XXIX

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En este momento, me encuentro en clase de matemáticas. No obstante, no tengo absolutamente ninguna idea de lo que el profesor está diciendo. No es solo porque de por sí sea mala en matemáticas, sino porque, además, saber que esta semana me espera una cita con Alexander el viernes no contribuye en lo más mínimo a que me concentre.

No puedo evitar distraerme preguntándome qué me voy a poner, qué planes vamos a hacer, cuánto va a durar la cita; me pregunto si me voy a atrever a besarlo, o si voy a acceder a besarlo si es que es él quien me besa a mí... Son infinitas las preguntas que rondan por mi cabeza. Es más, estoy tan distraída que, cuando suena la campana, ni siquiera me percato del sonido hasta que todos mis compañeros de clase salen del salón.

Por fin es mi segunda hora favorita —después de la hora de salida—: el recreo y, sobre todo, la mejor parte del recreo, comer, aunque sea la comida repugnante que nos sirven en la cafetería. Toda la hora de matemáticas estuve desmayándome del hambre.

Estoy a punto de entrar al comedor cuando, de repente, me intercepta Ben.

—¡Hey, Ella! ¿Tienes un segundo?

—Claro —respondo con una sonrisa, a pesar de que el hambre me está matando por dentro. Desde hace ya unas semanas que Ben y yo nos estamos llevando bastante bien, así que ya no me es para nada irritante hablar con él. Creo que molestarme no era para él más que una forma torpe e infantil de tratar de volver a crear ese vínculo que teníamos cuando éramos niños, sin tener que destapar ese lado sensible de él—. ¿Qué pasó?

—Bueno, ehm... Para empezar, ¿cómo estás?

—Voy bien, ¿y tú? —le pregunto de vuelta, extrañándome ante el exceso de amabilidad y educación de Ben.

—También voy bien. —Benjamin parece casi... ¿nervioso?—. Lo que pasa es que... He estado pensando que... tal vez... podríamos salir un día de estos. ¿Te parece?

—¡Claro! —respondo amistosamente—. ¡Deberíamos ir a la feria otra vez! Creo que ya casi la van a cerrar, así que deberíamos aprovechar. Si quieres también le digo a Oliver.

—No, ehm... El plan es ir sin Oliver.

—Oh, está bien... —me extraña la respuesta de Ben. Se lleva súper bien con Oliver, no entiendo por qué no querría que viniera con nosotros. Es de sus mejores amigos.

—Entonces... ¿Puedes este viernes? —me pregunta con una cara que no refleja nada más que la emoción más genuina.

—No, el viernes no puedo. Tengo una cita con Alexander —digo, feliz. Me encanta acordarme de que voy a salir a una cita con Alexander.

—¿Una cita?

—¡Sí! Me invitó a salir hace unos días y quedamos para el viernes. Creo que ya es demasiado tarde para cambiar de fecha.

—O sea que... ¿Tienes dos citas con dos chicos diferentes en un mismo fin de semana? —me pregunta confundido.

¿Cita? ¿Lo nuestro es una cita?

—Ehm... Quiero decir, voy a salir a una cita con Alexander y a otra contigo pero Alexander... me gusta, ¿sabes? Tú y yo salimos como amigos, ¿no?

Benjamin abre los ojos como platos.

—Pero si... Cuando estaba en tu casa tú...

Mierda, Ella. La cagaste con Alexander y ahora también con Ben.

Estúpida, estúpida, estúpida.

—Y encima estabas ignorando a Alexander... —prosigue, confundido.

Al otro lado de la calleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora