Epílogo

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Always.

Cómo todo joven enamorado, Luke haría todo lo posible por volverla a ver a pesar de ya no ser nada, el daría todo y más por otra mirada.

Después de que le viera por última vez en el aeropuerto de Australia, todo tipo de comunicación se cortó entre ellos, dos días después de su partida, Audrey había cerrado su perfil en Facebook y cambiado su número telefónico que eran las únicas dos formas de comunicación que Luke tenía la esperanza de usar a pesar de la distancia.

Le entendía, realmente lo hacía, ella había dejado más que claro que le dolería tener una relación a distancia, por eso había terminado la cercana. No le guardaba rencor alguno, a pesar de haber desaparecido de su vida sin una mínima despedida, a pesar de haber destrozado su corazón con su partida, comprendía que él no era el único que sufría la lejanía.

¿Qué sería de ella? Ningún recuerdo triste de ella rondaba por su memoria, solo se limitó a recordar y preservar los buenos y necesarios. Le recordaba con su color preferido de cabello, azul. Azul obscuro con el que la había conocido, le recordaba sonreír, le recordaba fumar y le recordaba dormir, cómo aquella última vez.

Bajó del colectivo que le habían recomendado abordar en la recepción del hotel, aquel colectivo terminaría su ruta diaria en el centro, si no la volvía a ver, por lo menos lo había intentado. No iba con la idea de encontrarla el primer día ni mucho menos el último. Iba con la idea de intentar.

No veía muy amplia la posibilidad de reencontrarse, habían pasado seis años exactamente después de aquella gloriosa semana a su lado, podría volver a Australia con la conciencia tranquila si lograba volverle a ver.

Carolina era un lindo lugar, el rubio no podía evitar mirar a todos lados en lugar de mirar por dónde caminaba, chocó con varias personas en su camino, miraba anonadado a cualquier lugar menos al frente. Otra de las cosas que hacía, era pensar en cómo sería la actual Audrey. Probablemente era una adulta joven con el cabello rubio natural, sin embargo sonreía ante la escasa posibilidad, era Audrey Brisebois de quien hablaba, nada era seguro.

(...)

Iba en el quinto día de su semana de estancia estimada en Carolina, seguía sin quitarse la tierna idea de encontrar a Audrey justo como esta lo dejó.

Cada día iba a recorrer calles, plazas, parques, pero nada. Aún así, no se daba por vencido.

Ese día, había olvidado su reloj en la habitación del hotel, proponía que eran aproximadamente las cuatro de la tarde y Luke miraba en todas direcciones posibles en busca de un local donde pudiese comprar una bebida. Aproximadamente quince minutos después, se encontraba en una tienda pequeña buscando entre todas las bebidas de la parte trasera, su favorita, al mismo tiempo un recuerdo lo golpeó con fuerza. Así había conocido a Audrey. Y recordaba que no quería salir a patinar en esa ocasión. Recordó su cabello, sus finas manos y su manera arrogante y sarcástica de ser, la cual sólo era superficial, la verdadera Audrey era la mujer más genuina y preciosa que podría haber conocido en su vida. Sonrió un poco y recargó su cabeza en la puerta del refrigerador e inocentemente abrazó la lata de Arizona, cerró los ojos y recordó a Audrey. No se había dado cuenta de cuanto la extrañaba hasta que se había permitido hacerlo. Dio un respingo pues la encargada de la tienda se acercó y le tomó desprevenido, perdido. La chica, particularmente pequeña le tomó el hombro y le preguntó si todo estaba en orden. Luke asintió avergonzado y con la sangre estancándose en sus mejillas. Asintió y cerró la puerta del refrigerador. La encargada lo miró sonriendo, retiró la lata de sus manos y se la llevó al mostrador.

—¿Necesitas algo más? —preguntó pasando la lata por el lector de códigos.

—Hum, no. No. Creo que no, ¿cuánto va a ser?

AriZona (Luke Hemmings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora