—¿Ella? —me llama Logan, que está sentado a mi derecha en el pasto del jardín.
—¿Sí?
—¿Podrías por favor recordarme en qué mes estamos?
—Estamos en octubre —le responde Julie en mi lugar mientras se sienta a nuestro costado en el pasto y se pone sus lentes de sol.
—¿Podrías recordarme también la temperatura a la que estamos, por favor?
—De acuerdo con mi celular, estamos a ochenta grados.
—¡Ochenta grados, gente! —exclama mi amigo—. ¡Ochenta!
—¿Y cuál es el problema, campeón? —pregunto—. Los noticieros han estado anunciando la ola de calor desde la semana pasada.
—Si esa no es una señal del universo para que aprovechemos nuestros últimos días de verano, entonces no tengo idea de qué es.
—¿Qué tienes en mente? —pregunta esta vez Julie.
—¡Vamos a la playa de Long Island!
Dejo salir una carcajada, —¿Con qué auto?
Logan se toma un momento para pensar en qué auto podríamos ir, cuando Julie decide intervenir:
—De hecho, Christopher tiene una camioneta.
—¡Ja! A ver si esa piedra todavía se mueve... —se burla Logan a lo que yo río escandalosamente.
—¡Hey! Fuiste tú quien dio la idea desde un principio, o lo tomas o lo dejas.
—De hecho —empiezo yo a hablar—, no me parece para nada mala idea. Después de todo, solo es una hora de viaje y apenas son las diez de la mañana. El resto del tiempo Logan y yo podemos fingir que Christopher no está ahí.
—¡Perfecto! —dice Julie—. Voy a llamarlo enseguida.
—Oigan, ¿les parece si invito a Oliver? Se ha pasado toda la semana estudiando y me parecería agradable que se tomara un descanso.
—¡Claro! —responden mis amigos en unísono.
Entro de vuelta a la casa a avisarle a mi hermano que está invitado a acompañarnos y él acepta la invitación con gusto. Christopher llega en media hora y saluda a Julie con un beso baboso que nos provoca arcadas a Oliver, a Logan y a mí.
Llegamos a la playa media hora más tarde de lo que calculamos dado que claramente no fuimos los únicos en tener la idea de aprovechar el clima inusual para ir a la playa. En cuanto asomo la cabeza fuera de la puerta de la camioneta de Christopher, el sol me recibe con un cálido y reconfortante abrazo.
—¿Ya ven de qué estaba hablando? ¡Es un día de playa perfecto! —exclama Logan cuando baja del auto.
La verdad es que sí lo es. La temperatura en Long Island está inclusive más elevada de lo que lo estaba en casa y la playa está repleta de gente. Sin embargo, por esta vez, no me desagrada puesto que el terreno que cubre la playa se extiende en un espacio gigantesco y las personas no están para nada pegadas las unas de las otras.
Christopher y Oliver se encargan de bajar la sombrilla, el cooler y los demás bolsos que trajimos mientras que Logan, Julie y yo extendemos las toallas en la arena.
El calor hace que mi amiga se apure en deshacerse de su vestido para quedarse en su revelador traje de baño rojo de dos piezas. Automáticamente siento todas las miradas en nosotros, pero en realidad no me sorprende; el cuerpo de mi amiga ha de verse verdaderamente espectacular del punto de vista de cualquier chico.

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Al otro lado de la calle
RomanceAlexander Blumenberg es inteligente, talentoso, germánico, millonario e irresistiblemente atractivo. Nunca lo vi como nada más que el amigo de mi hermano (además del protagonista de mis más descabellados sueños), hasta que una serie de sucesos, tant...