XI.

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Brendon llegó casi derrapando a su salón, ya que parecía que una de sus especialidades aparte de pensar demasiado las situaciones.

Vio como el salón fue llenándose, vio a Jon entrar, a sus demás compañeros y... A la chica que estaba saliendo de detención al mismo tiempo que él. 

Brendon confundido por la presencia de ella, no dejó de mirarla, hasta que ella sintió su mirada y se la devolvió. Con eso, Brendon despegó su mirada de ella, para ya plantarla en su mesabanco o en algún otro lado que no fuera ella.

Se sorprendió al darse cuenta que aquella chica iba en su mismo salón, realmente nunca la había notado. No entendía cómo no la había notado, si resaltaba demasiado de los demás y el maquillaje en sus ojos era más grande que los mismos ojos. 

Era imposible que Brendon no la hubiera notado antes, parecía todo un mapache con falda caminando por los pasillos.

Podía sentir la mirada de la otra chica desde su asiento, pero trataba de no prestarle demasiada atención a la intensa mirada.

Ella se detuvo hasta que el profesor de matemáticas entró finalmente al salón, siendo la salvación de Brendon de una manera u otra.

[...]

La clase terminó un poco antes por unas razones inválidas del profesor, pero nadie abogó cuando el profesor dijo que se tenía que retirar media hora antes. A cualquiera le cansaban tres horas seguidas de matemáticas sin ningún fin de lucro.

El salón se empezó a vaciar y Brendon empezó a tomar sus cosas, aprovechando que Jon se había ido al baño para así desaparecer sin dejar rastro. 

Miró rápido donde se había sentado aquella chica solamente para ver qué hacía, estaba sentada con una pierna arriba de la banca y rallando una hoja.

Brendon un tanto aliviado de verla tranquila, siguió tomando sus cosas tranquilamente. Cuando cruzó por el marco de la puerta, la chica levantó la mirada de sus hojas para así mirarlo.

—¡Hey! —le habló, levantándose un tanto rápido de la silla. El de lentes escuchó el llamado y sintió una corriente fría. En lugar de quedarse parado en el marco de la puerta, se fue corriendo por el pasillo—. ¡Espera! —gritó a la nada la chica, tomando las cosas de su pupitre y metiéndolas a su mochila como fuera. 

Todavía había gente en el salón y miraron la escena sin darle mucha importancia. La chica se colgó la mochila en el hombro y salió corriendo detrás de Brendon.

Brendon seguía corriendo, escuchaba detrás de si las cadenas y mil cosas que traía la chica colgando en su mochila al igual que en su cuello. 

Sentía que el ruido era más cercano y por alguna razón sentía que iba a morir. De la nada, sintió que alguien lo tomó por la parte trasera de la mochila, deteniéndolo, casi cargándolo e incluso moviéndolo por el fuerte agarre.

—¿Por qué corres tanto, maldita sea? —escuchó la voz cansada de la chica pelinegra—. Habían pasado más de diecisiete años que no hacía tanto ejercicio.

Con un temor indescriptible que ni él mismo entendía, miró a la chica con sus ojos un tanto llorosos del miedo. No entendía por qué corrió, una parte de él sentía que iba a ser golpeado por ella. 

La chica no se veía como alguien que te fuera a golpear, pero en su lugar, se veía como alguien capaz de pagarle a alguien más para que lo hiciera por ella. 

Pero Dios, si iba a hacerlo que lo hiciera ya.

Ella confundida, frunció el ceño al ver la cara llena de miedo del chico.

Bones [Ryden]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora