【 Capítulo 7 】

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Azsael y Zhaarí me guiaron, o más bien me arrastraron contra mi voluntad por los corredores de aquel lugar después de que me consiguieron ropa más adecuada para ver a su alteza. El vestido era de una combinación de telas lilas, blancas y purpura, en todo el torso había bordados hechos con hilos plateados que resultaban asombrosos por la perfeccion y el cuidado con el que estaban realizados, un trabajo que seguramente había llevado tiempo; los hombros estaban ligeramente descubiertos y me habían recogido el cabello en un sencillo moño. Todo el conjunto resultaba ser muy cómodo y ligero, aunque me sentía algo extraña de vestir así y el andar por aquellos corredores resultaba algo abrumador.

¿Cómo había terminado en aquel sitio? Vestida como si estuviera en una película de la Edad Media y flanqueada por dos personas realmente extrañas e intrigantes, mientras me dirigía a hablar con el Rey de un lugar desconocido.

No es real, solo es una alucinación

Comenzaba a creer que mi cerebro no era tan inteligente si aún pensaba que esto era un sueño mío, ¿acaso no se daba cuenta de cada detalle que había en aquel sitio? Las paredes de piedra oscura y ligeramente húmeda, el aire corriendo por entre los pasillos con tanta libertad y sin una pizca de contaminante, el extraño sonido de murmullos detrás de las paredes y aquella sensación de opresión que aún mantenía mi pecho algo adolorido. Mi cabeza no podría inventarse todo eso, no era tan creativa para esa clase de cosas, ni siquiera podía escribir una tarjeta de felicitaciones, todo eso era de Jell. El rostro de mi pequeña hermana se instaló en mi mente y provocó que me faltara el aire.

—¿Estás bien?—negué en respuesta ante la pregunta de Zhaarí. La pequeña mujer levantaba la cabeza para poder mirarme mientras caminábamos. Apenas y lograba rebasar mis hombros

—¿Cuánto más va a durar esto?—pregunté sin aliento

—Ya casi estamos por llegar—respondió la pequeña mujer

—Me refería al dolor en el pecho, pero gracias por la información—llevé una mano al pecho e inhalé profundo hasta sentir mis pulmones a punto de estallar. Dejé escapar el aire con lentitud y el dolor se calmó—¿se supone que esto es normal?—Zhaarí negó con la cabeza sin molestarse en mirarme y se encogió de hombros

—En realidad no lo sé, el sanador dijo que no habías recibido daño alguno, pero parece que no notó tu pequeño problemilla en el pecho

—A los sanadores no se les escapa nada—habló por fin Azsael después de ordenarles a las chicas que me vestían que se apresuraran

—Si, tal vez sea eso—lo apoyó Zhaarí sin dejar de frotarse la barbilla—aunque supongo que siempre hay una excepción—el soldado gruñó y la chica sonrió gustosa—¡Por fin! Ya me estaba cansando—soltó con tranquilidad cuando llegamos a una gran puerta de cristales rojos y algunos detalles en dorado. El solo verla me hizo encogerme en mi lugar—muy bien, démonos prisa, deben de estar esperando

Zhaarí me arrastró del brazo hasta estar frente a frente con la puerta, le lanzó una mirada a Azsael ordenándole que abriera la puerta. El chico no parecía muy contento pero de todas formas la abrió.

La habitación del trono no era tan grande como había pensado, solo sabían cómo acomodar las cosas para dar un efecto de más tamaño. Las paredes eran de la misma piedra que los pasillos, pero el suelo estaba recubierto de azulejos dorados, haciendo juego con la puerta. En la pared del fondo habían dos inmensos ventanales que dejaban ver un el azul del cielo y algunos árboles, o mejor dicho solo podía ver las copas de los árboles, extendiéndose por kilómetros. ¿A qué altura estábamos del suelo? Una sensación de vértigo me hizo contener la respiración por unos segundos y exhalar de golpe.

Atrigeos I : EsenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora