【 Capítulo 33 】

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La sala era un barullo de conmoción. Aquello había sido un completo espectáculo que nadie olvidaría por años. El Rey aceptando a su hija bastarda, y aun peor, como su primogénita. Jamás había sucedido algo así, ningún Rey antes había reconocido a sus bastardos, ¿Por qué mi padre haría tal cosa?

—¿Perdiste la cabeza?—mi madre se levantó de su lugar y enfrentó a mi padre, quien lucía poco sorprendido por el escape de Erika—Es una bastarda iknara, ¿Cómo pudiste no consultármelo antes?—peleó mi madre cuando la música retomó su lugar y estuvimos lejos del palco

Las discusiones siempre debían mantenerse lejos de la vista del público, eso era lo primordial si eras de la realeza. Mis padres se alejaron de la mirada curiosa de los invitados. Yo no tenía voz en sus discusiones, sin embargo escucharlas no se me estaba prohibido, a menos claro, que mi padre ordenara que me marchase, cosa que no sucedió.

—Nos acabas de dejar en ridículo al reconocer a la hija de una iknara ¿Qué van a pensar de nosotros?

—Es una hija de Anorith, merece que se le sea reconocida como tal—soltó papá con firmeza. Él siempre mantenía el control aun cuando hablaba con la nerviosa de mi madre

—¡La nombraste tu primogénita! ¡Frente a todos!—las manos de mi madre se sacudían en el aire como si estuvieran tratando de encontrar las razones de mi padre para haber cometido tal barbarie

—Ella es la mayor

—¡No me interesa!—chilló furiosa—Kirlia es tu hija, la hija de un Rey y una Reina—mamá me señaló y sentí cierta incomodidad al ver como le gritaba a mi padre—esa es hija de un adolescente imprudente y una iknara estúpida

—¡Suficiente!—tanto mi madre como yo nos sorprendimos por la repentina explosión de ira de mi padre—No seguiré soportando tus quejas Mahia. Soy el Rey, yo decido que hacer y que no, no tengo razón para consultarte mis decisiones

—Padre

—Respetaran a Erika, de ahora en adelante ella será parte de esta familia—sus brillantes ojos se pasearon entre mi madre y yo como si de dos chiquillas se tratara—Si llegó a escuchar un solo murmullo acerca de ella, habrá consecuencias ¿quedó entendido?

No podía creerlo, mi padre defendiendo a aquella chica, pasando por sobre mi madre para asegurar su bienestar. Él no era esa clase de persona, no discutía con mi madre, no le levantaba la voz de manera tan sorpresiva y brusca. Era insoportable.

Mamá no discutió, aunque no ocultó que aquello no le agradaba para nada, por mi parte, tampoco fui capaz de esconder lo doloroso que era para mí que mi padre alzará la voz solo para defenderla, a ella, su bastarda iknara. Mi padre tuvo que esperar varios minutos para percatarse del daño que sus palabras me había ocasionado.

—Kirlia yo...

—Con permiso—bajé la mirada intentando ocultar las lágrimas que comenzaban a acumularse en mis ojos e hice una leve reverencia—Estoy cansada

Sin decir más me retiré de la fiesta sin que nadie me viera. No era hora de festejar, no quería hacerlo, no si esa fiesta era para ella.

Idiota, idiota y mil veces idiota. ¿Por qué me hizo esto? Es un maldito

Corrí por los corredores lo más rápido que aquellos estúpidos zapatos me permitieron, quería llegar a mi habitación, arrancarme ese horrendo vestido y salir de aquel lugar de locura. No necesitaba esto, no los necesitaba a ninguno de ellos. Regresaría a casa, viviría como lo hice meses atrás, no me importaba Dabin, no me importaban los vehnthuras, no me interesaba absolutamente nada de aquel maldito mundo.

Atrigeos I : EsenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora