El camino irregular de tierra hizo despertar a la chica bruscamente, encontró tan reconfortante aquella siesta que le hubiese encantado que continuara, pero ya estaban por llegar, sólo algunas decenas de metros eran los que lo separaban de su destino.
Una señora, de pañoleta envuelta en la cabeza y faldas largas esperaba en la puerta de la casa junto a su esposo que vestía ropas holgadas. Cuando todos se bajaron del vehículo, aquella mujer no pudo ocultar su felicidad y sorpresa.
-Paula, tantos años –ambas mujeres se abrazaron alegres
-No has envejecido ni una gota –le dijo Paula
-Es la brisa marina, amiga.
Si la brisa marina hacía tan bien, por qué ¿no todos los que podían se venían a la playa? Pensaba Denise, ya que había escuchado bastante eso de que la brisa marina hacía excelente para la salud. Sus divagaciones fueron interrumpidas cuando la mujer se dirigió a ella.
-No puedo creerlo –comentó con gran asombro –La señorita Rosner es retrato a su madre.
-Hola –saludó la chica tratando de mantener una sonrisa en la cara –Por favor llámeme Denise.
-¿Denise, le han dicho que es igual a su madre?
-No con tanta certeza como usted -respondió la chica mientras que Paula saludaba a su primo, quien era el esposo de su amiga.
-Pues sí, es idéntica –replicó en tanto que echaba vistazos inquisitivos por sobre el hombro de Denise, la chica pudo notarlo y de despistada no recordó que debía presentar al acompañante.
-Disculpe, él es un amigo, que nos acompañará durante la estadía acá en la casa –ella se hizo a un lado para presentarlo. Él se apartó de la camioneta en donde estaba afirmado y se acercó a ellas.
-Mucho gusto, soy Caleb.
-El gusto es mío, muchacho –dijo sonriente–Bien, no perdamos más tiempo, aquí tienen las llaves, la casa está aseada y completamente ventilada, lista para volver habitarla.
La casa de playa de los Rosner estaba situada en un gran montículo de tierra y rocas que la posicionaba en una altura bastante atractiva. Por dentro era blanca lo que hacía que tuviera mucha luminosidad, y los espacios eran cómodos, los cuales estaban adornados con pinturas étnicas de la cultura africana en las paredes y vasijas de variadas formas en los muebles. Allí todo era paz, no se escuchaba nada más que el océano a lo lejos. Denise tiene sólo buenos recuerdos de ese lugar.
La chica fue directo hacia donde iba siempre cada vez que llegaba allí: Abrió la puerta de vidrio que hay junto a la sala de estar y salió hacia el amplio balcón, se aproximó a las barandas y miró el basto océano, inspirando profundamente esa brisa de la que tanto le habían hablado y que ya había olvidado lo refrescante que era. Por un momento cerró sus ojos y se dedicó a oír y sentir ese ambiente que le resultaba tan agradable.
Luego de aquel encuentro con la naturaleza fue a la habitación que solía ocupar en su infancia. Sus maletas ya estaban allí, así que comenzó a sacar su ropa con la mano que tenía de más utilidad. Abrió un cajón que había debajo del espejo y fue guardando sus prendas una por una.
En el bolsillo de una chaqueta que traía en su maleta, vio la punta de un papel, desdobló la prenda y se dio cuenta que era la tarjeta que había encontrado junto a las rosas que dejó el desconocido en la tumba de su madre. Leerla nuevamente no conseguía más que inundarse en la incertidumbre. Había estado tan al pendiente de otros problemas que el asunto del sujeto en el cementerio pasó a segundo plano. Estuvo alrededor de una hora sentada en su cama, hasta que se recostó encima de las colchas.
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El Desafío
ActionSegunda parte de "La traceur" Después de un año, Denise vuelve a embarcarse en el misterio...recuerdos olvidados que han comenzado a tocar su puerta y que la obligarán a cuestionar todo lo que creía saber de su pasado, pero deberá tomar el camino la...