Capítulo XXIII

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Quería gritar de frustración, enojo, miedo, angustia y horror.

No entendía qué mierda estaba pasando pero sí sabía que no le gustaba para nada.

Era como si su cuerpo estuviera presente pero no él, no su alma o pensamiento o incluso voluntad. Podía escuchar pero no reaccionar, no. Podía reaccionar pero no como a él le gustaría, sino que, reaccionaba a obedecer lo que aquella voz le dictaba.

Se sentía como una marioneta, y si lo pensaba, estaba actuando como una.

—Todo estará bien, solo debes seguir mis órdenes —aquella voz penetró sus oídos, podía sentir y ver cómo le acariciaba suavemente su mejilla derecha y él no podía hacer nada más que ver y aceptar.

Aquel hombre le sonrió y bajó su mano.

—Ay Jimin, seguramente no has de entender nada —se burló.

Quería gruñir de frustración, por su puesto que no entendía ni una mierda.

—Si quieres culpar a alguien, culpa a Lucifer o Suga.

¿Y el que tenía que ver?

—Aún no lo sabes, ¿cierto? —se volvió a burlar—. No importa, es mejor así —sonríe—. Para lo que debes hacer ahora, es mejor así.

Realmente quería blanquear sus ojos en este momento. ¿Por qué no podía ir directamente al punto?

—No te lo diré hasta que llegue el momento, así que no me mires así.

—Jinki —anuncio una voz.

Jimin observó como otro Ángel descendía del cielo hasta llegar a su lado.

—Aquí, soy Onew. —corrigió cortante el estúpido que lo había secuestrado.

Jinki... Ese nombre... Por qué...

El contrario rodó sus ojos y retrajo sus alas para poder acercarse aún más a ellos. Observando fijamente al pelirrojo.

—¿Aún no?

—No, pero eso es mejor para nosotros.

—¿Y Minho?

—Se está encargando de otras cosas.

¿Minho? ¿Acaso estaban hablando del mismo Minho que él pensaba?

Jimin quería hablar, quería preguntar sobre ello pero nuevamente no podía hacer ni una mierda.

Onew observo el cielo y luego sonrió en grande.

—Ya es hora —anuncio acercándose al pelirrojo.

Y lo que veía Jimin a través de esos ojos, no le gustó para nada.

Suga alzó su mano y los dos cuerpos delante de él se alzaron con brusquedad, estrellándose contra el techo

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Suga alzó su mano y los dos cuerpos delante de él se alzaron con brusquedad, estrellándose contra el techo.

—¿Dónde esta? —pregunto sin contener su gruñido.

El Omega del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora