XXI

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El día siguiente afortunadamente es domingo, mi día favorito de la semana; mi día de reposo, pereza y muy merecido descanso, sobre todo después de semejante sábado.

Comienzo el día tomando desayuno a las once de la mañana en el mostrador de la cocina. Me preparo unos huevos fritos —los únicos huevos que sé preparar— y unas tostadas con mantequilla. El sol brilla con furor a pesar de que ya es noviembre, pero ni el clima agradable me da ganas de salir, nada en el mundo podría darme ganas de salir en este instante.

Mi hermano atraviesa de repente la puerta de la cocina.

—Buenos días, hermanita —me saluda antes de sacar una manzana, poner pan en la tostadora y sentarse al frente mío.

—Buenos días, Oliver.

—Ayer no te vi en casi todo el día —comenta.

—Algunos optamos por aprovechar nuestra juventud y salir a la calle un rato el lugar de quedarnos encerrados todo el día estudiando —respondo con una pizca de ironía en mi tono.

—Claro, pero tú sueles ser de los que optan por quedarse encerrados todo el día haciendo todo menos estudiar —replica con el triple de ironía.

—Esa era la Isabella del pasado.

—¿La Isabella del pasado?

—Sí, la que pasaba sus días jugando al ermitaño, encerrada en su habitación viendo películas y series malas y esperando que su vida algún se convierta en una.

—Todavía no encuentro la diferencia con la Isabella del presente.

—Ja, ja —respondo sarcásticamente—. La Isabella del presente ha decidido implementar salidas en su día a día, así como una recién estrenada vida social.

—Y esa vida social incluye a mis amigos, ¿no es así, Isabella del presente?

Mierda. ¿Quién te dijo?

—Te diría que fueron las malas lenguas, pero la verdad es que son mis amigos después de todo. No creías que no me iba a enterar eventualmente, ¿o sí?

—La verdad ni siquiera lo pensé.

—Como nunca piensas nada... —agarro su manzana y se la lanzo en el rostro—. ¡Ya, ya! Solo estaba bromeando, hermanita. Pero, fuera de bromas, ¿cómo es que se te ha comenzado a dar por salir con mis amigos? Un segundo... Por favor dime que no es por Alex.

—No, Oliver. No fue por Alexander.

Ja, ja, ja. Sigue tratando de tragarte eso.

—De hecho —prosigo—, ni siquiera fue a propósito.

—¿Cómo es que no te juntas con gente a propósito?

De repente, todos los incidentes desgarradoramente vergonzosos se repiten en mi cabeza bajo forma de flashbacks casi como si de una película se tratara.

—No te puedo decir cómo pasó todo exactamente, pero creo que puedo decir con bastante seguridad que no fueron circunstancias normales.

—Bueno...

—¿Te molesta? —pregunto con curiosidad.

—La verdad, no. Alguien tiene que salir con ellos después de todo y ya se habrán dado cuenta de que la mayoría de las veces ese 'alguien' no voy a ser yo. Sí que se me hace raro, pero se puede decir que me es indiferente. ¿Por qué? ¿A ti te molestaría que yo anduviera con tus amigos?

—Pues no, pero tampoco es como si eso hiciera una diferencia.

—¿Por qué no haría una diferencia? —me pregunta mi hermano, extrañado.

Al otro lado de la calleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora