Capítulo VII

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Todo era un caos, los gritos llenos de terror y dolor se detuvieron hace tan solo unos segundos atrás en el club.

La sangre brillaba donde mirasen, ni siquiera habían cuerpos, los pequeños diablitos jugaron con ellos hasta matarlos y luego se los comieron como los caníbales que eran.

Taehyung limpio la sangre de su frente, esparciéndola un poco más. Su sonrisa era tan grande que Namjoon ni siquiera sabía cómo era que calzaba aún en su rostro. Bueno, no era el único. Su mandíbula llegaba a doler de la sonrisa que portaba en su rostro también.

Años, si es que no siglos, que su señor no dejan libre a los pequeños cuerpos rojos brillantes para que se divirtieran. Lo bueno de esto, es que ellos también tuvieron su parte de diversión matando sin discriminación a todo el que se le cruzara.

Ahora los dos estaban dispuestos a buscar a su jefe, cosa que no fue necesaria cuando este entró cargando el cuerpo de un inconsciente Jimin entre sus brazos. Ambos demonios de cabellos grises se quedaron quietos como una estatua, observando sorprendidos a su señor.

—¿... Por qué...? —pregunto Tae, acercándose.

—No lo sé, no entiendo ni una mierda de esto. —bramó en respuesta, apretando al humano entre sus brazos.

—Se supone que nadie te puede tocar, nadie nos puede tocar, solo tú puedes tocarlos y eso es cuando ya están apunto de morir.

—Lo sé Nam, lo sé —suspiró y observó a su alrededor.

En otra ocasión hubiera sonreído y alabado el trabajo de sus pequeños y la participación segura de los otros dos demonios frente a él, pero en este momento su cabeza era un caos por culpa de una manzana, una dulce y jugosa manzana roja que dormía entre sus brazos sin problema alguno.

No dijo nada, en un parpadeo apareció en el techo del edificio y extendió sus grandes alas. Una parte de él quería volar para despejar su mente y otra era para mantener más al Omega contra su cuerpo, quizás cuando iba a ocurrir otra vez un milagro como este.

Milagro...

Gruñendo contempló el cielo con odio, deteniéndose y manteniéndose en el aire con la fuerza de sus alas negras con destellos azules.

—Espero que esta mierda no sea obra tuya, por que realmente lo lamentaras —condenó con voz oscura, batiendo con odio sus grandes alas antes de retomar su camino.

Si esto realmente era obra de ese idiota... Jugar en la tierra con sus pequeños será de lo mínimo de lo que se tendrá que preocupar ese idiota con complejo de dios todo poderoso. Pensó con una sonrisa ladina, retrayendo sus alas frente a la casa y en un parpadeo aparecieron dentro de la habitación.

Dejó al pelirrojo en la cama, observándolo de cerca, alzó su mano y con su pulgar delineó aquellos labios rojos.

—Nos vemos juguete —su voz se perdió en la oscuridad, al igual que él y sus dos fieles seguidores.

Cuando vuelva... serás mío.

 serás mío

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El Omega del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora