Capítulo I

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Una grave risa se hizo presente en una casa en particular, con una diabólica sonrisa salió de aquella casa luego de estar satisfecho.

—Eso estuvo bueno —dijo su seguidor y amigo peligris, tenía una gran sonrisa cuadrada plantada en su rostro mientras sus manos posaban sobre su estómago, sobándolo luego de reír tanto o más que el contrario.

—Lo sé, no imaginé que el hombre le dispararía luego de descubrirla... Bueno, si —unos minutos en silencio y luego ambos estallaron nuevamente en carcajadas escandalosas.

El cielo oscuro, cubierto de nubes negras que anunciaban lluvia de pronto se iluminó fuertemente por un relámpago. 

—Jefe, creo que el de arriba se enojó —anuncio divertido.

Ambas personas inclinaron sus cabezas hacia atrás y contemplaron el cielo.

El de pelo negro tenía una sonrisa suave, inocentemente molestosa, como su personalidad... Nah, su personalidad era peor.

—¿Qué? —pregunto hacía el cielo—. ¿Te molesta que una de tus creaciones dejara de existir?

El cielo volvió a iluminarse de forma más fuerte, con rabia.

El de pelo grisáceo se carcajeo y observó al contrario.

—Ay jefecito, yo creo que sí —sonrió desplegando sus negras alas.

—Hey, que no es mi culpa si ellos hacen ese ridículo ritual para llamarme y pedirme o exigirme algo sin importarles las consecuencias —se excusó alzando sus manos, mostrándose inocente.

—Creo que el problema viene siendo que estos seres humanos, no son más avanzados que los anteriores, son igual de idiotas cegados por sus fantasías y la perfección inexistente —otra voz se hizo presente, bajando lentamente del cielo con un aleteo de sus grandes y fuertes alas negras.

—Oye Nam, ¿dónde estabas? Te perdiste la diversión —dijo el de pelo gris, observando con una curiosa sonrisa al contrario.

—Buscaba otra presa —sonrió ladino, haciendo presente sus hoyuelos.

—Fue mejor de lo que esperamos, la mató mientras la mujer lo engañaba —no muy lejos se escuchó un disparo—. Y creo que ese fue él, se suicidó al no soportar lo que hizo —un puchero se presentó en su rostro—. Y yo que quería atormentarlo un poco hasta que estuviera demente —se lamento seguido de un suspiro.

El de pelo negro seguía observando el cielo, sus ojos inteligentes y malvados.

—Nam tiene razón, ¿que ganas con crear otra raza de humanos donde ahora se divide en alfa, omega y beta si siguen igual de estúpidos? —negó con su cabeza—. ¿Y después de cinco mil años? Algo planeas.

—Yo creo que si, cambiar la raza humana al integrar esa nueva jerarquía donde se les permite a los hombres quedar embarazados... No sé Suga, el de arriba planea algo, seguro.

Suga observó al otro peli plata, apreciando la altura de este y como a lo largo de los años y siglos había cambiado su peinado para finalmente dejarlo todo hacia atrás con los lados cortos.

No como Taehyung, el otro peli gris que mantuvo su pelo largo en especial la parte trasera de su cabello, cosa que era de toda la extensión de su cuello.

En cambio él, su pelo seguía negro, tan negro como la oscuridad profunda y vacía. Su pelo tenía pequeñas ondulaciones, en cada hebra de cabello negro.

—Y eso solo fue después de dos mil años que llegué aquí —alzó una ceja, volviendo su vista al cielo—. Cualquier estúpido plan que tengas para que yo vuelva abajo, no funcionará, creo ya habértelo aclarado hace unos cinco mil años atrás.

El Omega del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora