【 Capítulo 26 】

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La tierra húmeda y lodosa se revolvía en mis pies descalzos, el aire era frío y denso, y tenía un peculiar olor lleno de angustia, dolor y rencor. Sentía el cuerpo tan ligero y libre, aunque de pie en medio de la oscuridad sentía esa extraña sensación de que alguien me estaba viendo. Levanté la mirada, y muy arriba, se encontraba un cielo estrellado pero la luz de las estrellas y la luna no alcanzaba a llegar hasta donde yo estaba, por alguna razón no había iluminación en aquel sitio.

¡Corre!

Giré hacia donde creí provenía el aviso, pero no podía ver nada, solo oía una especie de pasos muy ligeros y respiraciones. El olor comenzó a aumentar y sentí como escurría algo líquido por mi nariz. El pánico se hizo más grande y de la nada, a lo lejos, se oyó un disparo.

Desperté con el alma en un hilo y el cuerpo entero llenó de sudor. La habitación se encontraba iluminada por una vela en la mesa y la luz de la luna que se filtraba por la ventana.

Me incorporé con dificultad, mis costillas dolían y supe que eran resultado del azote que Azsael me dio contra la pared, cuando lo viera le reclamaría por ello, pero ahora solo podía pensar en aquel feo sueño y en el horrible dolor de cabeza que tenía. Sujeté mi cabeza tratando de contener el dolor y salí de la cama. Moría de calor y me sentía pegajosa, un baño no me caería nada mal, y tal vez luego saldría a tomar aire al balcón, tal vez ahí podría pensar en todo lo que había pasado ese día. Lo que menos quería ahora era dormir.

Caminé al baño, sintiendo como cada parte de mi despertaba solo para sentir un nuevo y punzante dolor. Pasé junto al armario y el destello de la luna en el espejo me hizo voltear.

Un gritó escapó de mi garganta al ver tal horror en el espejo.

¿Qué me habían hecho?




El fuego ardía en la chimenea y se podía oír las maderas partirse lentamente siendo carcomidas por el fuego. Incluso en aquella noche calurosa necesita con urgencia estar junto al calor que proporcionaban las llamas. Este día no había sido del todo común. Primero Jolin me invitó a caminar al jardín, esa fue la mejor parte, después de eso todo empeoro. Apenas esa mañana me creía hija única, pero después descubrí que tenía dos hermanas, o bueno medias hermanas, y que una de ellas había intentado lastimarme, pero lo peor fue saber de la traición de mi padre.

Desde siempre había considerado a mi padre como el hombre perfecto. Lo tenía todo, era Rey, era un buen guerrero, atractivo y poseía a una familia que lo amaba y que creía ciegamente en él. Deseaba con gran emoción encontrar a un hombre tan bueno como él, pero ahora ya no sabía que pensar.

El sonido de alguien tocando la puerta me hizo apartar los ojos de la fogata. Mi padre se asomó por la puerta y entró a la habitación. Su rostro lo decía todo, estaba preocupado.

—Kirlia, querida, necesitamos hablar de esto

Su voz aún seguía siendo serena aunque había una pizca de nervios en ella. Mi padre avanzó con cuidado y precaución, como si temiera hacer cualquier movimiento y asustarme, o quizás pensó que saltaría sobre de él como aquella chica. Lo observé con atención hasta que llegó al sofá y se sentó junto a mí. Tragué saliva por los nervios y aparté mis ojos de él. Aun no sabía que pensar o sentir respecto a lo que ocurrió este día, pero sabía que esto cambiaria las cosas entre nosotros.

—¿Por qué no dijiste nada?—me sentía tonta al preguntar y aún más tonta al pensar que él no me respondería

—No era correcto de mi parte—contestó con calma—era joven cuando ocurrió, ella jamás sería aceptada en Neurin y no vi razón para que lo supieran

Atrigeos I : EsenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora