8: Aceptación

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A la mañana siguiente, cuando desperté, Brian no estaba en ningún lugar que abarcara mi campo visual, y yo estaba, de hecho, descansando en la cama de la habitación principal en vez del suelo en donde, puedo asegurar, me quedé dormida. Luego de unos segundos, escuché movimiento en el lugar y finalmente vi a George, quien ahora estaba listo y compuesto para marcharse.

Él fue quien me explicó que Brian se fue al momento de despertar, diciendo que necesitaba irse. Después de eso se levantó para cargarme hacia el cuarto y dejarme en la cama. Era una mañana fría y era inaceptable que hubiera pasado la noche en el suelo, aunque yo recuerdo que caí en un sueño tan profundo que no fue una tortura.

Pronto, George se estaba despidiendo de mí, recordándome que podía quedarme el tiempo que yo quisiera y luego estaba sola. Todo el lugar para mí. Bostecé y, en unos minutos, volví a dormir; creo que soñé hablar con Brian entre susurros, decirle que quería ir a Cotchford Farm con él. Extraño, repito. Todo lo que refiere a él siempre ha sido extraño para mí.

No volvió a llamar. No llamó ni el día después de conocerle, tampoco la semana que vino.

Estaba lista para dejar el piso de George para siempre porque realmente comenzaba a sentirme como una carga para él y mi situación no estaba mejorando particularmente. Así es como recogí mis cosas, hice una limpieza general para dejar el departamento tal y como me lo había entregado y finalmente tomé un baño de tina.

El día final había llegado. Estaba secando mi cabello con una toalla cuando el teléfono sonó.

Ese fue, irónicamente, el primer día en el que no esperé a George del otro lado de la línea y cuando tomé el teléfono, casi caigo al suelo cuando oí la suave voz de Brian saludarme, pues se sintió como un gran "por fin", si es que las palabras pudieran convertirse en sentimientos o sensaciones.

— Fue agradable conocer por fin a la señorita Pound — bromeó.

— Se siente como si hubiera sido hace veinte años, señor Jones — respondí quietamente. Le oí reír con gracia.

— ¿Ya me extrañas? — preguntó.

— Que te den — refunfuñé. No estaba enfadada en absoluto, es más, estaba divertida, pero tras lo último que dije, nos quedamos en silencio, y no fue uno de esos silencios incómodos que tanto desprecio, pero había que continuar con la conversación de algún modo. — Brian, ¿Estás bien?

— Sí. ¿Lo estás tú? — preguntó de vuelta.

— Sí.

Sonó como si ambos mintiéramos, porque él sonó como yo y yo estaba mintiendo.

— Escucha, si tu oferta sigue en pie, yo...

— Ven — dijo, sin dejarme terminar. — Te daré mi número y la dirección, ¿Está bien?

Sonreí. Para ser esa horrible persona que estoy segura que es, era tan educado y cuidadoso. Sí, golpeó a su chica, embarazó a otras y las abandonó... no puedo olvidarlo, joder.

— Sí, genial — dije, pero entonces... — Espera, necesito ir por un lápiz... solo espera.

Corrí por todo el piso buscando un bendito lápiz, el cual encontré por suerte en uno de los cajones de la mesita de noche que George tenía a un costado de la cama que estaba en la habitación principal. Cuando volví al teléfono tuve miedo de escuchar que Brian había cortado.

— ¿Estás allí aún? — pregunté a penas agarré el auricular.

— Claro que sí — respondió con humor. — ¿Tienes el lápiz?

— Sip. Ahora dime — le pedí.

Cuando colgamos el teléfono, sin mucho que decir aparte, me quedé mirando el pedazo de periódico mal cortado sobre el cual destacaba mi propia letra con la dirección y el teléfono de Brian Jones. Nuevamente una sensación de lo más extraña se apoderó de mí y ni siquiera tuve la necesidad de compartirla, como todo lo demás, con George.

Me tendría que perdonar por desobedecerlo, pero al día siguiente dejaría su apartamento y migraría hacia allí, hacia la casa de Winnie the Pooh, y lo demás, de pronto, dejó de importar.

Todo en lo que podía pensar era en el amanecer del día en el que iría a ese lugar lleno de misterios, fantasía y magia. 

Cotchford Farm || Brian JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora