【 Capítulo 1 】

82 5 4
                                    

La playa resultaba asombrosa a la vista. El azul del mar se unía al azul del cielo cuando mirabas el horizonte, y en lo más alto brillaba el astro Rey con tanta intensidad como si estuviera desbordando felicidad; a su alrededor danzaban las nubes una bella pieza lenta y suave que combinaba con su imagen, mientras el viento las sostenía para que no perdieran el tempo.

—Es bellísimo

Una sonrisa se extendió por su rostro suave y terso, sus mejillas se tornaron rosadas y no pude evitar sentirme feliz de verla tan alegre. La pequeña de melena oscura me miró y pude notar ese brillo especial en sus ojos marrones.

—Me alegra que te guste—respondí con una sonrisa.

Extendí una mano y rocé su mejilla con cariño. La niña sonrió aún más y colocó su pequeña mano sobre la mía.

Desperté con el rostro empapado en llanto y una horrible sensación de vacío en el pecho. Llevé una mano a mi rostro y limpié los restos de mis lágrimas mientras luchaba por encontrar algo que me hiciera superar aquel ataque de ansiedad que me había dejado aquel sueño y que siempre me molestaba por las mañanas.

La muerte de Jell me había dejado bastante herida, sentía que no había nada que lograra hacerme sentir mejor. Todo me recordaba a aquella pequeña de ojos marrones llenos de alegría. Apreté los labios con fuerza y respiré profundo, cuando abrí los ojos de nuevo, justo después de soltar el aire, me sentí mejor. La pantalla del teléfono comenzó a brillar y a parpadear, lo miré sin mucho ánimo y atendí la llamada.

—¿Qué sucede? —contesté con desanimo. Removí la sabana sobre mí y bajé los pies en busca de las sandalias

—Necesito que pases a buscar cuatros capuchinos bien calientes, sin canela y con leche descremada. También urge que recojas la copia de los contratos firmados que están en la oficina de Keith, y por favor, no se te olvide venir presentable, la última vez el señor Kelley menciono que el personal debería lucir presentable, no como pordioseros, así que por el amor de Dios, trata de producirte un poco mas

La llamada se cortó incluso antes de que pudiera decirle algo a mi jefa, o para ser más exacta, la compañera de trabajo que se encontraba a cargo de mí. Obviamente Harriet Pace me usaba como su asistente personal, me encargaba todo lo que le encargaban a ella, pero al final de cuenta me pagan lo suficiente como para soportar todas sus actitudes despectivas hacia mí.

Dejé el celular sobre la cama y me apresuré a arreglarme. Saqué del fondo de mi pequeño armario, aquella falda negra que Harriet me había obligado a comprar después de la última visita del señor Kelley, la acompañé con una camisa azul claro y los tacones negros que solía usar con aquella prenda. Guardé mis cosas en la bolsa marrón que mamá me había regalado hacía ya tres cumpleaños, y salí disparada a la cafetería.

Las calles eran algo ruidosas por la mañana, los autos se encargaban de saturar el ambiente con ruidos molestos y emisiones de dióxido de carbono. Nada en esa ciudad me hacía sentir bien, cómoda o bienvenida. No podía llamarle hogar a un lugar así.

Con paso rápido crucé tres calles antes de llegar a la cafetería que Harriet me había especificado desde el primer día que entré a trabajar con ella. Todos en la oficina bebían café de aquel lugar, parecía ser un requisito importante.

—Buenos días—saludó el chico al otro lado del mostrador

—Buenos días—respondí con una leve sonrisa—cuatro capuchinos bien calientes, sin canela y con leche descremada, y un capuchino con vainilla—el sujeto de la cafetería asintió y me dio la espalda.

Atrigeos I : EsenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora