Pegados

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Pegados

La noche había caído, bajando aún más las temperaturas. Mara había estado practicando con la ballesta, en un lateral del patio, hasta que la penumbra le impidió distinguir los blancos. Seguía en ese mismo lugar pero acompañada de Megan y Shelly que, sin reparar en su estado le reclamaba atención, tampoco es que le importase, pues la mantenían distraída, lo cual era su única finalidad.

—Ya está la cena preparada, ¿vais a entrar? —avisó Beth, acercándose hasta ellas.

—Sí —asintió Mara—, venga ir con Beth —instó a las niñas—. Yo me voy a quedar aquí un poco más.

La joven Greene la miró con compasión y se llevó a las niñas hasta el interior del pabellón. El agotamiento físico comenzaba a hacer mella en Mara, por eso necesitaba quedarse fuera, no sólo esperando, sino sintiendo el frío en la cara que la ayudaba a despejarse y mantenerse serena.

En el interior del bloque Hershel vio con preocupación que Mara no había entrado con las niñas y tras cruzar una mirada con la pequeña de sus hijas, la cual negó con la cabeza, confirmando que Mara se negaba a dejar su espera.

Salió, algo consternado con la actitud de la joven, al exterior, en su búsqueda. La encontró merodeando cerca de las vallas que daban al campo de cultivo, y acompañado de sus muletas se acercó a su encuentro.

—¿Vas a quedarte toda la noche esperando? —preguntó —Así sólo conseguirás enfermar —Mara se giró al escucharle.

—No hay nada que pueda hacer... excepto esperar.

—Puedes hacerlo dentro —aconsejó el veterinario.

—Prefiero hacerlo aquí —se opuso ella.

—Tal vez pase la noche fuera, siguiendo algún rastro, puede que no vuelva hasta la mañana o la tarde de mañana.

—O tal vez puede estar muerto ahora mismo —contentó ella algo molesta—. No quiero pensar en que esta o no está haciendo, sólo quiero que vuelva ya.

—Mara...

—No os preocupéis, estoy bien... —explicó ella—, me agobiaré dentro, necesito estar aquí.

—Pues espera en uno de los coches —aconsejó el hombre—, por lo menos no cogerás frío.

La joven asintió, y le acompañó una parte del camino, para luego meterse en su camioneta amarilla, bajó la ventanilla un poco, seguía con la necesidad de sentir las punzadas del frío en la piel, así sentiría algo más que la preocupación, que se hacía más creciente, según la luna se elevaba por el cielo nocturno.

.

.

La oscuridad era total, pero podía escuchar el sonido de los caminantes a su espalda y a su alrededor, Daryl caminaba a la mayor velocidad posible con la pesada presa a la espalda, había tardado el doble en llegar hasta la ranchera, ya que un pequeño grupo de caminantes lo había descubierto. No faltaban más de unos cientos de metros hasta el vehículo según sus cálculos.

Si esos eran los mismos caminantes que habían asaltado la cabaña, no debían haberlo hecho hacía mucho tiempo, un día, tal vez dos.

La distancia hasta la Dodge Ram se acortaba, la cercanía de los mordedores también.

—Vamos coño, se lo has prometido —dijo para sí mismo acomodándose la presa en la espalda intentando no aminorar el paso.

Podía ver la linde del bosque a una decena de metros delante suyo, el camino estaba próximo y la ranchera también, con ella el regreso a casa.

Flor Eterna © (The walking dead 3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora