9 de junio, 1969.
Entre las cosas que pasaron cuando mi vida limpia de músicos comenzó, me compré un carro —barato, pero funcional— y mi amistad con Rachel, Andy y Lila se hizo uno de los pilares fundamentales para volver a sentirme mejor, al menos cuando iba al trabajo y compartía momentos con ellos fuera de él.
La vida no era una gran paleta de dulce como premio por lo buena que he sido estas dos décadas y algo en la tierra, pero al menos llevaba el ámbito económico, social y familiar con bastante equilibrio.
Un caluroso lunes de junio, el segundo del mes, había ido a trabajar temprano, Andy se había herido con un cortador mientras armaba unas cajas para enviar libros a la bodega y habíamos estado bromeando casi todo el turno por la cantidad de sangre que salió de una herida tan pequeña hasta que llegaron Lila y Rachel a relevarnos.
Almorcé algo simple, dormí la siesta porque lo necesitaba, me desperté a las cinco de la tarde y leí algo. Era una rutina bastante tranquila y sencilla, además de agradable.
A eso de las nueve comencé a preparar huevos revueltos y algo para cenar cuando llama mamá. Ella tiene la costumbre de llamar los lunes y viernes: los lunes para desearme una buena semana y charlar sobre cualquier cosa y los viernes para preguntarme si la semana había estado de verdad bien.
Y siempre estaba bien. Tenían que estarlo, no quería preocupar a nadie.
Pero debí advertir, hace mucho tiempo, que había olvidado darle instrucciones para lo más importante, instrucciones para que mi vida jamás volviera a caer donde estaba.
— Tu amigo Brian llamó, hace mucho que no oía de aquel muchacho — dijo.
No le había explicado qué hacer si en algún momento ocurría algo así. Ella simplemente acogió su llamada y ahora me lo iba a decir.
— Mamá, no quiero saber de...
— Solo me dijo que te dijera "Lo hicieron, estoy fuera", además no le di tu número ni nada, primero quise decirte — me informó, y luego de una pausa comenzó con su interrogatorio de madre preocupada: — ¿Qué es? ¿Alguna clase de trabajo sucio que tienen ustedes dos?
Deseé haberme tapado los oídos o colgado, desconectando el teléfono de paso para no volver a hablar con ella, pero era demasiado descabellado como para siquiera haberlo considerado en serio.
Me pasé una mano por la cabeza sin saber qué hacer o qué pensar de esa información. ¿Por qué no pudo discutirlo con Anna? Quizás, Anna ya no estaba...
No, Minerva, que Anna esté o no, no es tu problema. Brian ya no es tu problema.
— ¿Minerva? — oí a mamá, preocupada.
— No, mamá... — balbuceé. — Brian... Brian iba a perder su trabajo. Lo sabíamos hace tiempo, solo que no... no pasó hasta hoy — respondí luego, entrecortadamente.
Los Stones lo habían hecho.
¿Estaba hablando en serio?
— Sonaba desesperado — mamá, no estás ayudando — Quizás deberías llamarlo de vuelta, dejó su número.
Lo sé de memoria.
— Veré qué puedo hacer — me limité a decir.
— No respondas así, Minerva — me regañó. — Nunca olvidaré que tu amistad con ese muchacho te hizo volver a nosotros, a tu vida antes de...
— Ok, mamá, tengo que colgar. No te preocupes por él — refunfuñé. — Te quiero, adiós, saludos a papá.
Y le corté.
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Cotchford Farm || Brian Jones
FanficSe había enamorado de George Harrison en cuanto Maureen los presentó, años atrás. Lástima que había una Pattie Boyd en medio. La vida no es siempre como uno desearía que fuera. Ahora: sin trabajo, sin hogar y con una fuerte adicción al alcohol, Min...