Lady Uchiha

Moviendo Piezas

Las semanas pasaron y durante ese tiempo, Hinata sentía cómo poco a poco la carga que había decidido llevar sobre sus hombros se iba aligerando. Todo parecía ir sobre la marcha ahora que también la relación de Sarada y Sasuke se iba fortaleciendo; de igual forma, era cada vez era más normal ver a ambos Uchiha en el Barrio Hyuga. Himawari y Boruto se habían vuelto más cercanos a Sasuke, así como también el Uchiha iba abriendo poco a poco su corazón a esos dos ruidosos chiquillos.

Pero, al contrario de la felicidad y el ambiente relajado que se desarrollaba lentamente entre ellos, dentro de la mansión Hyuga había un pequeño grupo de personas que no veían con tan buenos ojos la repentina relación y estrecho acercamiento de ambos Uchiha con la familia de la rama principal. Los miembros del Consejo estaban al tanto de la situación de Hinata con su aún esposo Naruto Uzumaki, actual Hokage de la aldea y que gracias a aquella unión, el Clan Hyuga había podido aumentar su prestigio y poder.

- No podemos dejar que los Uchiha se entrometan en nuestros asuntos –decía un miembro del Consejo.

- ¿A qué te refieres? –preguntaba otro.

- ¿No es obvio? El Uchiha se está ganando la confianza de Hinata y Hiashi –gruñía molesto una tercera persona mientras se giraba al actual cabeza del Consejo– ¿qué haremos si Hinata y el traidor Uchiha comienzan una relación más íntima? Hyuga-sama. . .

- Tendremos que convencer a Hinata de que desista de su idea del divorcio –interrumpió mientras levantaba una mano para hacer callar a sus tres allegados–, no podemos dejar que el clan se vea nuevamente afectado por su debilidad –suspiró sin dejar de lado su actitud estoica.

- ¿Qué hay de Hiashi y Hanabi? –preguntaba otro miembro del consejo.

- Confío plenamente en Hiashi, sé que elegirá la opción más viable y que además beneficie al clan. De la chiquilla no deben preocuparse, la sacaremos del camino de una u otra forma.

- ¿Está seguro de que podemos confiar en Hiashi? Desde que los hijos de Hinata nacieron, él se ha vuelto. . . débil.

- Es por eso que estoy seguro que podremos confiar en que todo saldrá a la perfección. Esos niños son la debilidad de los tres, si alguno se atreve siquiera a desafiarnos, podremos usarlos a nuestro favor.

- Ya veo pero ¿qué haremos entonces con los Uchiha?

- Es obvio que no podremos contra el traidor pero su hija –una pequeña pero maliciosa sonrisa se formó en el rostro del viejo Hyuga–, ella será un blanco fácil además de manipulable. Es cuestión de averiguar un poco sobre ella y lo que sabe acerca de su clan y de su propio padre; puede sernos útil tener en nuestro poder uno de los dojutsus más fuertes del mundo shinobi.

- Y ¿el Hokage estará de acuerdo? ¿Qué hay del Consejo de la Aldea? –preguntó uno de ellos, temeroso.

- El Hokage sólo es un vehículo, de cualquier forma no tiene derecho a entrometerse en las decisiones del clan aunque claro, nos sería de mucha ayuda tener el prestigio del que goza –decía mientras se levantaba de sillón en el que se encontraba–. Los Concejales no son el obstáculo que me preocupa, de hecho, sólo es el líder del Clan Nara al que tendríamos que vigilar pero eso lo dejaremos para después –suspiraba mientras se giraba hacia los tres consejeros–. No podemos dejar que nadie más que nosotros esté al tanto de esta información, aún faltan varios detalles que debemos atender así que, tengan cuidado –todos los que estaban reunidos en aquella habitación asintieron con la cabeza y se retiraron rápidamente antes de que alguien se diera cuenta de sus reuniones secretas.

Mientras tanto, en uno de los campos de entrenamiento se encontraba un alumno junto a su maestro, discutiendo sobre un tema bastante delicado no sólo para ellos sino para toda la aldea.