II.

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Brendon se metió a bañar después de correr desde la playa hasta su casa.

Mientras corría, creía que el chico iría detrás de él, pero no fue así. Obvio que no iba a ser así, ellos iban a surfear y Brendon sólo interrumpió en su camino.

Tenía arena en muchas partes y estaba muy sudado.

¿Por qué había corrido como ridículo? Por eso no podía tener amistades buenas, porque parecía que realmente buscaba las que eran más tóxicas, alejándose de las buenas oportunidades, siempre tomando las peores decisiones. No solo se bañaba con agua, sino también con su propio arrepentimiento.

Alguien tocó la puerta, sacándolo de su culpa y pensamientos en los cuál estaba muy metido. No pudo evitar brincar asustado por el toqueteo de la puerta.

—¿Estás ahí, Brendon? —escuchó la voz de su mamá y se tranquilizó, no sabe por qué pensó que podría ser alguien más.

—Ehm, sí —contestó lo más alto posible.

—Ah, perfecto, sólo quería decirte que ya llegué.

Brendon asintió con la cabeza olvidando que su mamá no podía verlo, pero igual no le importó.

Era mejor cortar la ducha y salir de una buena vez. Se colocó su pijama y abrió la puerta del baño, dejando salir el vapor, ya que solía tomar duchas calientes sin importarle mucho cuánto calor hiciera afuera.

Seguía sintiéndose como un idiota por lo de la playa, quizás no estaba del todo equivocado sintiéndose así. 

Se acercó al cuarto de su mamá sigilosamente con el plan de decirle y con algo de miedo, no sabía por qué tenía miedo, pero ese sentimiento siempre estaba ahí. Iba a hablar con su mamá de cómo se sentía, no era la gran cosa. Tomó aire y valor suficiente, entró al obscuro cuarto de su mamá para ver si estaba ahí, y sí, estaba ahí.

Estaba sentada en su escritorio, leyendo algo, la única luz que iluminaba el cuarto era la del mismo escritorio.

—Mamá —habló primero, ella rápidamente volteó a donde provenía la voz, quitándose sus lentes para leer.

—Brendon, ¿Qué pasa? —su mamá no pudo evitar sonreír al ver que realmente la había buscado, no sabía ni siquiera qué le iba a decir, pero se sintió bien. Brendon se sentó en la cama de su mamá y ella rápidamente se levantó del escritorio a hacerle compañía—. ¿Cómo te fue en tu camino?

—Fui a la playa —contestó. Miraba el suelo, no se esforzaba a hacer contacto visual con su madre.

—¿Y qué tal? ¿Está linda? —le colocó una mano en su rodilla sin dejar de sonreír.

—Sí —se encogió de hombros—. Pero, vi a unos chicos... Uno de ellos me habló —se detuvo. 

Su mamá iba a decir algo viéndose emocionada, pero mejor se detuvo, no quería presionar o asustar a su hijo o cualquier otra cosa que pudiera suceder por hablar de más. Mejor se callaba y lo dejaba hablar

—Pero... No pude hablar con él —volteó a mirarla por primera vez—. Se veía amable y yo me fui corriendo. Me dio mucho miedo, no sé —cerró los ojos y los apretó fuerte—. No puedo evitarme sentir tan idiota, no he dejado de pensar en eso. ¿Por qué no pude hablar con él? Ni siquiera puedo hacer eso bien —sintió que iba a volver a llorar, normalmente se guardaba todos sus pensamientos, pero hablarlos en voz alta lo hacía sentir más débil—. No puedo hacer nada bien —rápido se talló los ojos, tratando de calmarse.

Ella se quedó en silencio, pensando en qué decir, pero Brendon se adelantó.

—No debí decirte, es algo muy estúpido —sintió que su voz iba a romperse—. Perdón, sólo te lleno de más problemas insignificantes, sigo sin creer que lloro por cosas tan tontas.

Bones [Ryden]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora