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           Washington D.C – sábado; 23 de diciembre 2017

Robert introdujo la llave en el picaporte de la puerta y luego de girarla, abrió la misma ingresando al hogar. Quería prepararle una sorpresa aquella noche a Eric, quizás cenar juntos, ver una película y después tener algo de sexo. Aunque al castaño no le importaba si se saltaban la película para el último paso. Realmente lo necesitaba, desde la escapada que habían tenido a la playa, la cosa entre ellos había cambiado y eso tenía al castaño preocupado. No quería que la relación acabará.

Suspirando cerró la puerta y comenzó a caminar hacia la cocina, dejó allí las bolsas de las compras que había hecho para la cena. Luego lo arreglaría todo, primero iría a la habitación del rubio para dejar su mochila. Saliendo de la cocina, caminó hacia las escaleras tarareando una canción mentalmente. Realmente esperaba sorprenderlo y que pudieran recuperar el tiempo perdido. Abriendo la puerta de la habitación de su novio se detuvo por completo al verlo.

―¡Eric! ―gritó.

El rubio detuvo las embestidas que le proporcionaba a la castaña y se giró hacia la puerta.

―¿Robert? ―la chica se separó del muchacho para bajar de la cama y tomar sus pertenencias saliendo en carreras de la habitación. ―¡Llámame! ―gritó el rubio riendo. Caminó por su habitación y tomó el bóxer del suelo para comenzar a ponérselo. ―¿Qué haces aquí, Robert?

―¿Solo eso dirás? ―susurró cruzando sus brazos. Tenía ganas de llorar pero no lo haría. No frente a él.

―¿Qué quieres que te diga? Oh, Robert. No es lo que crees. ―dijo con burla tomando asiento en la cama. ―Por supuesto que es exactamente lo que viste. Estaba teniendo sexo con una mujer, ¿cuál es el problema?

―¡Que somos novios, imbécil! ―le respondió gritando con fuerza. El rubio solo alzó sus hombros suspirando.

―Ya basta de esta mentira, Robert. Acéptalo, sabias que todo esto era para pasar el rato. Te gustaba, me gustabas y listo, solo nos queríamos para tener sexo y punto.

―Yo te amaba...

―¿Realmente pretendes que crea eso? ―se rio el chico negando con pesadez. ―Tú no amas a nadie más que no seas tú. Admítelo, sabias en que te estabas metiendo. Archie te lo dijo y estoy seguro que muchos también te lo advirtieron. No eres el primero con quien me revuelco por unos meses y ya. ―pasando una mano por su cabello, miró con aburrimiento al castaño.

Robert aún seguía en el umbral de la puerta mirándolo con enojo. Quería golpearlo en ese momento, pero recordaba cómo había atacado a Archie el día de su cumpleaños y la verdad es que no quería estar así para las fechas.

Archie... después de todo su mejor amigo tenía razón.

―Lo perdí todo por ti, Eric. ―susurró mordiendo su labio inferior con fuerza, mientras notaba al rubio colocarse de pie y caminar hacia él hasta quedar frente a frente.

―No, Robert. Lo perdiste todo por ti mismo. Tú solo querías tener una aventura con el popular de la universidad, con el chico rebelde. Admítelo. Además de eso, tuviste siempre la oportunidad de elegir entre tus amigos y yo y tú me preferías a mí. Yo nunca te coloqué un arma en la sien para que me eligieras, ¿o sí? ―Robert bajó la mirada negando. ―Entonces, no me culpes a mí de tus propios errores. Ahora vete, quiero descansar.

El rubio esperó a que el castaño saliera de la habitación y una vez que lo hizo, cerró la puerta. Robert suspiró y comenzó su camino de regreso hacia la salida. No podía pelear con Eric, después de todo él había dicho la verdad. Se sentía tan idiota ahora y mucho más al darse cuenta de que Archie siempre había tenido la razón.

Eric no era genial.

Suspirando salió de la casa y miró hacia el frente. Mientras que una interrogante saltaba en su mente. ¿Qué haría ahora?

Querido RobertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora