Había estado pensando en lo que me había dicho Oliver toda la semana. De por sí, no estaba precisamente ávida por ir a la fiesta dados mis numerosos temores, pero al mismo tiempo no podía descartar el que mis amigos tuvieran razón (además de lo de la virginidad, claro; eso era una estupidez).
En la tarde del partido, me reuní con Julie y Logan en el patio de mi casa. Julie se había puesto un vestido floreado y unos botines marrones y Logan había escogido la camiseta del equipo del Emerson.
—Logan, ¿por qué miércoles te pusiste la camiseta de los del equipo contrario? —le pregunté en cuanto lo vi sentado sobre la baranda del porche.
—Después del partido vamos a ir a una fiesta de los del Emerson, después de todo. No queremos quedar como unos perdedores.
—Eso no quita que lo seamos, campeón —le dijo Julie entre risas.
Llegamos a la entrada de la preparatoria Emerson en cinco minutos. La mayoría de las personas con las que nos topamos iban a vestidas de blanco y azul marino, los colores del Emerson.
El equipo del Emerson era reconocido por ser de los mejores del estado, al punto en que ganaban casi todos los torneos. Si ganaban el de ese año, iban a ganar su tercer torneo consecutivo. Por consiguiente, la mayoría de los alumnos de nuestra escuela decidieron permanecer escondidos en sus casas o como mínimo venir vestidos como si apoyaran al Emerson, como lo había hecho Logan. En efecto, querían ahorrarse la vergüenza.
No pude evitar quedarme maravillada ante la grandeza de la escuela. Lo primero que vimos al entrar fue la cancha de fútbol americano extenderse a nuestra izquierda, al frente de las de vóleibol y baloncesto. Ninguno de nosotros podía creer cuántas canchas estaban a nuestro alrededor.
A la derecha, estaban todas las edificaciones que correspondían a la preparatoria. Se trataba de edificios de tres pisos pero sumamente amplios. Las paredes estaban en gran parte hechas de cristal, de tal suerte que desde la distancia a la cual nos encontrábamos ya podíamos observar la gran cantidad de iMacs en las salas de informática. De igual manera, notamos que todos los salones contaban con retroproyectores y pantallas táctiles además de las pizarras tradicionales.
Julie se las había arreglado para conseguirnos asientos en la primera fila gracias a Christopher. Logan había salido en busca de perros calientes y gaseosas para todos.
—Ya están saliendo —dijo Julie tratando de calmarse a sí misma cuando salió el equipo del Emerson—. Mierda, Ella. Están buenísimos.
Yo estaba pensando lo mismo, pero a diferencia de mi amiga me guardaba los pensamientos para mí misma. La verdad era que los del Emerson estaban más que buenísimos.
Cuando salió Alexander, de último, todas las chicas comenzaron a chillar.
Babosas.
—Estamos por lo menos a cuarenta metros y aun así se ven sus abdominales —dijo Julie mientras Logan nos pasaba las provisiones, hablando de cualquiera menos de Christopher.
Enseguida salió el equipo de nuestra escuela. Los gritos fueron menores pero los del Emerson fueron lo suficientemente corteses como para no abuchear.
El partido comenzó unos cinco minutos después como mucho. Sorprendentemente, durante los primeros diez minutos, fueron los de nuestra escuela quienes tuvieron mayor dominio de la pelota. No obstante, no lograban por nada del mundo meter gol; la defensa del Emerson estaba insuperable así que, por más que no atacaran, el balón no lograba pasarse a su lado de la cancha. Hago énfasis en "durante los primeros diez minutos" dado que después de haber cansado a los de nuestra escuela, comenzó la masacre.

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Al otro lado de la calle
RomanceAlexander Blumenberg es inteligente, talentoso, germánico, millonario e irresistiblemente atractivo. Nunca lo vi como nada más que el amigo de mi hermano (además del protagonista de mis más descabellados sueños), hasta que una serie de sucesos, tant...