XI. Babysitting

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•Luke•

El chico se encontraba dando vueltas por toda su habitación, tenía una mezcla de emociones para nada agradables, era impotencia, por no poder simplemente desobedecer a su madre y largarse a aquella fiesta; furia contra Michael, porque sabía que él trataría acostarse con Audrey; estrés, por no poder hacer nada al respecto, pero el más importante y desagradable de todos era la confusión, ¿Por qué? Por no saber por que se preocupaba tanto por Audrey.
Habían varias cosas que le satisfacían de la chica, como su forma de actuar ante ciertas personas, su forma de defensa ante los reclamos de Calum y la forma victoriosa en que usaba las palabras, le agradaba compartir cosas con ella, como el AriZona con el que se conocieron, los XtreMes con los que Audrey quedó fascinada y los cigarrillos que Luke había odiado, por otro lado, le encantaba el contraste perfecto de el cabello y ojos color azul. Estaba tan estúpidamente entretenido pensando en ella que la recordó cuando soltaba el humo de los muchos cigarrillos que la ha visto consumir, luego, se dió cuenta que su gusto no era a la forma de expulsar el humo, si no, a la delineación de sus labios, definitivamente, 'le comería los labios'.

Su teléfono vibró seguido de su tono de llamada desde su mesa de noche, sacudió su cabeza deshaciéndose de las imágenes regresivas de Audrey. Se acercó a la mesita y cogió su teléfono el cual avisaba la llamada de un número desconocido.

—¿Hola?

—¿Luke?

—¡Audrey! —las mejillas de Luke se tiñeron de un color rojo carmín por haber estado pensando en la chica y a pesar de que ella no podía verlo sintió algo de verguenza.

—Calum me pasó tu número. Espero no te molestes.

—Ah, no, no, está bien.

—¿Podrías hacerme un favor?

—No lo sé, estoy castigado.

—Mierda.

—¿Qué necesitas?

—Como iré a la fiesta con Michael y Calum, no habrá nadie que cuide a mi hermano porque mi mamá no estará, eras mi única opción.

—Veré que puedo hacer, te llamo en veinte minutos, ¿Está bien?

—Bien. —colgó.

(...)

Había tardado un poco más de lo esperado para llegar a la casa de Audrey, ¿Quién habría pensado que en la calle anterior iba a haber una casa exactamente igual exteriormente a la de Audrey?

Las manos le sudaban demasiado, sentía como si hubiese ido a lavar sus manos sin haberlas secado, las frotó a los costados de sus pantalones, pasó su mano frenéticamente por su cabello tratando de arreglarlo, ajusto su chaqueta, subió sus pantalones y hasta revisó sus agujetas, levantó la mano y tocó suavemente con los nudillos.

La pierta crujió al ser abierta por el hermano pequeño de Audrey.

—Niñero Luke. —el niño sonrió, se alejó de la puerta y la abrió un poco más para que el rubio entrara.

—Hola. —susurró raspando sus pies contra el tapete de entrada.

—Reece, ¿Quién... Oh, ya has Llegado. —Audrey bajó los escalones faltantes y se recargó en el barandal al pie de las escaleras.

—Hola. —volvió a decir tratando de mirarla de arriba a abajo lo más desimuladamente posible. La chica vestía con una blusa de tirantes ajustada, no dejaba nada a la imginación debido a que marcaba la copa del sostén que cubría su busto y unos shorts viejos de lona que dejaban descubiertos sus muslos.

—¡Deja de mirarme así! —exclamó divertida. —No iré con esto a la fiesta por si es que lo estás pensando. —Luke desvió la vista apenado y Reece sonrió con gracia. —Pueden ordenar comida si no les gusta nada de lo que hay en el refrigerador. —habló de nuevo caminando a la cocina con Luke detrás de ella. —A Reece le gusta la pasta de un local en el centro, el número está pegado en el refrigerador. —señaló el armatoste. —Reece sabe donde está mi dinero, puedes tomarlo si Reece y tú quieren algo.

—¿Luke puede llevarme al parque? —preguntó el niño haciendo presencia en la cocina.

—Por mi excelente, pero yo no estaré a cargo, debes preguntarle a Luke. —el pequeño miró al rubio.

—Si. Claro que puedo.

(...)

—¿Cuando terminemos de comer me llevas al parque, Luke? —preguntó Reece introduciendo un tenedor con pasta incrustada en él a la boca.

—Esta lloviendo, Reece. —explicó mirando en dirección a la ventana frente al regadero de la cocina.

—Ah. —soltó desanimado. —Entonces, ¿Puedes jugar videojuegos conmigo?

—Vale, termina tu pasta. —con un gesto de la cabeza le señaló el plato con lo mínimo de pasta en él.

(...)

El muslo le dio cosquillas, mordió su lengua e intento ignorar aquel cosquilleo, pero de nuevo lo sintió.

—Pausa el juego, Reece. —el niño pulsó un botón en su control y el pantalla se congeló. Luke sacó su celular del bolsillo, la pantalla indicaba una llamada entrante de Michael, Luke bufó y desvió la llamada. —Continúa enano. —iba a tomar su control de nuevo pero su celular vibró nuevamente, Luke gimió y lo tomó otra vez. —Debe estar ebrio. —susurró antes de responder. —¿Qué mierda quieres, Michael?

—No soy Michael, torpe. —la persona al otro lado del celular de Michael arrastraba las palabras y alargaba las vocales. —¿Cómo está Reece?

—¿Audrey?

—La misma. —Luke escuchó la risa escandalosa de la chica y seguido el tono de que la llamada había sido finalizada.

AriZona (Luke Hemmings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora