Capítulo 14: Huesos rotos

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El primer recuerdo que se le vino a la mente fue a Emma que batallaba por librarse del sujeto que la había atrapado, ese sujeto que a ella le había resultado una cara conocida, y que ahora su mente, se encargaba de responderle en dónde lo había visto anteriormente: nada más y nada menos como uno de los hombres que ayudó a Andy en la emboscada.  

Escuchaba voces que de a poco le resultaron familiares y que fueron silenciándose a medida que iba despertando y moviéndose en la camilla. Hasta un quejido de dolor exhaló en un momento que movió su brazo derecho. Abrió sus ojos y se sintió un tanto desorientada, vio a su padre en un lado y a Caleb en el otro, éste último se veía paciente y con una mirada fija hacia donde estaba ella, le pareció extraño que el chico estuviera allí.

Lionel se acercó acariciando su frente.

-¿Cariño? ¿Cómo te sientes? –preguntó preocupado.

-Adolorida –respondió, observando de soslayo con un poco de temor, las vendas que tenía en su pecho -¿Qué me pasó?

-Es la misma pregunta que me estoy haciendo y quiero que me lo expliques.

-No fuerce a la niña a explicarle algo de lo cual aún no recuerda, yo se lo explico –llegó diciendo una enfermera de carácter, entrada en kilos y con una experiencia en su rubro que no cualquiera podría tener. Todos le miraron al entrar a la sala al marcar presencia de la manera tan particular como ella lo hacía -¿Usted es el señor Rosner?¿Dueño de Montecasino?

-Así es –le contestó Lionel, no entendiendo por qué metió el asunto de sus propiedades en el diálogo.

-Mire, señor Rosner –ella se acercó a la chica y disminuyó el goteo del suero, colocó un termómetro electrónico en la zona axilar del brazo izquierdo, puso un aparato en su dedo índice que medía la saturación de oxígeno y mientras hacía todo eso, iba anotando cada resultado que le arrojaban las mediciones de los signos vitales –Su hija llegó a la clínica por un accidente que tuvo, al hacer una clase de deporte que es bastante arriesgado, ya que no tiene implementaciones de seguridad para practicarlo. –Denise escuchaba con tristeza el inminente descubrimiento que estaba por escuchar su padre.

-¿Pero qué clase de deporte es ese? Ella va a un gimnasio de prestigio, en donde las medidas de seguridad no tendrían por qué ser un tema.

-El parkour no es un deporte que se practique precisamente en un gimnasio, señor Rosner.

-¿Par...qué? –consultó sin entender.

-Parkour –habló Caleb –Es una disciplina que se entrena principalmente al aire libre, en techos, azoteas, en la naturaleza. Saltar y recorrer lugares peligrosos –él se cruzó de brazos al terminar de complementar la explicación de la enfermera. Mientras que Denise no podía creer cómo la estaba delatando. Si tuviera las energías necesarias se lanzaría encima de él a darle de cachetadas.

-En lo que va del año, ya van más de cincuenta casos de chicos que llegan todos fracturados por ese famoso deporte, sinceramente yo lo encuentro una estupidez, que se expongan de esa manera. Pero quién soy yo para juzgar –agregó la enfermera dando por terminado su información estadística.

-Tendremos que hablar seriamente tú y yo –dijo su Padre mirándola sumamente serio.

-Antes de eso, señor Rosner-le interrumpió la mujer -Debe acompañarme para firmar unos papeles.

Lionel salió de la sala junto con la enfermera. El silencio protagonizó los primeros segundos en que los chicos quedaron a solas. La cara de Denise lo decía todo con su enojo hacia él, hasta que comenzó a escupir su molestia en medio de los malestares físicos que sentía.

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