Esperanza

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Esperanza

Por fin después de mucho tiempo Mara se sentía limpia, fresca y aseada. Para rematar, la ropa que llevaba olía a limpio también. Era como un sueño. Se dio cuenta como valoraba esas cosas; una noche de sueño sin sobresaltos, algo que comer para acallar el estómago y jabón. Las cosas que antes había dado por sentado ahora eran lujos.

Se dirigió al encuentro de Tyreese para ver si la necesitaba en alguna parte de la prisión para desmantelar o limpiar algún lugar, pero la informó que no había mucho que hacer de momento. Así que se marchó a la enfermería para comprobar cómo andaba de surtida, y así comenzar su labor de fisioterapeuta. Allí encontró a Hershel haciendo lo que parecía un inventario de los materiales.

—¡Buenos días! —dijo con una amplia sonrisa —¿Inventario? —El hombre asintió, volviendo la vista a la lista que apuntaba.

—Tienen todo esto revuelto —explicó—. Intentaron saquearlo, sin mucho éxito.

—O tal vez, no encontraron lo que andaban buscando —el hombre la miró comprendiendo sus palabras. Si se había producido un motín, muchos presos antes de intentar escapar habrían ido a conseguir drogas, incluso antes que armas.

—Bueno, pues vengo a echar una mano. También necesito saber si contamos con ciertos productos para poder hacer masajes —explicó la joven, a lo que el hombre asintió.

—Creo que lo de uso tópico está en aquel armario —informó apuntado con el lápiz—. No está muy destartalado.

La joven se remangó y se adueñó de otro bloc de notas y un lápiz. Ayudándose de las manos, subió a la encimera y abrió el armario, para empezar a enumerar los productos.

—¿Cuándo le parece que comencemos la terapia? —preguntó de pronto volviéndose hacia el hombre.

—Tú eres la profesional —a lo que la joven contestó con un gesto de modestia—, ¿cuándo te parece bien?

—No hay ningún motivo para esperar. El mejor momento del día sería a principio de la tarde, para que el músculo no esté demasiado cargado y permanezca así hasta la noche. —el hombre asintió conforme, siguiendo con su labor al igual que la joven.

A media mañana, Mara salió a descansar y tomar un poco de aire al patio. Cuando encontró a Rick de camino, se acercó a preguntar por su turno de guardia, este la informó de cómo lo tenían organizado.

—Verás... para poder organizarnos de la mejor forma posible con las guardias y el resto de ocupaciones, los turnos son de tres horas —comenzó a explicarla—, individualmente durante el día y en parejas por la noche. Cada semana se realizan cuatro guardias por el día, dos por la noche y se descansa otro día, ¿entiendes? —Mara asintió —Hay una hoja donde apuntarse para toda la semana, no puedes repetir horario —mirándola con más intensidad, insistió—. El día de descanso es obligatorio.

—Vale... —sonrió como una niña siendo reprendida —¿Dónde está esa hoja?.

—En la Torre dos —informó, señalando la torre a su espalda—. Es la que queda más cerca, después de que ésta volara —dijo, moviendo la cabeza hacia la torre cercana, medio destruida.

Mara se giró y sus ojos se abrieron lo máximo posible, incrédulos.

—Un momento, ¿esto pasó estando vosotros aquí? —Tras terminar la frase comprendió lo que significaba —¿Lo hizo él, el Gobernador?

—¿No creerías que atacaron con dos escopetas y unos palos, un sitio como éste? —le preguntó Rick de forma retórica—. Tranquila, les repelimos.

—Ya... —sus ojos seguían mirando la torre derrumbada—. Me...me voy a apuntar.

La lista estaba en la garita de la torre, por lo que Mara subió los escalones a paso ligero. Al llegar a lo alto, se sentía un poco exhausta, debía mejorar el fondo físico cuanto antes. Karen estaba de vigilancia en aquel momento.

Flor Eterna © (The walking dead 3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora