【 Capítulo 18 】

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Caminé con calma y porte por aquel corredor, justo como mi madre me había enseñado y como había hecho siempre desde que cumplí ocho años. Mi madre y yo teníamos las miradas de todos de la fortaleza. El soldado era muy callado, aunque tampoco es como si mi madre les permitiera que se dirigieran a nosotras. El hombre nos estaba llevándo al salón de tronos donde aguardaba el Rey de Neurin. En cuanto estuvimos frente a la gran puerta de vidrio rojo, indicó a los guardias que la abrieran. Los hombres nos miraron a mamá y a mi antes de hacer una reverencia y obedecer la orden del soldado de pelo platinado.

La sala del trono era la mejor habitación en todo el edificio. Una sala grande y espaciosa, llena de lujosos artículos como telarañas de cristal y enormes ventanales de vidrio que daban una perfecta vista a lo que me correspondía por derecho. Mamá siempre decía que alguien día ocuparía el lugar de mi padre, aquel trono seria mío y yo tendría lo que poseía.

El soldado caminó guiándonos por el camino principal que se encontraba flanqueado por dos hileras de guardias, todos haciendo reverencia en cuanto nosotras pasábamos. Ocupee a mis ojos la tarea de buscar entre todos esos rostros al guardia que, en secreto, era la razón de que estuviera aquí.

—Bienvenida a la fortaleza mi lady—saludó el capitán de la guardia haciendo una reverencia a mi madre. Ella asintió con una sonrisa y miró a mi padre

—Mmi Rey—mamá y yo hicimos una reverencia a lo que papá respondió con un asentimiento de cabeza. Mientras me reincorporaba distinguí aquel rostro que tanto buscaba

Jolin se encontraba de pie junto a la mano derecha del capitán, el soldado que nos había llevado hasta ahí se había colocado a su lado, ambos, acompañando al Capitán Kkam, aquel sujeto que solía estar malhumorado la mayor parte del tiempo y que era un gran amigo de mi padre. Sin embargo mis ojos solo pudieron mirar aquel rostro tostado por el sol y los ojos que parecían perlas sacadas del mismísimo mar Hibris. El guardia lucía guapísimo en aquel traje que vestía. Su cabellera blanca resaltaba y brillaba como estrella en el cielo. Mientras lo examinaba con lujo de detalle, su mirada suave y amable se encontró con la mía. Mi rostro se enrojeció de inmediato sin que pudiera evitarlo. Una sonrisa cruzó mi rostro en respuesta, a lo que el respondió con una reverencia.

—Kirlia

Aparté la mirada de Jolin con rapidez cuando oí a mi padre llamar mi nombre. Me miraba con aquellos ojos azul eléctrico que yo había heredado, lucía feliz de verme, aunque sabía que no me abrazaría hasta que estuviéramos solos.

—Es un gusto ver tu rostro de nuevo, padre—una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro alegre de mi progenitor

—Mi querida hija, es un alegría para mí que estés aquí—sus palabras sonaron realmente emotivas, y sabía que decía la verdad, pero había algo en sus ojos que me dijo que había algo que lo angustiaba

¿Qué podría angustiar al Rey de Neurin?

La daga cruzó el arbusto sin problemas y se enterró en el pedazo de madera que guiaba de la rama del árbol donde Zhaarí lo había colocado. Una sonrisa se extendió por su rostro y solo pude bufar decepcionada de que su daga si hubiera logrado cruzar el arbusto y la mía no.

—La practica acabo niña, es hora de que te des un baño, apestas a sesos de cabra—arrugué la nariz asqueada por la idea de sesos de cabra y avergonzada por la comparación

—¿Tan mal huelo?—pregunté con inocencia mientras olfateaba la camisa empapada de sudor. Zhaarí asintió y colocó de nuevo sus dagas en el interior de su bota—¿mañana que haremos?—la chica sonrió. Una sonrisa maligna

Atrigeos I : EsenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora