Capítulo XI

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Jungkook fue el primero en salir de su asombro, rápidamente siguió la mirada del pelirrojo hacia sus espaldas y entonces vio lo mismo que Jimin.

—Minnie... Nosotros... —comenzó pero Jimin negó con su cabeza.

—Me engañaron. —su voz era fría y cortante.

—No, no es así —negó Jin— nosotros en verdad queremos ser tus amigos.

—Tienen un maldito círculo de luz sobre sus cabezas. —gruño sintiéndose un tanto decepcionado.

—Hay una explicación para ello —intento Jungkook.

—Claro —pronunció con ácido—. Tal vez el que sean unos putos ángeles y no humanos.

Sin querer escuchar más excusas, salió del recinto sintiendo una especie de traición en su interior. Aunque quisiera negarlo, ya estaba viendo como amigos a aquellos dos raros hermanos.

Furioso llegó a su casa, tiró todas sus cosas en la entrada y fue directo a las escaleras.

—Jimin.

Aquel llamado le hizo detenerse y devolverse sobre sus propios pasos, sorprendido observó a su padre, al que consideraba verdaderamente uno. Ahora que lo piensa, ni siquiera sabía que había pasado con el vejete luego de dejarle inconsciente ayer.

—¿Papá? —pregunto caminando hasta la sala, observando el vacío sofá.

El hombre se giró a verle con una sonrisa cálida, se veía bien, estable y sano.

—Saldré por unos días para ver a un pariente, cuídate y cuida la casa.

—Claro —respondió extrañado—. ¿Estás bien?

—Si... Si necesitas algo me llamas —pidió desapareciendo de la sala.

Okey, aquello sí que era extraño pero qué más podía pasarle hoy. Había descubierto que las dos personas que se colaron a la fuerza en su vida hace una semana resultaron no ser humanos y al llegar a su casa su padre le sonreía y la avisaba que saldría a ver a un pariente. ¿Tenían un pariente siquiera?

Frustrado subió las escaleras y entró a su habitación, gimió cansado cuando vio el reflejo de Suga sentado en su cama.

—Oh sí manzanita, debes de calentar para no dañar tus cuerdas vocales para cuando te tome —dijo el de pelo negro, cerrándole un ojo.

—No estoy de humor para tus estupideces. —gruño sentándose en su cama y luego tirándose hacia atrás.

No era necesario ver a Suga para saber que aún no se movía de su cama, inexplicablemente podía sentirlo, podía sentir su calor corporal, nunca se había dado cuenta de ello.

—Sabes... Recordé algo interesante —dijo el demonio moviendo su dedo.

Jimin juntó sus cejas confundido cuando dejó de sentir el colchón en su espalda.

—¿Qué mierda...? —susurro confundido, abrió de más sus ojos al ver que estaba flotando.

Era como si una extraña fuerza sostuviera su cuerpo y lo elevaba con delicadeza, un viento cálido rodeando su cuerpo como una manta.

—¿Se supone que te estoy viendo? —pregunto burlesco, alzando una ceja mientras veía la cobija color azul de su cama.

—Recuerdo perfectamente como aquel día en que nos fuimos de fiesta me viste perfectamente sin la necesidad de estar reflejándome en algo —pronunció con una sonrisa ladina, detallando las facciones de aquel rostro infantil pero a la vez maduro. Tenía una extraña necesidad de apretar aquellas mejillas abultadas o de morder aquellos rellenos belfos.

El Omega del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora