ADVERTENCIA: Este capítulo está principalmente compuesto de contenido sexual gráfico y explícito.
Alexander reanuda su accionar sobre mí exactamente en donde lo había dejado. Cuando besa el centro de mi pecho, algo en mí —por no decir el estrógeno— quiere pedirle que vaya un poco más abajo y lo hace, pero ni siquiera roza mis pechos como yo quería que lo hiciera, más bien baja de frente a mi abdomen. De todos modos, no voy a mentir, se siente increíble. Descubro lo sensuales que se sienten los besos en el ombligo en cuanto sus labios hacen contacto con el mismo.
Mientras se mueve ágil pero suavemente por mi cuerpo, sin atreverse a tocar mis partes prohibidas, soba delicadamente la parte de atrás de mis piernas de arriba para abajo con las manos. Siento cómo un calor abrazador se desprende de su cuerpo, el aire de la habitación se siente frío en comparación a su cuerpo y el contraste me hace desearlo aun más.
De repente, la duda comienza a surgir en mí. ¿Qué mierda estamos haciendo? Ni siquiera hemos conversado, todo esto surgió de la nada. Estoy a punto de dar un paso hacia atrás y decirle que pare, pero es ahí cuando toma la parte de abajo de mi vestido y la levanta, dejando mi ropa interior negra al descubierto.
Acerca su rostro a la misma y pregunta:
—¿Puedo?
Viendo sus ojos a un metro de los míos, él estando arrodillado frente a mí y mis hormonas sacudiéndome de la cabeza a los pies, mi respuesta es desgraciadamente evidente:
—Sí.
Alexander deposita un beso sobre mi ropa interior y ya puedo sentir cómo mis genitales se transforman en una cascada. Este es el efecto que provoca Alexander en mí tan solo con el primer contacto con mis partes privadas.
—¿Esta es tu primera vez? —me pregunta antes de proseguir, como si Eva no me hubiera obligado a anunciárselo a todos el día del incidente del bosque.
—Pues... Ya sabes que sí.
—Tampoco es que sea algo malo, no lo es para nada. Simplemente es importante saberlo porque nunca sabes cómo tu cuerpo va a reaccionar la primera vez.
No sé qué pensar acerca de lo que dice Alexander. Me sorprende que tenga tanto tacto y que se muestre tan delicado y respetuoso en respecto a mí virginidad. Está de más decir que eso me alivia y me limpia un poco la culpa que había estado sintiendo, pues me estoy metiendo en esta situación —y con situación por supuesto que me refiero a roces genitales— estando consciente de que me voy a arrepentir después. ¿Estúpido? Sí. ¿Patético? También. ¿Un contraste con mi usual toma de decisiones? Ni siquiera un poquito.
Por fin, Alexander aparta mi ropa interior del camino retirándola lentamente, lo que exacerba el deseo en mi cuerpo. Una leve brisa enfría mi piel expuesta durante un segundo y me hace tener incluso más ganas de que Alexander la caliente con la suya.
Cada célula de mi cuerpo se enciende cuando lo veo y escucho desabrochar sus pantalones. Puedo observar un bulto monumental brotar de su entrepierna en toda su gloria. Es el primer pene que he visto en persona en toda mi vida —además del del anciano que vi meando en la playa hace un par de años, pero ese no cuenta—, y he de decir que de ahora en adelante mis expectativas van a ser excesivamente altas.
Alexander saca un condón de su bolsillo y lo saca del empaque. Está a punto de colocárselo sobre su miembro cuando yo intervengo: —Detente. —Él me mira con cara de extrañado.
—¿Prefieres que no follemos? —me pregunta.
—No, sino que prefiero que me dejes a mí hacerlo —le respondo con una sonrisa pícara y les juro que no me reconozco a mí misma.
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Al otro lado de la calle
RomanceAlexander Blumenberg es inteligente, talentoso, germánico, millonario e irresistiblemente atractivo. Nunca lo vi como nada más que el amigo de mi hermano (además del protagonista de mis más descabellados sueños), hasta que una serie de sucesos, tant...