IX.

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—¡Brendon! —escuchó la voz familiar atrás de la puerta. ¿Quién más iba a ser? Era Ryan, obviamente. Brendon sintió como la vida se le fue al suelo, quería salir por la puerta de atrás, corriendo, para llegar al mar y matarse ahogado. Pero no, no hizo nada, como siempre—. Me alegra que estés, estem, ¿Cómo lo digo? —preguntó lo último en voz baja—. ¿puedes abrir la puerta, por fi? 

—No prefieres... —Brendon levantó la voz lo que pudo, con la esperanza de que Ryan pudiera escucharlo a través de la puerta—. ¿Que se quede cerrada? —propuso algo bastante tonto, lo supo porque Ryan soltó una pequeña carcajada.

—Si te es más sencillo —aceptó.

—¿Por qué viniste? —preguntó el azabache, acercándose a la puerta lo más posible. Se sentía un poco ridículo hablando así, pero sentía que era mejor hablarle a la puerta que encarar a Ryan.

—¿Por qué no? —escuchó la voz más cerca, supuso que se había acercado igualmente—. No te vi en la escuela, ya sé dónde vives, entonces solamente venía a asegurarme de que no me odiaras. O de que siguieras vivo.

'No te odio a ti, me odio a mí' pensó Brendon de manera automática, pero se contuvo de decirlo.

—Estoy bien —habló, sonriendo un poco inconscientemente—. No te odio, Ryan.

—¿Entonces piensas ignorarme y evadirme el resto de tu vida?

—Algo así —fue honesto, pero se rió un poco, quitándole la seriedad.

—No dejaré que eso pase, me quedaré aquí —el chico se sentó en el suelo, recargándose en la puerta—. Hasta que abras la puerta y me veas en persona, o siquiera hablemos de lo que pasó ayer.

Brendon sintió su ser temblar una vez más, Ryan realmente quería hablar del beso que se habían dado. Aunque, era obvio que quisiera hacerlo, Brendon no tenía idea por qué pensó que Ryan no quisiera hablarlo.

—¿De verdad te vas a quedar ahí? Necesito hacer tarea, no tengo tiempo ahora realmente —inventó una excusa cualquiera, porque sí, ignorar y evadir el resto de la vida no sonaba como una mala salida.

—Puedo ayudarte —propuso el castaño, con cierta emoción en sus palabras.

—No lo sé —alargó las e—. Es mucha.

—Dos cabezas son mejor que una.

Brendon se quedó en silencio.

—Tengo miedo —dijo un rato después, siendo honesto. Era imposible que mintiera en ese sentido, porque las piernas no paraban de tener lapsos temblorosos y sus manos sudaban mucho desde que Ryan había tocado la casa.

—¿Por qué? —preguntó—. ¿De qué? Más bien.

—No lo sé. Siempre lo tengo —de la nada sintió un nudo en la garganta que hizo que su voz sonara un poco débil, odiándose por no poder controlarlo—. Pero de ahora, de abrir la puerta, supongo. De mirarte a la cara. Me dijiste que no te odiara, pero no puedo evitar pensar que tú me odias a mí —soltó, tratando de calmarse y de sonar más tranquilo.

—Puedes abrirla, Brendon. Mira, no vamos a hablar de nada que no quieras, ¿de acuerdo? Será cuando te sientas preparado —preguntó al aire, haciendo que hubiera unos segundos de silencio—. Ignora lo que dije, solamente... —pensó—. Vengo a ayudarte con tu tarea, ¿está bien? Somos amigos.

Brendon sintiendo el miedo inmenso por algo tan sencillo, tomó el pomo de la puerta y la abrió, aunque Ryan estaba ahí, Brendon no era capaz de levantar la mirada.

—No pasa nada, tranquilo —Ryan rodeó a Brendon con sus brazos, dándole un abrazo pacífico, que lo llenó de cierta paz.

—Perdón —dijo, como pudo. Realmente sintió que quería llorar, pero estaba retándose a sí mismo a no hacerlo. 

Bones [Ryden]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora