III. Continue Smoking

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•Audrey•

—¡Audrey! ¡Ya te he dicho hasta el jodido cansancio que no me gusta que fumes!

—Ya le agarré el gusto a esto. —meneó de arriba a abajo el cigarrillo dejando caer las cenizas de este.

—Pues quitate ese gusto.

—¿Por qué? Eventualmente tú también lo hacías. —recalcó colocando el cigarrillo entre sus labios.

—Tú lo has dicho, lo hacía y dejé de hacerlo por ti.

—Pues yo no dejaré de hacerlo por ti. —soltó el humo.

—Siempre debes llevar las de ganar, ¿No es así?

—Me gusta ganar. —el sonrió. En seguida el teléfono de Audrey comenzó a vibrar en su bolsillo seguido de su tono de llamada.

—¿Quién es?

—No lo sé, tal vez sea Reece. —se encogió de hombros, sacó el celular y contestó. —¿Hola? ¿Michael? ¡Ah! Al que le invite el cigarrillo, ¿No?. ¿Por qué te daría un numero falso? Bien, esperaré que me vuelvas a llamar. Adiós. —colgó y alejó el cigarrillo de sus labios.

—¿Michael?

—Si, es que hace como dos días iba a comprar un AriZona y tuve una pequeña discusión con un chico por ella, quedamos en compartirla y me llevó con sus amigos y uno de ellos es Michael, me pidió mi numero y ya.

—Le gustaste.

—¿Qué? ¡Claro que no!

—Audrey, no es cotidiano que sin conocerte ya quiera que me des tu número.

—Yo creo que le gusto mi cabello. —él alzó una ceja. —El llevaba el cabello teñido. —respondió.

—Puede ser. Entonces, ¡Eso quiere decir que eres fea!

—Y tu eres asiático y no te digo nada.

—Y vuelves a eso. Soy australiano igual que tú.

—Asiático. —él rodó los ojos aparentemente molesto. —Te amo.

—Si, claro. Se nota. —bufó levantándose y tendiéndole una mano para ayudarle a levantarse también.

Cuando Audrey tenía seis años, su madre se dedicaba a cuidar a niños en su casa, uno de esos niños era Calum, los padres de Calum habían fallecido en un accidente de tránsito mientras iban a recogerlo a la casa de Audrey, no tenían familiares que quisieran hacerse cargo del pobre huérfano, así que la mamá de Audrey peleó por la custodia de Calum, el conservó el apellido de su difunta familia y comenzó a vivir en la casa de los Brisebois. Como si siempre hubiese sido uno de ellos.

(...)

—¡Jovencita! ¿Donde estuviste? —preguntó Reece, el hermano menor de Audrey, cruzado de brazos frente de ella.

—Le avise a mamá que saldría con Calum. —respondió.

—También debes avisarle al hombre de la casa. —meneó su dedo frente a las narices de Audrey.

—El hombre de la casa iba conmigo. —ella señaló a Calum a sus espaldas.

—¡No es verdad! El hombre de la casa soy yo, no Calum. —bufó frunciendo el entrecejo.

—Reece... Sabes que respeto que quieras cuidarme, pero ya se cuidarme sola y la mayoría de las veces salgo con Calum, deja de interrogarme tanto. —tomó la cabeza de su hermano entre sus manos y le plantó un beso en la frente. —Ven, vamos a cenar. —lo tomó de la mano y lo jaló hasta la cocina. —Hola, mamá. —sonrió y se acercó a la mujer que estaba sentada en la barra del desayuno con su portátil frente a ella.

—Hola, Audrey. —levantó el rostro para que su hija le diera un beso en la mejilla. —¿Seguiste fumando? —preguntó mientras Audrey caminaba al estante de vasos detrás de su madre.

—Si. —respondió la otra caminando al refrigerador.

—¿Uno o dos?

—Media cajetilla. —Calum soltó una risa acompañada de tos por la respuesta de Audrey.

—¿Cada cuándo?

—Cada que puedo.

—Bien, para otra ocasión mastica una goma de mascar antes de entrar a la casa, no eres muy buen ejemplo para tu hermano. —le respondió después de haber soltado un suspiro cansado.

—Gracias, mamá. —se acercó a la mujer y le dejó un vaso de zumo de naranja a lado. —¿Hay de cenar?

—No, lo siento, no pude pasar al súper mercado, debía terminar esto. —contestó sin apartar la vista de su portátil.

—Iré por algo, ¿Bien?

—Con cuidado.

—Reece. Vamos. —le hizo una ceña a su hermano y este la siguió fuera de la cocina marchando.

AriZona (Luke Hemmings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora