Flechas

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Flechas

La noche era fría, una niebla baja cubría todo, impidiendo que la guardia tuviera algún sentido. Aún así Mara estaba fuera de la garita con los prismáticos en la mano, pero sin mirar nada. Sólo respiraba profunda pero lentamente, dejando que su aliento marcase el pasar del tiempo. Mientras una parte de su espíritu se sentía libre y liviano, otra parte la hacía desear hacerse pequeña y ocultarse en un rincón oscuro, arrepentida por haber contado su mayor secreto. Casi temía mirar a la cara a Daryl, no quería ver su mirada compasiva, y aún deseaba menos escuchar sus palabras de consuelo, porque no las había. No tenía que girarse para saber que él la observaba desde el interior de la garita, estático pero constante.

Se obligó a entrar al interior cuando notó que la nariz le dolía, por la humedad fría de la noche.

—No te compadezcas de mi —dijo sin mirarle—. No te lo he contado por eso, sino para que no gastes esfuerzos en cosas inútiles.

—Aunque no te llamen mamá, esas crías se quedarían huérfanas si te perdieran —contestó con tono duro, Mara le miró por primera vez directamente—. Tienen suerte de tenerte. —Mara encogió los hombros como si aquello no importase realmente, aunque lo cierto es que la había reconfortado.

—Gracias... —dejó escapar con un hilo de voz, tenía los ojos empañados, pero no por pena, sino por emoción. Daryl le rodeó los hombros con el brazo, atrayéndola hacia él, dándole un leve beso en la frente—. Me gustaría quedarme así para siempre —se acurrucó en su pecho reconfortada por la calidez de su cuerpo.

—No me voy a ir a ningún lado.

Al escuchar aquello Mara sonrió y levantó la cabeza para besarle, se sentía agradecida por cada gesto y palabra que le había dicho y por cómo lo había hecho. Le dio un beso suave, ya no sentía ganas de esconderse ante él, levantó su mano para acariciarle el cuello.

—¡Joder! Estás helada —soltó cogiéndole la mano entre las suyas.

—Lo siento... —se apartó para acercarse a la estufa.

—No, da igual —contestó acercándola de nuevo a él, la atrajo por la cintura —No te alejes. —Mara se dejó llevar por él sin oponer ningún tipo de resistencia.

La noche resultaba demasiado fría, la humedad helada se colaba por cada rendija de la garita, Daryl no se sentía incomodado por el frio y se desprendió de su cazadora y su camisa, pero podía sentir como la piel de Mara se erizaba cuando quedaba al descubierto, por lo que frenó y se apartó un poco.

—¿Qué pasa? —preguntó un poco recelosa, aquella escena le traía malos y cercanos recuerdos.

—Hace demasiado frío —contestó acariciando sus brazos y besando su hombro, ella asintió más tranquila.

Daryl buscó por el suelo su camisa y se giró para cogerla. Mara miró su espalda, le gustaban sus hombros, podía parecer estúpido que unos hombros resultasen sexys, pero para ella lo eran, sus hombros, sus brazos y la forma de su espalda le atraían sobremanera.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —él asintió encogiendo los hombros y ella dio un par de pasos hacia él —Tus demonios, ¿por qué te los tatuaste? —preguntó, acariciando la pareja de figuras aladas de su espalda con la yema de los dedos, suavemente.

—Porque llevaba una borrachera histórica esa noche... —contestó volviendo la cara hacia ella.

—Ammm...

—Primero me hice este —explicó girándose a ella y señalando el demonio alado de su bíceps —Me gustó cuando lo vi.

—Te gustan las cosas con alas —dijo ella, no era una pregunta, sino una afirmación basada tanto en sus tatuajes, como en su chaleco.

Flor Eterna © (The walking dead 3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora