【 Capítulo 6 】

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Después de que la pequeña mujer, que había impedido mi escape, consiguiera llevarme a la silla que minutos antes ella ocupaba, y de que me ofreciera otro vaso con agua, fue cuando comencé a controlarme y a intentar retomar el control de mi cuerpo.

—¿Ya estas mejor?—preguntó la mujer de bellos ojos. Levanté la mirada y asentí con seguridad—entonces pon atención—me ordenó con amabilidad, volví a asentir y dirigí mi atención al sujeto que se encontraba de pie frente a mi

La melena hasta los hombros de un bello tono gris platinado semi atado con una cinta de cuero, lucia encantadoramente retador si mirabas todo el paquete completo.

—Azsael Rathfim—con la mano derecha sobre su pecho y la izquierda en la espalda, el hombre hizo una reverencia que me hizo sentir importante. Su voz aún era gruesa y tan profunda como el océano. El hombre dio dos pasos hacia mí pero sus ojos miraban a la mujer a mi lado—Zhaarí, trae a Lión y a Jolin—la pequeña asintió y abandonó la habitación sin proferir queja alguna

El ambiente en el cuarto se volvió un poco más tenso e incómodo. El tal Azsael me miraba sin siquiera disimular, aunque yo tampoco lo hacía. Por alguna extraña razón, el sujeto no me resultaba amenazador, aunque las facciones duras de su bello rostro y el guante de metal con pequeñas púas donde se encontraban los nudillos que llevaba en la mano derecha fueran algo ligeramente de temer. No pasaría de los treinta, su piel lucia radiante, con un ligero bronceado, y sin un rastro de arrugas.

Un pantalón negro con unas botas hasta la rodilla de un material parecido al cuero era lo que usaba, aunque algo me decía que no era de un cuero común; una túnica abierta en la parte superior, similar a la de Zhaarí, pero de un verde similar al de sus ojos, con bordados de un plateado que se extendían por toda la parte centro de la prenda, desde la base hasta el cuello alto. Dejaba ver una camisa blanca de una tela bastante ligera y sencilla, y un poco de piel de su cuello y clavícula. De su cintura colgaba un cinturón de cuero negro en donde se encontraba un juego de tres dagas pequeñas.

La vestimenta que ambos lucían era un poco confusa. En la vida habia visto a personas vestir tales prendas, salvo en las películas, pero algo me decía que no estaba en un set de grabación, eso sería algo tonto. Sin embargo, debía admitir que el sujeto lucía bastante atractivo, seguramente era la clase de sujeto que robaba suspiros por donde pasara con esos hombro anchos y piernas fuertes que resaltaban con aquel pantalón, pero aun siendo un adonis, eso no hacía que me sintiera tranquila.

—¿Dónde estoy?—pregunté después de terminar de examinar al sujeto. El parecía hacer lo mismo cuando lo interrumpí

—En Neurin—contestó con voz seria. Me miro con aquellos bellos ojos verdes y por unos segundos le sostuve la mirada, pero era tan fuerte que me hizo tragar saliva

—¿Cómo llegue aquí?—Azsael entrecerró los ojos e inclinó su cabeza ligeramente hacia la derecha

—No puedo responder eso hasta que Lión haya llegado

—¿Quién es Leo y por qué lo mandaste a llamar?—mi voz sonó setenta por ciento temerosa y treinta por ciento exigente. Azsael mantuvo su mirada y pude ver como los músculos de su mandíbula se tensaban, haciendo que me arrepintiera de haber hablado

—Porque soy el que manda aquí

Dirigí los ojos a la puerta de madera y me encontré con tres personas a punto de entrar a la habitación. A la única que reconocí fue a Zhaarí, quien parecía algo divertida o emocionada, en realidad no sabría explicar su rostro; a su derecha estaba un hombre de unos treinta y tantos años, con anchos hombros y cabello cenizo, sus ojos eran grandes y no dejaban de mirarme como si estuviera viendo a un insecto; el tercer personaje era un hombre más joven, era guapo, de rasgos amigables a pesar del gesto serio que mostraba, su cabello era de un rubio muy claro, casi podría decirse que era blanco, lo llevaba raso por los costados pero largo en el centro, algo desarreglado pero eso no era lo que me llamaba la atención. El sujeto tenía una mira penetrante y sus ojos grises me miraban de una manera que parecía estar molesto conmigo. Los tres avanzaron hasta quedar a unos tres metros de mí.

Atrigeos I : EsenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora