo reluciente y elegante. No podía decidirme a tocar.

— Voy a ir a comprar los materiales y vuelvo, avísale al señor Jo...

Me quedé frente a frente a un hombre extraño, con un rostro extraño y un ojo extraño. Nada en el se me hacía seguro, y la sensación que tuve en el cuerpo al verlo tampoco fue la mejor. Nos miramos por un par de segundos antes de hacerme a un lado y dejarlo pasar. Dejó la puerta abierta y yo me pregunté si me conocía, porque de otro modo ¿Por qué le dejaría la puerta abierta a una mujer en la puerta de un famoso?

Avancé unos pasos y me encontré con Tom, el de la otra vez.

— Ah, eras tú — dijo. — Pensé que Frank había olvidado cerrar otra vez.

No dije nada.

— Brian está afuera, en la piscina — me informó y se fue a algún lado con unos papeles en las manos, mucho más entretenidos con ellos que con recibirme. Hice una mueca y avancé por los pasillos hacia el jardín trasero de la casa, el cual conducía finalmente a la piscina.

La casa lucía tan lúgubre cuando alguien más merodeaba por allí, es como si las personas vinieran a arruinar el aura que le daba Brian y solo Brian al lugar. Así que apresuré mi paso y al salir al jardín tomé un respiro. La naturaleza por la que se caracterizaba la granja de Brian te hacía sentir que respirabas un aire mucho más puro que el de la ciudad, o que el de cualquier otro lugar.

Caminé por la sombra de los árboles y me tomé mi tiempo. Acercándome a la piscina pude oír el sonido del agua indicándome que había alguien nadando allí.

El fin de mi camino concluyó a orillas de la gran piscina de Brian, viéndolo nadar sin darse cuenta de que tenía visita. Solo en una de sus vueltas posó sus ojos sobre mí y sonrió. No le sonreí de vuelta.

— Minerva Pound — dijo, pasándose una mano por el cabello para apartarlo de su rostro.

— Brian — saludé secamente. — Perdón por la visita sin avisar — añadí.

— No tienes que hacerlo — dijo, extrañado.

Apreté los labios. Mi corazón se sentía traicionado por quien pensé que podría ser mi "amigo", si es que así podía llamarle a una persona con la que he tenido sexo más de una vez.

— ¿Podemos hablar? — pregunté.

— Ya era hora — dijo.

Nadó hacia mí y en un par de segundos estaba en la orilla, a mis pies.

— ¿Me ayudas?

— ¿No podías ir por la escalera? — hice un gesto con la cabeza apuntando donde se encontraba la salida de la piscina.

— Ya estoy aquí, Pound, ayúdame — insistió con un tono más severo.

Suspiré y me agaché, extendiendo una de mis manos solo para que él la tomara y me jalara a la piscina. El cambio de la calidez del sol sobre mi piel a la sensación de frescura del agua me hizo sentir mucho mejor, pero la rapidez del cambio me hizo sentir un poco ahogada y nadé lo más pronto posible para salir a flote.

— ¿Qué mierda, Jones? — grité a todo pulmón, escuchando su suave risa llenar el lugar. Nadé hacia él y, supuse que no esperó lo que venía, comencé a golpearlo.

Nuestra pelea se traslado hacia el medio de la piscina, en donde seguíamos forcejeando como niños, y tan pronto como comenzó, acabó con él haciéndome una llave para que no pudiera moverme.

— ¿Qué mierda tú, Pound? ¿Cuál es tu problema? — me preguntó de vuelta.

— Suéltame — chillé.

— No. ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué hice ahora? O qué te dijeron que hice, porque yo no he hecho absolutamente nada para que pases semanas sin hablarme y ahora llegues a comportarte así...

— ¡Mentiste! — exploté. — Me mentiste y quiero saber por qué, ¿Ok? — seguí, y algo debió haber notado en mi voz, quizás sintió que se me quebró o que algo cambió porque me soltó y pude voltearme a mirarlo ya libre de su llave. — ¿Lo hiciste para meterme en tu cama, es eso?

— Minerva...

— ¡No! — estaba histérica. Tan pronto como me di cuenta de ello intenté calmarme. Nada de eso funcionó contra las lágrimas que asomaban por mis ojos, aunque podrían confundirse con el agua que goteaba por mi cara al estar en la piscina.

Brian intentó tomar mi rostro con ambas manos y lo aparté a manotazos.

— No entiendo — dijo.

— Hablé con Maureen, ella me lo dijo todo — le aseguré.

— ¿Te dijo que estaba teniendo un affair con George?

— ¡Deja de hacerte el desentendido! Enfrenta lo que hiciste, se un ser humano decente por una vez en tu vida — gruñí. — Ella no tuvo nada con él, fue un mal entendido, quedé como una idiota y una entrometida frente a ella, y supongo que le dirá luego a Ringo, a George y todos se reirán de la tonta que fue a confesarle que estaba enamorada de su amigo y...

— ¿Le dijiste que estabas...?

— ¡Sí! ¿Qué querías que hiciera?

— ¡Pues ahí está! — me gritó en la cara, devolviéndome la rabia que le mostré, pero como si pudiera multiplicarla por mil. Me encogí y comencé a apartarme de él. — Le dijiste eso y no fue capaz de admitir tal cosa porque iba a romper tu corazón ¿Qué no entiendes? ¿Qué tan jodidamente inteligente hay que ser para saber eso?

— ¿Qué dices? Sé hombre, admite que me dijiste eso para que olvidara a George y tuviera sexo contigo, si es todo lo que haces, por eso tienes cinco hijos...

Tras decir eso se abalanzó contra mí y me tomó de un brazo, sacudiéndome con brusquedad.

— ¡Anda! ¡Golpéame! ¡Golpéame como a Anita! — lloré y él me soltó con la misma brusquedad.

Aprovechando su descuido puse mis dos manos en su cabeza y lo hundí con toda mi fuerza. Él no podría contra mí porque quizás en la única cosa en la que soy buena es cuando me ponen en una piscina, y la técnica le ganaba a la fuerza bajo el agua, él debía saberlo bien, pero...

¿Qué estaba haciendo?

Mi rabia no podía apoderarse de mí hasta el punto de cometer un homicidio, o un intento de homicidio. De seguro me demandaría después de esto, así que lo dejé y nadé hacia una orilla, espantada de mí misma, de la misma estúpida que hace tan solo minutos estaba echándole en cara su violencia.

Me volteé y él no salía a la superficie aún.

Mierda, no salía.

Cotchford Farm || Brian JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora