XXXII

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Es domingo en la mañana.

Ya han pasado dos noches desde mi cita con Alex. Sin embargo, de tan solo pensar en ella y en lo fantástico que fue todo, siento que estoy allí de nuevo, viendo sus ojos celestes mirándome con ternura a la luz de la luna; viéndolo contarme tan sinceramente acerca de sus mayores miedos y traumas que lo han herido para siempre.

Por supuesto que cuando Joseph me contó lo que había pasado con Erik me había chocado, de hecho me había chocado muchísimo. No obstante, ver a Alex hablarme de forma tan genuina no solo me chocó, me destrozó por dentro y, simultáneamente, saber que por fin le importaba lo suficiente y confiaba en mí lo suficiente como para compartir esa parte de él conmigo significa el mundo para mí.

Ayer no volvimos a hablar en todo el día. Alex no me llamó ni me envió ningún mensaje ni yo a él, pero la verdad es que lo mucho que hablamos el viernes nos da para meses y meses por venir... Aunque, al mismo tiempo, ahora que probé un poco del verdadero amor de Alex siento que me he vuelto adicta.

Por lo menos esta vez sé que va en serio. Ya no puedo seguir dándole vueltas al asunto, ya no puedo seguir poniéndolo a prueba. Ahora tengo la certeza de que lo que tengo con Alexander, por más que parezca demasiado bueno para ser verdad, lo es, aunque tenga que pellizcarme de vez en cuando para recordarlo.

Bajo de mi habitación a la cocina para prepararme el desayuno con una enorme sonrisa que trato pero no logro disimular. Mi hermano ya está abajo sirviéndose jugo de naranja.

—Alguien está feliz... y es la segunda mañana consecutiva —me dice Oliver, que no puede evitar notar la expresión de auténtica felicidad en mi rostro—. Quién hubiera dicho que lo único que hacía falta para que mi hermana dejase de ser pesada como un yunque en las mañanas era una cita con Alexander Blumenberg...

—A ver, a ver... Que tampoco era tan pesada en las mañanas, es solo que...

—Es solo que la cita estuvo así de buena.

—Pues sí —confirmo todavía riéndome como una niñita pequeña a la que le están haciendo cosquillas.

—¿Adónde me dijiste que fueron?

—Íbamos a ir a un restaurante pero debido a unos inconvenientes terminamos yendo a bañarnos al lago...

—Oh wao, qué romántico... ¿Y no te ha vuelto a escribir? —me pregunta Oliver, extrañado.

—Pues... no —comienzo a decir, rascándome la cabeza—. Pero la verdad es que yo lo entiendo, todavía está abrumado por todo lo que pasó en la cita. Yo tampoco le he vuelto a escribir, ¿eh? Tampoco es que sea culpa suya.

—Bueno, en ese caso tal vez deberías escribirle tú entonces, ¿no? Ya han pasado dos días, podrías preguntarle cómo va o decirle que la pasaste bien... Para mostrarle que sigues interesada y tal.

—A ver, a ver, a ver... ¿Y cuándo fue que mi hermanito se volvió el experto en amor? —lo molesto, a pesar de que a este punto sé muy bien cuál es la respuesta. Me acerco para sacudirle el pelo de forma juguetona.

—Ya, ya... Que si sigues así de fastidiosa no vas a poder aprovechar los consejos de este experto en el amor —dice imitando mi voz y haciendo comillas con los dedos.

Me siento en el sillón de la sala, cerca de la cocina, y después de pensarlo un rato me doy cuenta de que probablemente Oliver tiene razón. Debería escribirle a Alexander para dejarle saber que la pasé muy bien y que sigo más que perfectamente interesada.

Tomo mi celular y lo busco en Instagram, ya que se me hace más divertido escribirle desde mi antigua cuenta de acosadora que escribirle mediante un mensaje de texto común y corriente.

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⏰ Última actualización: Nov 12, 2020 ⏰

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