Capítulo III

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Horas después, casi en madrugada, Jimin bajó a la cocina por algo de beber, ya sea un vaso de zumo, gaseosa u agua como ultimo recurso. Cualquier cosa que encontrara primero y así de paso esperaría unos minutos para recibir la pizza que había ordenado, no sentía ánimos de cocinar y encontrarse a su estúpido padre.

Alzó ambas cejas sorprendido cuando encontró gaseosa en el refrigerador, en este nunca había casi nada a menos que el lo comprara y si era así, se aseguraba de usarlo ese mismo día.

Se sirvió en un vaso, dejándolo en la pequeña y cuadrada mesa justo a tiempo para cuando el timbre de la puerta sonó. Tomando algo de dinero de su billetera, salió de la cocina.

—¿Aquí encargaron pizza? —preguntó el chico, observando a Jimin sin disimulo alguno.

El pelirrojo blanqueó sus ojos y le quitó la pizza de las manos al contrario, dejándole el dinero le cerró la puerta en la cara. Sonrió levemente al escuchar maldiciones del otro lado de la puerta.

Hizo una mueca al sentir dolor, cargó la cuadrada caja en una mano y observó su mano libre, se había desterrado los pequeño vidrios que se enterró por el marco de la ventana rota en la que se había recargado pero eso no significaba que iba a curarse mágicamente en un segundo.

Cuando se dio vuelta, pensó que la puerta donde había salido el imbécil de su padre más temprano se abriría pero al parecer esta se cerró o fue su imaginación.

Observó hacia la sala, a el hombre de pelo anaranjado que observaba perdido una botella de whisky vacía en la pequeña mesa de centro.

—Come algo —dijo Jimin dejándole un trozo de pizza en la cocina, tomo su refresco y volvió a subir hacia su habitación.

Cerró la puerta con su pie y observó a su alrededor cauteloso. Dejó las cosas en su pequeño escritorio y se dio una rápida y corta ducha.

Se acomodó en su cama solo con una toalla rodeando su cadera, debajo de esta tenía puesto su bóxer. Le dio el primer mordisco a un trozo de su pizza para después beber de su gaseosa.

Tal vez fue la pizza o la gaseosa pero algo sabía raro. Encogiéndose de hombros siguió con su pizza dejando de lado la gaseosa.

Segundos después se comenzó a sentir mal, se sentía mareado y sin fuerza. Parpadeaba lentamente y cada vez que lo hacía, le costaba abrirlos nuevamente.

Su padre. Ese imbécil lo más seguro era que le había echado alguna droga a su gaseosa cuando recibió la pizza.

Maldiciendo se levantó de la cama, afirmándose de las cosas intentó cerrar su puerta con seguro.

Fue demasiado tarde.

Su padre entró con una sonrisa malvada.

—Veo que ya surgió efecto —rió y le dio el primer golpe, aun así no fue suficiente para mandarlo al suelo.

—Gusano... Me drogaste desgraciado... —acusó intentando controlar su cuerpo sin éxito.

—No, tú eres el fenómeno con fuerza de alfa o incluso superior siendo solo un insignificante omega —respondió seguido de un fuerte derechazo en sus costillas que esta vez logró enviarlo al suelo.

El hombre observó a su alrededor y sonrió al ver unas tijeras. Las tomó entre sus manos y las enterró lentamente en su costado izquierdo.

—Esto me asegurara de que no te recuperaras tan rápido —rió queriendo escuchar un grito lleno de dolor por parte del omega.

Jimin reprimió su grito y transformó su mueca de dolor, en una sonrisa burlona.

—Cobarde...

El Omega del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora