I.

485 38 12
                                    

—Brendon, podrías... —su madre hizo una pausa, mientras hacía el esfuerzo para agarrar la caja que se encontraba en la cajuela del carro—. ¿Podrías tomar la caja que falta? —le sonrió y se metió instantáneamente a la casa sin dejarle contestar.

Brendon tomó la última caja que estaba ahí y procedió a cerrar la cajuela.

Antes de entrar a su nueva casa, levantó la mirada para verla una vez más. Era diferente. Todo era diferente. Estaba el calor sofocante y permanente en el ambiente, que hacía sentir su piel un tanto pegajosa y a lo que inevitablemente tendría que acostumbrarse.

—Gracias, Brendon —su madre le sonrió ya que estaban dentro. Brendon no había mencionado una palabra en la mayoría del camino en carretera, aunque realmente Brendon no era muy platicador, menos con su madre—. ¿Quieres algo de comer? Quedaron alitas de pollo del día de ayer —le miró con una sonrisa en su cara.

Su madre tenía el cabello peinado en cebolla; como la mayoría del tiempo, algunos mechones cayendo por su rostro no faltaban. Su mirada ojerosa de varios días sin dormir y desarreglada, porque simplemente no hallaba motivación, pero de todas maneras le sonreía a Brendon de forma constante, intentando mantener el brillo.

El silencio de Brendon fue aprobación para su mamá.

—Voy a desempacar algunas cajas —habló al fin.

—Está perfecto, cariño —le miró a los ojos—. Te hablo cuando haya calentado la comida.

Brendon tomó cajas como pudo y se subió al segundo piso. Se aseguró que una de las cajas fuera la de sus cosas, claramente.

Caminó por los pasillos de su nueva casa. Seguía sin creer que viviría ahí desde ahora en adelante, su cuarto era el que estaba hasta al fondo del pasillo. Entró y solamente estaba su cama y unos cuantos burós que había traído el camión de mudanzas hace unas horas.

Colocó la caja de sus cosas en el colchón y la otra en el suelo.

Desempacar sería una tarea algo sencilla, al menos para él, ya que no tenía muchas cosas que poner en su cuarto, más que nada ropa y una que otra cosa para adornar su cuarto. Abrió la caja que estaba encima de su cama y lo primero que estaba ahí era el único poster que tenía, de The Killers. No era su banda favorita, y tampoco era la mejor a su parecer, pero era el único que tenía, su mamá se lo había regalado.

Sin pensarlo mucho, lo pegó en su pared y continuó con las demás cosas dentro de las cajas.

[...]

—¿Te gusta aquí? —Brendon y su mamá estaban sentados en el comedor, comiendo lo que había quedado del otro día.

—Pues, sí... —no se vio muy convencido, porque inconscientemente hizo una mala cara mientras veía su plato casi lleno.

—Sé que no te pregunté nada al respecto —le tomó la mano que Brendon tenía por encima de la mesa y le acarició un poco—. No fue lo más justo, lo sé. Fue lo que Gabriel nos recomendó —Brendon se estremeció un poco al oír el nombre de Gabriel, era su psicólogo. Odiaba que su mamá lo mencionara, pero sí, no había nada malo en esa oración—. A los dos —repitió.

Brendon asintió con la cabeza, sin nada más que decir.

No podía discutir con su mamá sobre eso, porque 1) Ya estaba hecho, ya estaban ahí 2) La respetaba y no era capaz de querer ponerse a su nivel. 

Pero dentro de él, no se sentía para nada conforme; ni con la mudanza, ni con la decisión del psicólogo, ni con que su mamá se dejara influenciar tanto por él, había muchas cosas de las que Brendon estaba inconforme, pero nunca lo decía.

Bones [Ryden]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora