XLVI. Almost So Far (Part II)

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•Luke•

Después de haber dejado a Audrey frente de su casa, intentó hacer tiempo en llegar a la suya. Sabía como era su mamá y temía por un regaño mas que seguro, porque era lógico, había prácticamente robado por toda una semana la camioneta de su padre, le había dejado sin transporte, había vaciado la alacena, había escapado y para colmo se atrevió a viajar mas de quince horas aun a sabiendas de que no tenía licencia y por si fuera poco, estaba regresando con el tanque de la gasolina vacío. Pero a estas alturas ya no le importaba mucho lo que fuera a pasar al llegar a casa, porque bueno, estaba a punto de perder al amor de su vida, técnicamente estaba terminando indirectamente su relación con Audrey, porque era mas que obvio que la distancia, al menos en esta ocasión sería un enorme impedimento por mas que ambos quisieran estar juntos.

Una vez frente a la casa de sus padres, ingresó con la camioneta en el espacio del garaje, suspiró con nerviosismo y ni siquiera se molestó en sacar sus cosas, sólo apagó la camioneta y bajó de ella. Las luces de el piso de abajo aun estaban encendidas, caminó despacio e introdujo una de sus manos en el bolsillo trasero de su pantalón para sacar sus llaves, una vez que las tuvo entre sus manos tomó una bocanada grande de aire y mientras escogía la llave de la puerta lo soltó con fuerza. Caminó hasta la puerta e introdujo la llave en el cerrojo y de inmediato la puerta cedió. Entró en su casa de la manera mas silenciosa posible, el comedor estaba vacío si embargo la luz de la cocina estaba también estaba encendida, lo cual en realidad era bastante raro puesto que su familia tenía la costumbre de irse a la cama temprano y actualmente ya eran alrededor de las doce y quince de la madrugada. Aun así caminó sigilosamente hasta la entrada de la cocina y echó un vistazo dentro y ahí encontró a su hermano Jack y a su padre preparándose un bocadillo nocturno.

—Hola.—saludó tímidamente mientras ambos hombres lo miraban impresionados con un bocado en la boca.

—Hijo.—habló su padre mientras dejaba su bocadillo en la barra de la cocina y se acercaba a él. Una vez frente a su hijo le tomó la cara y la movió en todas direcciones mientras se aseguraba de que no tuviera ni un sólo rasguño, esta acción a Luke le recordó completamente a su madre.—¿Estas bien, Rob?—habló de nuevo una vez que supervisó completamente a su hijo.

—Si.—habló el rubio.—Yo... Lo siento, papá. Por tomar tu camioneta sin avisar y perderme sin dar por toda una semana.

—Tranquilo, hijo. Todo está bien. De hecho tu madre estaba completamente histérica. 

—Quería levantar un tipo de alerta Amber porque no confió en la nota que nos dejaste.—Jack habló por primera vez. Se acercó a su hermano y le tendió la mano para saludarlo.—Me alegra que estés bien, hermanito.—le sonrió y regresó a la barra en busca del sándwich que se había preparado. Su padre sonrió mientras meneaba la cabeza.

—¿Y donde esta ella?—preguntó Luke mirando a su padre.

—Está arriba durmiendo. Se calmó un poco después de que le expliqué las estupideces que son posibles de hacerse por amor.—respondió Jack en su lugar mientras rodaba los ojos.

—Por supuesto que está enojada, pero estará mas feliz de que ya hayas regresado y que lo hayas hecho con bien.—su padre habló esta vez.

—Hablando de eso. Mañana Audrey se va a Carolina del Norte a vivir con su abuela y me preguntaba si iba a haber algún problema respecto a que vaya a acompañarla al aeropuerto.

—Yo me encargo de eso, hijo. Te entiendo, sólo un poco, pero lo hago. Así que tranquilo, yo hablaré con tu madre al respecto. Ahora, ve a dormir, que seguro debes levantarte temprano por la mañana para acompañar a Audrey al aeropuerto.—le sonrió de lado y le dio un ligero golpe en el hombro con la palma de su mano.—Anda.

Luke obedeció y se encaminó hacia las escaleras, comenzó a subir y una vez arriba pasó a echar un vistazo al cuarto de sus padres sólo para limitarse a ver la silueta de su madre, quien respiraba pausada y ligeramente. Sonrió al verla después de tantos días y emparejó la puerta, luego siguió su camino hasta su cuarto. Una vez dentro cerró la puerta con pestillo y suspiró agradecido por al fin poder dormir en su preciada cama. Se deshizo de sus zapatos que habían sido los mismos durante la semana que estuvo fuera de casa, cuando sus pies tocaron la alfombra cerró los ojos ante la reconfortante sensación. Hizo lo mismo hizo con su playera y sus pantalones de mezclilla. Ni siquiera se molestó en buscar una pijama, sólo se acerco al lado izquierdo de su cama, la destendió y se deslizó bajo las sábanas. 

Como muchas veces suele pasar, los momentos en que se es mas inmune es cuando tu subconsciente se aprovecha y comienza a amedrentarte con todo tipo de pensamientos que durante todo el día haz tratado de evitar. Y comenzaron. ¿Qué es lo que haría en el momento definitivo en el que Audrey ya no estuviera dentro de su alcance? Era mas que obvio que no toda la vida podría estar esperando por volver a estar a su lado, aún así se negaba a plantearse una vida lejos de ella, no habían sido pareja por mucho tiempo, pero lo que sí, era que su relación con Audrey era de esas en las que sientes que no hay nada después y aunque lo hubiera, no quería descubrirlo. Es cuando se da un progreso como el que nunca antes, sientes que por fin estas a lado de tu media naranja, tu otra mitad. Aquello por lo que tu madre reza todas las noches que encuentres para que te haga completa y plenamente feliz. Su vida daría un giro de 300° grados cuando ella partiera. Se sentía tan ridículo por tener tantos y diferentes sentimientos encontrados y todos hacia la misma persona que ponía su mundo de cabeza. Pero no se podía dar completamente por vencido, había formas en las cuales podían seguir comunicados. No todo estaba perdido. Aun podía llamarle, mandarle mensajes con la diferencia de horario como única opositora en todo esto. Con todo esto en su mente aun no se permitía darle espacio a la resignación. Quería comprar un boleto de avión para irse con ella o convencer a su madre para que le permitiera quedarse con él, pero vamos, las cosas no podían ser tan fáciles, no se trataba de un permiso para llegar mas tarde de una fiesta o para que se quedara a dormir una noche en su casa o como unas vacaciones temporales a otro país, a otro continente.

Su cabeza daba giros y giros en donde no había que darlos, tanta era la frustración que recorría su ser que su cabeza estaba cerca de explotar, era indescriptible el dolor que ahora estaba sintiendo. Se giró hacia el lado de su buró y encendió la lampara que ahí tenía, en el cajón buscó una tira de pastillas que tomaba cada que tenía demasiado insomnio, una vez que las encontró se metió una entre los labios y la pasó por su garganta con un poco de saliva. Alrededor de quince minutos sus ojos comenzaban a pesar, se acomodó perfectamente en su cama, se cobijó hasta el cuello, hundió su cabeza entre sus almohadas y calló completamente dormido, no sin antes recordar a la rubia que le robaba suspiros.

AriZona (Luke Hemmings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora