Capítulo XIII

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Namjoon limpio la sangre de la comisura de su labio con su dedo pulgar, observó a su señor quien parecía fuera de sí.

—No te acerques Namjoon, tienes estrictamente prohibido tocar a Jimin. —ordenó con voz oscura, con rabia.

El de pelo gris alzó sus manos y cerró sus ojos, como si se rindiera.

—Es una orden —volvió a gruñir Suga.

El cuerpo de Namjoon se tenso, reconociendo el pedido de su señor. Algo reacio, su cuerpo obedeció e inclinó su cabeza mientras su rodilla izquierda chocaba contra el suelo, uno de sus brazos reposando en el muslo de su pierna derecha.

—Como usted diga, mi señor —contestó como un soldado a su general.

Los ojos de Suga volvieron a la normalidad, por un segundo sus cejas se juntaron antes de volver a la normalidad.

—Así me gusta.

Namjoon sabía que esto iba mal, tenía que averiguar de Park Jimin antes de que sea demasiado tarde.

Namjoon sabía que esto iba mal, tenía que averiguar de Park Jimin antes de que sea demasiado tarde

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Jimin apretó sus labios cuando fue su turno de atender a Minho y a Taemin. En cuanto se acercó a la mesa, el pelinegro le observó desconfiado.

—Que desean ahora —pregunto sin importarle ser cortante.

—Así no se le atiende...

—Está bien, cielo —interrumpió el alfa, besando la coronilla de su pareja para tranquilizarlo—. La cuenta.

—Tiene que ir a pagar a la caja —señaló con su lapicera al rubio que estaba detrás de ella, evitando mirarlos.

Sin esperar más, dio media vuelta y fue atender otra mesa, topándose con Jungkook. Blanqueando sus ojos cambio de dirección y fue a la trastienda, abriendo la puerta del baño se adentro.

Era molesto ver ahora sin problema aquella aureola dorada y brillante sobre la cabeza de los supuestos hermanos. Eso solo le recordaba que le mintieron.

También era extraño que Minho haya interrumpido cada vez que Taemin intentara molestarlo, regalándole una sonrisa amigable. Cierto que aquel Alfa nunca había participado en molestarlo, o se mantenía al margen las mayoría de las veces, pero nunca había hecho nada para detener a los demás.  Jimin había visto la satisfacción en su mirada cada vez que se metía en una pelea y lograban golpearle.

Choi Minho no le gustaba.

Un escalofrío recorrió su espalda cuando una figura se posó a su espalda. El pequeño cuarto se volvió borroso y poco iluminado, algo cálido pero a la vez frío estaba rodeándolo, encerrado en las cuatro paredes del baño.

—¿Qué eres tú? —pregunto a la figura completamente blanca a sus espaldas, esta posó sus dedos sobre sus labios y negó con su cabeza.

Occidere eum —la voz era desequilibrada y extraña. Con una, al parecer, sonrisa antes de desaparecer, como si solo hubiera sido una ilusión, un producto de su imaginación.

El Omega del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora