38: Imposibilidad

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9 de junio, 1969.

Entre las cosas que pasaron cuando mi vida limpia de músicos comenzó, me compré un carro —barato, pero funcional— y mi amistad con Rachel, Andy y Lila se hizo uno de los pilares fundamentales para volver a sentirme mejor, al menos cuando iba al trabajo y compartía momentos con ellos fuera de él.

La vida no era una gran paleta de dulce como premio por lo buena que he sido estas dos décadas y algo en la tierra, pero al menos llevaba el ámbito económico, social y familiar con bastante equilibrio.

Un caluroso lunes de junio, el segundo del mes, había ido a trabajar temprano, Andy se había herido con un cortador mientras armaba unas cajas para enviar libros a la bodega y habíamos estado bromeando casi todo el turno por la cantidad de sangre que salió de una herida tan pequeña hasta que llegaron Lila y Rachel a relevarnos.

Almorcé algo simple, dormí la siesta porque lo necesitaba, me desperté a las cinco de la tarde y leí algo. Era una rutina bastante tranquila y sencilla, además de agradable.

A eso de las nueve comencé a preparar huevos revueltos y algo para cenar cuando llama mamá. Ella tiene la costumbre de llamar los lunes y viernes: los lunes para desearme una buena semana y charlar sobre cualquier cosa y los viernes para preguntarme si la semana había estado de verdad bien.

Y siempre estaba bien. Tenían que estarlo, no quería preocupar a nadie.

Pero debí advertir, hace mucho tiempo, que había olvidado darle instrucciones para lo más importante, instrucciones para que mi vida jamás volviera a caer donde estaba.

— Tu amigo Brian llamó, hace mucho que no oía de aquel muchacho — dijo.

No le había explicado qué hacer si en algún momento ocurría algo así. Ella simplemente acogió su llamada y ahora me lo iba a decir.

— Mamá, no quiero saber de...

— Solo me dijo que te dijera "Lo hicieron, estoy fuera", además no le di tu número ni nada, primero quise decirte — me informó, y luego de una pausa comenzó con su interrogatorio de madre preocupada: — ¿Qué es? ¿Alguna clase de trabajo sucio que tienen ustedes dos?

Deseé haberme tapado los oídos o colgado, desconectando el teléfono de paso para no volver a hablar con ella, pero era demasiado descabellado como para siquiera haberlo considerado en serio.

Me pasé una mano por la cabeza sin saber qué hacer o qué pensar de esa información. ¿Por qué no pudo discutirlo con Anna? Quizás, Anna ya no estaba...

No, Minerva, que Anna esté o no, no es tu problema. Brian ya no es tu problema.

— ¿Minerva? — oí a mamá, preocupada.

— No, mamá... — balbuceé. — Brian... Brian iba a perder su trabajo. Lo sabíamos hace tiempo, solo que no... no pasó hasta hoy — respondí luego, entrecortadamente.

Los Stones lo habían hecho.

¿Estaba hablando en serio?

— Sonaba desesperado — mamá, no estás ayudando — Quizás deberías llamarlo de vuelta, dejó su número.

Lo sé de memoria.

— Veré qué puedo hacer — me limité a decir.

— No respondas así, Minerva — me regañó. — Nunca olvidaré que tu amistad con ese muchacho te hizo volver a nosotros, a tu vida antes de...

— Ok, mamá, tengo que colgar. No te preocupes por él — refunfuñé. — Te quiero, adiós, saludos a papá.

Y le corté.

Cotchford Farm || Brian JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora