Capítulo 18: "Denise, un peligro"

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A veces las verdades son dolorosas y tanto puede resultar el impacto que llegan a dar miedo de tan solo escucharlas o verlas, especialmente cuando son verdades que provienen de la persona que siempre consideraste un ejemplo en la vida. Denise, había llegado hace una hora de su viaje y ahora estaba frente al libro que yacía en la cama de su habitación en Johannesburgo. Le miraba de lejos, no se había atrevido a abrirlo en la playa porque no quiso arruinar el paseo, en caso de lo que estuviese escrito allí fuese fuerte. Aun así, pasaba por su mente la idea de que lo que estaba escrito dentro no era obra de su adorada madre, sino que se trataba de un mal chiste, ¿Pero por qué harían eso? Se preguntaba luego la chica...¿Y si acabo con esto y le pregunto directamente a Paula? Después de todo, ella debe saber algo, en la regresión ella estaba cuidándome cuando mi madre fue visitada por aquel hombre...pero, si me ha ocultado algo por tanto tiempo, es porque no quiere que me entere de nada o porque ni siquiera sabe. Tenía un huracán en su cabeza que no dejaba de atormentarla, sin embargo, debía parar con eso. Salió de esa inmovilidad que estaba y se acercó a la cama.

Con el libro en sus manos, alguien tocó la puerta, fueron insistentes ya que Denise estaba encerrada con llave. Escondió el libro debajo de la almohada y abrió.

-Denise –dijo Paula con una cara desencajada –Melissa apareció.

La pregunta era si apareció viva o muerta.

Bajó hasta la cocina y se puso a ver la televisión. Todos los canales locales estaban dando la misma noticia, de que la chica desaparecida había sido encontrada. Un hombre de traje y placa estaba rodeado de micrófonos y periodistas esperando que diera la información que todos ansiaban oír. Melissa había sido encontrada a las afueras de la ciudad y estaba viva.

-Debo ir a verla –dijo Denise de manera atolondrada.

-No te dejarán verla, hija –pronunció Lionel, haciendo presencia en la cocina, llevando una ropa un poco menos formal de la que acostumbra, por ser día domingo –Melissa, a partir de hoy y seguramente durante toda la semana va a estar rodeada de médicos, policías y con suerte con sus padres.

-Pero papá, es mi amiga –Denise se sintió cínica al decirlo, pues nunca antes había abogado de esa forma por la amistad escueta que mantenía con Melissa, pero era más el sentido de responsabilidad y culpa que la impulsaba a querer verla, que la amistad que pregonaba tener.

-De seguro que la verás, pero no hoy, ni tampoco mañana.

-Ni siquiera la han mostrado en la tele –dijo en un suspiro de frustración.

-Habrá que tener un poco más de paciencia, mi niña –Paula trató de animarla.

A Denise le surgieron más inquietudes, a pesar de que a Melissa la habían encontrado, quería verla con sus propios ojos, y abrazarla si fuese posible, también pedirle disculpas y decir todo lo que sentía. Tenía que enfrentar cosas de grandes envergaduras y aún faltaban, como la aparición de Emma, que era más complicada aun, ya que correr la misma suerte se veía bastante difícil.

A veces tendía a desesperarse por las circunstancias, pero como susurros llegaban a instalarse a su cabeza los momentos vividos con Caleb en la playa. Se sentía reconfortada, tan solo con pensar en lo perfecto que fue el fin de semana junto a él, pero eso no quitaba que luego sus pensamientos fuesen oscurecidos por la culpa y la traición.

Dejó de tomarle mayor atención a sus cavilaciones y sacó el libro debajo de la almohada. Por enésima vez se detuvo a ver la portada de tela gastada color concho vino, recordó el estante con libros que se había puesto a ver en la casa de playa, aquella cubierta que estaba vacía, tenía el mismo color del libro que ahora yacía en su mano, seguramente era la especie de cubierta contra el polvo en donde se guardaba y que fue dejada allí para no dejar un hueco en el aparador.

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