【 Capítulo 9 】

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El atardecer resultaba bellísimo desde la terraza de mi cuarto. Las nubes iban de un lado a otro cruzándose y combinándose para hacer nuevas figuras en el cielo. La cabeza de Jell se encontraba sobre mi regazo mientras sus manos apuntaban un ruiseñor que pasó volando sobre nosotras y se refugió en el árbol del patio. Habíamos estado jugando todo el día y estábamos exhaustas, pero eso no impedía que ella hablara.

Bajé la mirada y la concentré en aquel dulce rostro lleno de ternura y amabilidad. Mi hermana me regresó la mirada, y por un breve momento sus ojos fueron azul eléctrico. Me alejé de ella confundida y asustada, cuando volví con ella, solo estaba el cuerpo sin vida de mi hermana.



Las ganas de vomitar fueron las que me despertaron de aquella horrible pesadilla. Alguien me sostuvo mientras vomitaba en un contenedor. Las lágrimas me nublaron la vista lo suficiente para no reconocer a la persona sino hasta que la escuché hablar.

—Sácalo todo—la mano de Zhaarí me frotó la espalda y los hombros sin soltar el contenedor—mucho mejor—una sonrisa se extendió por su rostro cuando levanté la cabeza—ten, límpiate con esto—tomé el pañuelo e hice lo que me dijo—bueno, esta vez no tardaste tanto—la miré confundida mientras se dirigía a lavar el contenedor

—¿Esta vez?—repetí consternada, la pequeña asintió sin apartar la vista de su tarea—¿Cuántas veces he vomitado?—pregunté algo avergonzada del número que diría

—Esta es la cuarta, en las primeras tres vomitaste y volviste a dormir—me miró y sonrió como si nada—papá dijo que es normal, pero que debía de mantenerme atenta por si sacabas algo extraño—regresó los ojos al contenedor de metal y suspiró—por suerte no hay nada extraño que le pueda reportar—asentí aun confundida, pero preferí no seguir preguntando

El sabor del vomito aún seguía en mi boca y eso me causaba más asco. Recorrí la habitación con la mirada hasta que encontré una jarra de agua en una mesa a tres metros de la cama. Me quité la sabana que me cubría y encontré una bata de un suave material color melón, lo suficientemente larga para saber que le pertenecía a Zhaarí, la prenda apenas llegaba a la mitad de mis muslos y tenía el escote algo bajo. Después de asegurarme de que solo estaba ella en la habitación y de que estaba concentrada lavando el contenedor, bajé de la cama y avancé con cuidado de no caer hasta que llegué a la mesa. El agua se llevó todo sabor desagradable de mi boca y le dio una sensación agradable a mi garganta, para el tercer vaso podía sentir todo mi cuerpo fresco. Me limpié la boca con el dorso de la mano y regresé a la cama.

—¿Puedo preguntar qué fue lo que paso?—la mujer soltó una risita y se giró a verme

—Ya lo hiciste—contestó bastante divertida. Zhaarí dejo el contenedor en el suelo antes de sentarse en la silla frente a la cama—querida despistada, resultaste mucho más interesante de lo que creí—habló con tranquilidad, sus manos se movieron por su cabello hasta que lo ataron en una cola de caballo—nos dejaste a todos como imbéciles con aquella rabieta—una chispa brilló en sus enormes ojos azules, parecía divertida con ello

—¿Rabieta?—Zhaarí asintió sin dejar de sonreír. El recuerdo del dolor en el pecho y la voz de Jell llamándome era lo único que recordaba—¿Qué sucedió?—insistí a la mujer

—Explotaste frente a todos nosotros. Gritabas como loca, de una forma que hiciste que incluso Azsael ensuciara sus pantalones, y eso créeme, no es fácil de lograr—parecía bastante segura de lo que decía, pero no me interesaba lo que asustaba a ese sujeto

—¿Qué más paso?—Zhaarí se golpeó la barbilla con su dedo índice mientras recordaba lo ocurrido

—Te retorcías mientras pedias que soltaran a alguien, es obvio que era solo una alucinación tuya, pero eso hizo que sacaras la esencia de aquel vehnthura, o al menos que nos mostraras un poco de ella—el saber que había algo extraño dentro de mí me resultaba escalofriante, sin embargo yo no me sentía diferente o enferma—te desmayaste y el Rey ordenó que te revisara el mejor sanador, o sea mi padre, así que aquí estas—me señaló con sus manos y su sonrisa se hizo aún más grande

Atrigeos I : EsenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora