Capítulo XXII

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Suga gruño frustrado, aun recordando su discusión con el Omega. Pero Jimin no entendía su enojo, el motivo de su enojo.

Media hora, Jimin estuvo ahí, parado como media hora con su mano estirada hacia la nada, tranquilo, como si escuchara algo.

No importó cuánto le llamó, no le prestó atención hasta que le grito y entonces le miró como si saliera de un trance.

Alguien estaba jugando con su mente.

Y eso era lo que le daba rabia, que jugaran con la mente de Jimin y este no se diera ni cuenta. Que permitiera fácilmente que invadieran su mente para crear una ilusión.

Las ilusiones pueden ser poderosas, pueden matar. Como no se puede distinguir de la realidad, si en esa ilusión mueres, en el mundo real también.

Y ahora, aunque estuviera enojado con él, quería ir a comprobar si estaba bien pero, en este preciso momento, estaba masacrando a Ángeles que curiosamente habían bajado más que la última vez.

Gruño furioso y con su mano atravesó el pecho del Ángel. Rápidamente la blanca y sepulcral ropa blanca, se fue tiñendo de rojo carmesí. Los ojos celestes se posaron sobre él, el miedo, terror, angustia dominaban los ojos del rubio Ángel.

—Es mi idea... O hay más Ángeles de lo normal, jefecito —preguntó el demonio de sonrisa cuadrada, su ceño fruncido mientras decapitaba a otro.

—Taehyung tiene razón, Suga —señaló Namjoon limpiando la sangre de su mejilla luego de cortarle las extremidades a otro.

—¿Qué? ¿Me vas a decir que esto es culpa de mi juguete, otra vez? —pregunto burlón, encubriendo la molestia que le perseguía.

Extrañamente, el demonio guardó silencio. No podía decirle a su señor lo que pensaba después de haber hablado con el Ángel de apetecibles labios y después de haber presenciado a aquella persona, que no era ni Ángel ni demonio, matar a un Ángel mientras le espiaba.

Tenía una teoría en su cabeza, que perfectamente podría estar mal o bien.

Otra totalmente diferente a la que había llegado cuando su señor se acercó al pelirrojo por primera vez.

No sabía si era peor o mejor.

El tiempo pasaba y los tres demonios seguían matando sin un ápice de remordimiento por las muertes que le daban a los seres puros o celestiales.

Pronto Suga se vio sin nadie a quien más masacrar, luego Namjoon. El único que quedaba era Taehyung que estaba entretenido jugando con el Ángel mientras cantaba una canción infantil que los humanos cantaban a sus niños.

—Nam, ¿que seguía después de “No me quedan más que tres”? —pregunto cantándole.

—¿De que mierda hablas? —pregunto haciendo una mueca, confundido.

—Duh, de la canción “yo tenía diez perritos” —respondio como si fuera lo más obvio—. Aunque en este caso cambie perritos por Ángeles y quedó “Yo tenía diez angelitos”

Suga resoplo y sonrió ladino, lo infantil que podía ser a veces Taehyung le divertía.

—Bien, no importa. La inventare —pronunció volviendo a observar al moribundo Ángel—. “El uno que me quedaba, el uno que me quedaba, se murió y se ahogo, se murió y se ahogo... ”—canto mientras apretaba la garganta del chico—. ¡Espera! —se detuvo a sí mismo—. Creo que es se ahogo y se murió, por que no se puede ahogar una vez que ya se está muerto —analizó observando a Namjoon para que confirmara su análisis.

El Omega del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora