V.

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Llego un momento en el que Brendon se detuvo en seco de manera inevitable, faltaba poco para que llegaran a su casa, ya podían verla desde lejos en donde estaban.  Brendon se dio cuenta que su mamá estaba ahí afuera, lo más probable es que esperando a que él llegara de la escuela.

Ryan siguió caminando, cuando se dio cuenta que el otro chico se detuvo.

—¿Qué pasa? —volteó a verlo.

—Creo que ya puedes irte —le dijo—. Mi casa está cerca y bueno, es todo.

—¿No puedo acompañarte hasta tu puerta si quiero? —preguntó el castaño.

—Pues...

—¿Qué pasa?

—Es que mi mamá está ahí afuera —indicó con su barbilla. Ryan volteó disimuladamente a donde indicaba Brendon y pudo verla. Era una mujer que inevitablemente cargaba consigo misma un filtro gris, quizás era la ropa que usaba y su cabello que ayudaba a contrastar.

—¿Pasa algo malo? —preguntó Ryan confundido.

—No, pero es que te va a ver y se va a poner eufórica —Ryan frunció el ceño aún más extraviado—. Como... Inaguantable. Por favor.

—¿Inaguantable en el buen sentido?

—No sé. Puede ser en el buen sentido, no sé. No está acostumbrada a que llegue con amigos o algo... —el castaño no entendía, pero Brendon parecía preocupado—. ¿Puedes irte? Por favor —pidió una última vez.

—Está bien —Ryan asintió levemente con la cabeza, sin estar muy seguro aún, solamente siendo empático, para que Brendon se tranquilizara, quizás no era lo mejor que se pusiera tan nervioso.

—Bien —su cara mostró alivio—. Gracias. Por acompañarme y por irte.

—No es nada —sonrió un poco falso—. Nos vemos mañana.

—Adiós —le dedicó otra sonrisa incómoda. Ryan caminó para el otro lado que no era donde quedaba la casa de Brendon.

Brendon miró como es que Ryan se alejaba, para así terminar de llegar a su casa corriendo, haciendo que su mamá volteara a mirarlo.

—¡Brendon! ¿Cómo te fue? —lo saludó, sonriéndole y tomándolo por el hombro, le besó levemente el cabello, aunque estuviera algo sudado, realmente no le importó.

—Bien —se encogió de hombros. Se adentró a su casa y su mamá detrás de él.

—Siéntate, ya preparé la comida.

Brendon sin objeción alguna se sentó en la mesita redonda que solamente tenía tres sillas. Ella no tardó en dejar el plato lleno de comida en frente de Brendon, parecía pescado empanizado, con ensalada y algo de sopa de codito. Se veía muy bueno y olía riquísimo, pero Brendon no tenía tanta hambre. De todas maneras empezó a cortarlo.

—Cuéntame más —su mamá se sentó en frente de él, solamente con un plato y algo de ensalada—. Tengo noticias, pero, cuéntame tú primero —ella sabía que Brendon no contaría la gran cosa, pero tenía esperanzas de que lo hiciera, ya que después de todo era su primer día de clases en una nueva ciudad, esperaba que fueran buenas noticias y no malas.

—No sé... —se reprimió—. Dime tú.

Ella sin contenerse por la emoción propia, no se negó y empezó.

—Acabo de conseguir un empleo —sonrió grande. Tenía una linda sonrisa, al igual que Brendon—. En un restaurante, es por aquí cerca —clavó un tenedor en su ensalada—. Solamente voy a limpiar trastes, no es mucho, pero me pagaran cincuenta y cinco dólares la semana. Si hago buen trabajo quizás pueda ser mesera después, empiezo mañana.

Bones [Ryden]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora