VIII.

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Brendon sintió que las piernas le temblaban más de lo que deberían, más de lo que usualmente le temblarían. Agradeció que pudo entrar a su casa antes de colapsar ahí de los nervios que le apoderaron justo después. ¿De dónde sacó todo ese valor? No tenía idea. Parecía como si en ese momento hubiera sido completamente otra persona.

Sentía su rostro arder y los labios aún con cierto cosquilleo. De verdad lo había besado, sin duda había perdido la cabeza en todo sentido.

Era mejor subir corriendo a bañarse y tratar de dejar de pensar demasiado sobre lo recién sucedido, aunque era obvio que costaría demasiado. Qué idiota era.

[...]

—Brendon —habló su mamá a la mañana siguiente, mientras él estaba buscando alguna buena fruta en el frutero para irse a la escuela, con el aún presente desorden mental y sin saber realmente qué sería de sí mismo cuando llegara ahí.

—¿Mmm? —respondió, mientras intentaba actuar natural, aunque estaba muy nervioso. Digo, siempre estaba nervioso, pero ahora estaba más ya que al menos ahora sí tenía una razón, solamente esperaba no desmayarse por estúpido.

—¿Comiste ayer? —preguntó su mamá extrañada, mientras abría la puerta del refrigerador. Brendon sintió que el frío corrió por su espalda—. Está aquí toda la comida que te preparé para ayer.

—Ahm... —¿qué demonios iba a decir? Si no era bueno en nada, mucho menos mintiendo. El miedo se apoderó de él aún más, pero de todas maneras siguió intentando disimular.

—No quiero que te saltes comidas, Brendon —su mamá cerró la puerta del refrigerador, para mirar a su hijo, aunque el mencionado le daba la espalda a su mamá para evitar este contacto, se sentía igualmente amenazado. Brincó un poco del susto cuando escuchó la puerta del refrigerador cerrándose.

—No me estoy saltando comidas —dijo con hilo de voz.

—¿No? —preguntó su mamá. Podía jurar que había ironía en sus palabras—. No me mientas, está todo el platillo de ayer en el refrigerador —apuntó algo enojada al refrigerador ahora cerrado. Era mejor que inventara algo antes de que su mamá se pusiera más intensa.

—No te miento —empezó, intentando no fallar—. Comí mucho en la escuela, me sobró y me lo comí en la tarde.

—Mírame a la cara, Brendon —habló su mamá, con la voz tan fría. Parecía que escupía las palabras. El problema es que la mamá de Brendon necesitaba poco para ponerse intensa y él necesitaba poco para asustarse.

Brendon intentando parar sus piernas temblorosas y sus manos igual, se volteó encarándola.

—No te miento —repitió, mirándola como pudo a los ojos.

La mamá se quedó un momento en silencio.

—Está bien —intentó calmarse un poco, intentando alivianar la situación al ver que Brendon si se veía bastante asustado—. De verdad quiero que entiendas que hago todo esto porque te amo y quiero que estés sano, no es lo mejor saltarte las comidas, me preocupo mucho dejándote aquí solo por las tardes —su mamá volvió a pintar el estrés en su rostro mientras se lo tallaba levemente—. Quizás debería trabajar menos tiempo o conseguirme un trabajo que no tome tanto de mi tiempo, para asegurarme de que estés bien. Si te sucede algo no me lo perdonaría.

—No, mamá —le detuvo, tomándola por el brazo, haciendo que lo mirara nuevamente a los ojos y así le prestara la atención—. De verdad, estoy bien. No te preocupes, es tu primera semana en el trabajo y no quiero que lo arruines o te estreses demasiado por mí —la mirada de su mamá llena de preocupación hacía que a Brendon le saliera un nudo en la garganta, se sentía horrible sabiendo que por su culpa su mamá perdía la poca de su calma—. Te lo juro que estoy bien. 

Bones [Ryden]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora